Eran tiempos en los que los duraznos enloquecían de amor, tiempos en los que te acercaste a mí para que nos hicieran aquella fotografía y tu gesto se me quedó grabado, tiempos que anunciaban el primer beso que reinventamos tantos años después, como si siempre estuviéramos encadenados en una sucesión de primeros besos que deberíamos recoger -con qué cuidado- al regresar a los lugares y comprobar que las piedras sí conservan las miradas que quedaron enredadas en sus formas precisamente para eso, para que buscáramos entre ellas los hilos de una red que nos atrapa.
Si son hilos de red en descendencia, seguro que esas piedras guiñan el ojo y te sonríen al pasar...
ResponderEliminarBesos
Hola profesor: no acabo de entender esta metáfora,que nos traes hoy. pero si que se notan en tí, los primeros colores primaverales.
ResponderEliminarCuidadín con las alergias.
Saludos.
las piedras guardan la huella
ResponderEliminarlas caricias y los rasguños...
bss
Y fue entonces cuando sonó aquel acordeón y nos trajo los sonidos del recuerdo...
ResponderEliminarBesitos.
Las piedras lo guardan todo.
ResponderEliminarNuestros hijos apenas tienen pasado, ni nostalgias, pero nosotros, a cierta edad en la que ya nos encontramos, creo que sí. O lo parece.
ResponderEliminarUn abrazo
Emotivas y bellas tus palabras!
ResponderEliminarLinda manera de honrar los recuerdos...
=)
¡Ay, si las piedras hablaran...!
ResponderEliminarMe encanta la poesía que rebosa en esta entrada, Pedro.
Saludos.
Yo también noto la primavera en ti y mi sensación al leerte ha sido de sensualidad, placer, dicha, como esas bellas piedras de la foto.
ResponderEliminarUn abrazo
Luz
Un rincón se convierte en nuestro, nos pertenece, gracias a una circunstancia.
ResponderEliminarUn abrazo