Manuel vagabundea por Madrid: no dura mucho en los varios trabajos que ejerce. Incluso pasa una temporada durmiendo en la calle y malcomiendo y llega a participar de un ambiente propio de delincuentes. Junto a él hay otros personajes atrapados en esa vida, con sus propios códigos de conducta y de justicia, diferentes -a veces parodia- a los de la sociedad convencional. Tras la muerte de su madre vive en la calle con todas las consecuencias y esos párrafos nos lo muestran participando de grupos de muchachos harapientos que se mueven por Madrid sin destino fijo, buscando un poco de comida, pasar el rato o refugio para la noche o la vida. El lector llega a tener la sensación de que son como una bandada de pájaros. Era una realidad social que estaba a la vista de cualquiera pero que no solía llevarse a la literatura ni al arte en general: Baroja presta atención a este fenómeno como pocos escritores en España. Tiene raíces propias en el realismo francés y, especialmente, en el Naturalismo. Pero su tratamiento es modernista: tanto por el trazo con el que lo pinta como por su simbología. De allí solo se puede salir, como insiste Roberto, con una voluntad, con un objetivo constante. Aquellos que no lo tienen están condenados a tener la vida de miseria tan crúdamente retratada en La Busca. Manuel, el protagonista, no deja de ser un muchacho al que la vida le ha ido empujando. Hasta ahora no ha manifestado tener la voluntad necesaria para salir de la vida que lleva, en alguna ocasión parece ser todo lo contrario, alguien fácilmente manejable. Pero algunos rasgos nos muestran que tiene el suficiente potencial dentro. Solo necesita algo que le ayude a reafirmarse en ese potencial. Esto es lo que atrapa al lector en las páginas finales de la novela: el deseo de que Manuel halle la forma de salvarse, de dar el paso adecuado en la encrucijada en la que se encuentra.
Noticias de nuestras lecturas
Si alguien quiere comprender la grandeza del estilo de Baroja, que lea el soberbio comentario de Pancho sobre la descripción en La Busca de la Corrala del Tío Rilo.
Luz del Olmo nos sugiere -en un texto bien cargado de literatura- una perspectiva de análisis al ofrecernos la imagen plástica de los cuadros de Ricardo Baroja como cotejo del texto de La Busca.
Dos cosas de gran interés nos propone Mª Ángeles Merino en su última entrada: por una parte, la rapidez del relato de Baroja; por otra, el debate sobre su misoginia. No os perdáis esta entrada.
Buenas noches, profesor Ojeda:
ResponderEliminarUn disfrute leer así a Pío Baroja. Es aprovechar toda la sustancia, miga y esencia del contenido.
Excelentes los trabajos de Pancho, Luz del Olmo y Mª Ángeles Merino.
No veo misógino a Pío Baroja. Al contrario, daba una gran importancia a la mujer y al papel que desempeñaba dentro de la sociedad durísima en que debía desenvolverse.
Era exigente, cuando consideraba que teniendo ocasión no se esforzaban por salir de ese ambiente.
Así veía la vida, y la mostraba como era, en esas personas tan poco afortunadas con la suerte.
El origen de la desgracia de Manuel Alcázar, está en:
Pág.21...“Siempre la Petra había sido así, voluntariosa, con apariencia de humilde, de una testarudez de mula; en haciendo su capricho, lo demás le importaba poco”
...”La existencia de la familia hubiera podido ser sosegada y agradable sin las diarias peleas entre marido y mujer”
Saludos.
P.D.: No me ha dado tiempo de terminar la entrada correspondiente. No podía subir fotografías. A ver mañana.
Me falta leer a ABEJITA... Espero que Manuel logre salir de ese pozo de ignominia existencial. Besotes buscados, M.
ResponderEliminarLos trabajos de Manuel son peores que los minijobs actuales, ésos que hacen mermar las estadísticas de parados pero que no dan para vivir. Trabajos de sol a sol por la manutención y dando las gracias porque hay cientos esperando a la cola por ellos. La relación capital-trabajo está viciada: cada vez hay que trabajar más horas al día para que lo que el trabajo produce tenga plusvalía para el capital.
ResponderEliminarPío Baroja aligera el peso de las descripciones de los autores del Realismo, le imprime su sello propio de vivacidad narrativa muy bien ponderado por los autores posteriores. Un estilo de escribir no anula otro, cada cual escribe como quiere o puede. Nadie puede negar que Pío Baroja no tenga voz propia.
Es difícil, o fácil, explicar a Baroja porque se explica solo. Lo mejor es leerle con atención.
Gracias por tus palabras y el enlace.
Un abrazo.
Ya leí todas las publicaciones de los compañeros... ¡Mamma mía, que aplicaaaaaados! Todas buenas, todas interesantes, especialmente me gustó la de Pancho.
ResponderEliminar¡Ay, mísera de mi!, ¡ay infeliz!, apurar huevos pretendo, y por mucho que lo intento, yerro en fétidos charcos y ciénagas varias
sin lograr empollar un buen producto, pero eso si, siempre avanzando en la lectura con fidelidad y tesón o -como quien dice- con una férrea voluntad Robertoriana (y mucha desasón).
Sigo tu indicación y me veo las entradas de los "colaboradores" y después poco me queda por decir.
ResponderEliminarQue el ibro es muy interesante que me han gustado sobre todo las descripciones tan exhaustivas que el señor Baroja, derrama por todas las páginas. Además de los personajes que entran y salen, a parte de Manuel que es un poco el hilo conductor.
Estupendas todas tus puntualizaciones que enseñan tanto.
Besos.
querido Pedro, este comentario nada tiene que ver con la lectura o quizás sí, no lo sé
ResponderEliminarsólo sé que echo en falta esos hombres con sangre en las venas ; aquellos que perseguían sus sueños, aquellos que se arriesgaban en el amor y en la justicia...los de ahora parece que tienen horchata o algún símil placebo, porque por Dios que faltan cojones para hacer cambios y plantarse, acá estamos en una somnolencia civil que ya no se aguanta, los jóvenes hicieron conciencia en la revolución llamada pingüina, se destapó la olla de la Educación, pero quedan muchas ollas más por abrir y sacar lo que ya se cocinó y hasta quemó y que huele muy mal.Lástima que esa revolución es temporal, y no sigue porque la cómodidad gana y la flojera es contagiosa, los líderes de ellos muchos ahora son parte de los mismos partidos políticos con sus viejos estandartes que imponen a ultranza el cómo ha de hacerse la política , dejando truncado todos los posibles arrebatos juveniles.
besos y buen fin de semana
PD: Ushhh, en el comentario de arriba quise decir: "desazón". Vale (ya sabes que tipeo como un pato y más si lo hago desde el portátil)
ResponderEliminarEl "insensible" Baroja se fija en los golfillos, en los niños dela calle. El "insensible" Baroja se fija en la desesperación de las mujeres que trabajan por unos céntimos la vara de tela cosida. Va ganando puntos este gruñón.
ResponderEliminarCuesta acostumbrarse al ritmo de este relato. Y, en cuanto a mi entrada, me costó más de lo acostumbrado. Hasta que di con la estructura adecuada, borré un trozo aquí, otro allá. Para colmo, Blogger no me dejaba insertar imágenes por el procedimiento habitual y las imágenes me suelen servir de apoyo.
De tu mano vamos cogiéndole el punto al gruñón de Cestona.
Besos
He leído las entradas de los colaboradores y me han enseñado y ayudado mucho. Estoy a punto de acabar el libro y estoy racionándome las hojas, quiero que me dure. Me está impresionando la manera de describir de Baroja, su habilidad y su sinceridad para presentarnos lugares, personajes y situaciones más abajo de la pobreza. Creo que no juzga, sino que presenta lo que hay, y no perdona ni una. La explotación y la prostitución infantil son presentadas sin remilgos, y ciertamente parece difícil progresar hacia arriba. También trata de lo que ya sabemos: a cierta edad los amigos son muy influyentes, para bien y para mal.
ResponderEliminarUn saludo
Llego tarde y sin disculpa posible.Intentaré ponerme al día.
ResponderEliminarUn abrazo