El Capítulo VIII de la Primera Parte es prodigioso. En todos los sentidos. Podría decirse que es el núcleo que impulsa la novela hacia adelante. Cervantes consigue, en estos párrafos asombrosos -que algunos dejarán de valorar por tan conocidos-, dar un salto de calidad que parecía difícil tras la altura alcanzada: ya no estamos sólo ante una parodia sino ante una novela divertida, actual y con una ampliación de la lección de cómo escribir un relato moderno.
Se compone de varios elementos engarzados: la aventura de los molinos de viento; la noche en la que sustituye su lanza rota por una rama; el encuentro con un grupo de viajeros heterogéneos entre los que cabe resaltar a dos monjes, una dama y un vizcaíno y, por último, la suspensión del relato porque al narrador se le ha acabado la historia.
La primera decisión de Cervantes es acumular todos estos sucesos en un capítulo, con lo que consigue calar en el lector inundándole con su historia y dejarle en su mente, bien señaladas, algunas de las cuestiones claves que se propone:
1º.- Poner en evidencia las diferencias entre sus dos personajes protagonistas, avanzando enormemente en su caracterización y fijando definitivamente su imagen en la mente del que lee.
2º.- Entretenerle, de tal manera que quede atrapado por las locuras de este hidalgo loco. Irremediablemente atrapado: la acumulación de sucesos en los que don Quijote deja clara su extravagancia termina de agarrar la atención de quien lo lee.
3º.- Ponerle, de golpe y por si no hubiera estado claro, en una España real, reconocible tanto en sus caminos y topónimos como en sus personajes, costumbres y tópicos (por ejemplo, el del vizcaíno).
4º.- Suspender su ánimo para profundizar en toda la apuesta narratológica sobre el cuestionamiento del narrador.
Como esto se hace dejando inconcluso el relato, el lector queda atrapado y con ganas de continuar la narración.
Veamos tan sólo algunos apuntes, puesto que estas aventuras son bien conocidas y no es necesario mayor comentario.
Cuando don Quijote y Sancho se topan con los molinos, Cervantes pone de relieve la diferencia inicial, de base, entre ambos: don Quijote ve gigantes, como en sus libros de caballerías y siente que debe batirse con ellos; Sancho ve sólo molinos y así los describe, con precisión, incapaz de doblar la realidad en fantasía, como su amo. Ambos conocían bien estos ingenios, porque eran una de las innovaciones más importantes del momento y habían llamado la atención desde que comenzaron a usarse poco tiempo antes. De hecho, algunos han interpretado el pasaje como un enfrentamiento del espíritu humano que ve en la técnica un enemigo. La derrota los diferencia en un primer momento: don Quijote, alentado por la desaparición misteriosa de su biblioteca, la achaca a su encantador enemigo, con lo que queda demostrado que los que quisieron ayudarle no hicieron más que alentar su locura; Sancho, tras una primera recriminación, no insiste y termina dando la razón a su amo, vencido por sus palabras más que por sus hechos.
El intermedio que sigue, profundiza en las diferencias entre ambos: don Quijote no se queja de sus magulladuras, piensa como un caballero de sus novelas (imita su arcaica forma de hablar durante todo el capítulo) y no come ni duerme; Sancho no renunciará a quejarse si tiene dolor, manifiesta que no se batirá contra nadie salvo que su vida esté en juego y come y duerme sin que nada turbe ni su apetito ni su sueño. Además, con el arreglo de la lanza con una rama, don Quijote termina por dar un aspecto carnavalesco a su indumentaria. Al relatar la historia de Diego Pérez de Vargas, personaje histórico al que pone a la misma altura que a sus caballeros novelescos, evidencia de nuevo que la raíz de su locura consiste en la falta de distinción entre realidad y ficción.
Cuando don Quijote arremete contra el grupo expedicionario con el que se encuentran camino de Puerto Lápice, la extravagancia de su comportamiento no viene tanto de imaginarse seres extraordinarios sino de hacerse la idea de una aventura caballeresca por la que tiene que rescatar a una supuesta princesa en medio de un paisaje tan reconocible. Es un pasaje divertidísimo: hace de dos monjes de San Benito unos bultos negros sospechosos y entabla una descomunal batalla contra un vizcaíno picado de honor al verse insultado y que se defiende con una almohada. En estos párrafos, que aceleran la narración para cortarla en seco, debe retenerse cómo Sancho quiere hacer valer el derecho de conquista y comienza a despojar al fraile -con lo que se hace evidente el que es, a estas alturas, su motivo más importante al unirse a don Quijote-, con lo que recibe su bautismo de golpes, y la caracterización del vizcaíno al estilo de los personajes tópicos que podemos hallar en la narrativa y el teatro barroco, en especial a través de la fabla -Cervantes era un maestro en este tipo de recurso literario- y su reacción cuando se ve acusado como no caballero.
De la lección sobre el narrador que contiene el final del capítulo, hablaremos el próximo jueves, en el comentario del Capítulo IX.
Tienes razón según va pasando el libro, el nivel aumenta. Estamos ante un momento cumbre. Cervantes se erige en un genio. Un abrazo.
ResponderEliminarEs sin duda la discusión locura-cordura, aunque la cordura se vea muchas veces arrasada por la primera...Genial la entrada de esta noche...un abrazo.
ResponderEliminarA mi este capítulo me ha gustado mucho y tu post más aún, no me quedan demasiadas dudas, iré leyendo coments y tal... :)
ResponderEliminarBesos, profe^^
Wowww! muy bueno tu post.. realmente fascinante! Un abrazoo grandeeee!
ResponderEliminarMuy divertido como muy bien dices, este capítulo. A mi me ha llamado la atención la velada sugerencia que hace Cervantes del onanismo, cuando dice: "Toda aquella noche no durmió don Quijote, pensando en su señora Dulcinea, por acomodarse a lo que había leido en sus libros, cuando los caballeros pasaban sin dormir muchas noches en las florestas y despoblados, entretenidos con las memorias de sus señoras". Y... "No quiso desayunarse don Quijote, porque, como está dicho, dio en sustentarse de sabrosas memorias".
ResponderEliminarVamos a por IX. Besotes, M.
Poco se puede añadir a lo que has comentado. Es quizá el capítulo más famoso de toda la novela. Yo me he reído otra vez y he vuelto a sentirme admirado por Cervantes. Casi todo lo que hoy conocemos ya está ahí.
ResponderEliminarUn abrazo Pedro. Repito lo dicho muchas veces, lo que haces tiene un mérito tremendo. Un lujo
Rafa
Quizás por todos esos detalles que apuntas sea éste uno de los pasajes más conocidos de toda la novela: el tema de los molinos ha sido reproducido cientos o miles de veces en todo tipo de ilustraciones. Y cuando uno pasa por la Mancha y ve la silueta de los molinos, indefectiblemente piensa en don Quijote.
ResponderEliminarBuenos días , paseaba por aquí a fisgar los coments
ResponderEliminar^^(..)^^
Mordiscos y buen fin de semana^^
Me encantó este capítulo, creo que vuelvo para atrás y me lo voy a volver a leer antes de ir a por el IX. El final parece el de un culebrón antes de las vacaciones, cuando te dejan con la incógnita hasta septiembre.
ResponderEliminarUn beso
Tem razão.Neste capítulo foram concebidas as figuras de retórica que fazem parte do nosso discurso corriqueiro.Uma obra prima eterna.
ResponderEliminarMeu amigo, espero que estejas muito bem , em companhia de quem amas.
ResponderEliminarBesos.
Hola Pedro. La tentación de saltarme este capítulo para comentar el siguiente, me ha hecho retrasar este comentario. Muchas veces creemos que unos capítulos son más prescindibles que otros, pero el autor también trabaja por aglutinación de elementos. La dilación de esta historia truncada no es sólo un método de tensión narrativa, sino también un ejercicio de autor. Seguramente algunas de sus historias tuvo que reelaborlas y reestructurarlas dentro de la obra, aunque nosotros conocemos la obra que él entregó a prensa. Cualquier hallazgo sorpresivo con que nuestro autor topase seguro que iba a ser nueva materia narrativa, para no cansarnos como lectores ni cansarse él como escritor. Insisto en la importancia que tendrá la técnica del manuscrito encontrado y la aparición de Cide Hamete Benengeli, y el recurso de la traducción de la aljamía frente al tosco modo de hablar del vizcaíno. No creo que esto sea una casualidad, sino una crítica irónica aunque tópica.
ResponderEliminar¡Cuánto he aprendido leyendo tu post! Pedro... lo estás bordando.
ResponderEliminarEn este capítulo es dondo yo veo uno de los Quijotes más entrañables de la obra. Imaginemos un hombre entrado en años frente a un parque eólico -vamos a actualizar un poco la aventura- espoleando a su jamelgo y gritando:
¡Non fuyades, cobardes y viles criaturas, que un sólo caballero es el que os acomete!
En cierta medida, me parece enternecedor. Aquí creo que se inicia el cariño profundo entre el "héroe" y el lector. Al menos por mi parte.
Y el párrafo final... ¡Qué socarrón ese jodido Cervantes!
Ayer tuve que entregar mi último trabajo para clase. Era sobre El quijote y el Lazarillo... y antes de consultar nada, me vine a repasar todas tus entradas. Geniales, Pedro. Me fueron de gran ayuda.
ResponderEliminarFERNANDO: así es. Y aun nos deparará sorpresas. Un abrazo.
ResponderEliminarMANUEL: habrá que tener un poco de una y un poco de otra. Un abrazo.
DIANNA: Ya me contarás qué tal los comentario y entradas de los demás. Besos.
BEATRIZ: gracias, me alegro de que te guste. Un abrazo.
MERCHE: ¡no hay nada como un buen bosquecillo para practicarlo! Besos.
RAFA: un lujo contar con vosotros. Me alegra de que vuelvas a disfrutar con la lectura.
CECILIA: este sello universal sólo lo consiguen las obras maestras.
DIANNA: Recibidos los mordiscos. Buen fin de semana.
EUPHORBIA: es un capítulo extraordinario, que uno no se cansa de releer. Un beso.
MAGUI: me alegro de que pienses igual. No sé si lo estás leyendo en español o en portugués. Un abrazo.
SAO: ¡cuánto tiempo! Me alegra que hayas vuelto. Besos.
JOSEGURA: ¡te adelantas! El noveno es esencial para muchas cosas, lo veremos. Un abrazo.
FRANCISCO: en efecto, creo que es en éste y no en los anteriores en donde comenzamos a coger cariño al personaje. Tienes razón en lo del último párrafo.
FUSA: Me alegro de que te sirvieran. Mi intención es que todo esto sea útil para leer el libro, para comprenderlo o para estos trabajos.
Un abrazo a todos y gracias por vuestras palabras.
tarde pero por lei el "jueves de quijote"
ResponderEliminarmira....la veces que esvuche hablar del quijote siemnre lo primero que se me viene a a la cabeza es a DON QUIJOTE y el MOLINO el cual nombras....siiiiiiii asi es el molino qiozas aparece en las tapas de los libros..buen en fin...interesante analisis sobre la narracion ...es tan sencillo al leer..pero que conste que yo jamas de los jamases explicaria un obra literaria asi como tu lo haces...
dejo beso pauste! y hermosa foto..
qui sigas descansando en tus vacaciones..... :)
Para mí, éste es uno de los capítulos más divertidos y admirados.
ResponderEliminarCon respecto a los molinos de viento, como bien dices, y que yo sepa, es probable que ya aparecieran en los primeros decenios del XVI, aunque su auge sobrevino en la segunda mitad.
Supusieron una gran avance tecnológico, ideal para las tierras de la Mancha, y no hay dudas de que debieron ser la admiración de aquellos viajeros y mercaderes, que rumbo a la pujante Andalucía, se los encontraban en las pequeñas elevaciones de las anchas planicies manchegas.
"molino de viento, poco trabajo y mucho dinero"
SAUVIGNONA: ...más vale tarde que nunca. Gracias por seguir la lectura. Besos.
ResponderEliminarALATRISTE: en efecto, aunque se duda sobre la fecha exacata, el mismo Quijote es testimonio de que ya estaban extendidos desde finales del siglo XVI y supusieron una revolución tecnológica. Un abrazo.
Me está pareciendo un análisis magnífico. Me he releido el capítulo y es cierto, sobre pasa la obra maestra.
ResponderEliminarPEDRO: gracias por acompañarnos en la lectura.
ResponderEliminarVarias veces en este capítulo siente el pobre Rocinante los pinchazos de las espuelas en sus costados. En la primera, se lanza sin contemplaciones contra las aspas de un molino que dan con él y su picador en tierra: desigual batalla perdida de antemano pero justificada por estar puesta al servicio de Dios y de la religión católica, como era norma en la época.
ResponderEliminarInmediatamente después del segundo picotazo, se avalanza frenético contra unos indefensos, medrosos frailes cuyos despojos son fácil botín de Sancho que rápidamente se muestra dispuesto a hacer uso del derecho de victoria en la batalla.
Por tercera vez se ve espoleado, sin necesidad por repetido, contra un sirviente vizcaíno, que medio habla castellano. El narrador deja el desenlace de esta batalla para después, al no saber cómo sigue la historia en el sitio de donde la está tomando.
Bueno, aunque tarde, he encontrado un momento en tierras bávaras para hacer el comentario del capítulo y mandártelo. pancho
PANCHO: qué bueno verlo desde la perspectiva de Rocinante, el pobre. Recuerda que el mismo Cervantes lo hizo hablar en los poemas preliminares. Es otro personaje más que se nos fija en la mente. Me alegro de que saques tiempo desde allí y que te lo estés pasando bien, supongo. Un abrazo.
ResponderEliminarJellous
ResponderEliminarEl ataque a los molinos y la diferencia de pensamiento me ha hecho reflexionar sobre un aspecto.
Sigo pensando que era un hombre avanzado a su tiempo e hiciera una reflexión más profunda de lo que el futuro y los avances tecnológicos nos depararían. (Como apuntas en tu entrada).
No me atrevo a plantear lo que me sugiere este libro. Así que sigamos en la lectura.
BIPOLAR: deberías planteártelo. Cervantes lo merece.
ResponderEliminarLa figura del vizcaino es genial.
ResponderEliminarLas mulas de alquiler de los frailes... divertidísimo.
Sancho Panza quitando los ropajes al fraile lo mejor.
Tu post, Pedro, inmejorable.
Besos.
Nina.
NINA: gracias por tus palabras. Besos.
ResponderEliminarHola Pedro.
ResponderEliminarEstupenda explicación, como siempre. La verdad es que Cervantes queda muy bien definidos a los personajes con el episodio de los molinos. Va fabricando una novela divertida, pero con tantos matices y lecturas que no causa ninguna pereza releer una y otra vez los capítulos.
Un abrazo y muchas gracias por hacernos aprender y disfrutar.
Que capitulo extraordinario, ya no se cuantas veces me lo lei!
ResponderEliminarLO que hubiera dado por ver la cara de la dama en el coche cuando vio apararecer a estos dos y a DQ querer defenderla!!!!
Besos
JUAN LUIS: en efecto, yo no me canso de las relecturas del Quijote. Siempre se descubren cosas nuevas. Un abrazo.
ResponderEliminarMYR: esa cara debió retratar la sorpresa, en efecto. Besos.
En este capítulo se ve muy claro que Sancho no es amigo de meterse en conflictos, le va más la vida cómoda: comer, beber, dormir… Todo lo contrario que DQ.
ResponderEliminarLa aventura con los frailes y el vizcaíno no tiene desperdicio. Me imagino el dialogo con el “ashento de vashco sherrado” del vizcaíno:
[…] asiéndole de la lanza, le dijo, en mala lengua castellana y peor vizcaína, desta manera:
-Anda, caballero que mal andes; por el Dios que crióme, que, si no dejas coche, así te matas como estás ahí vizcaíno.
Entendióle muy bien don Quijote, y con mucho sosiego le respondió:
-Si fueras caballero, como no lo eres, ya yo hubiera castigado tu sandez y atrevimiento, cautiva criatura.
A lo cual replicó el vizcaíno:
-¿Yo no caballero? Juro a Dios tan mientes como cristiano. Si lanza arrojas y espada sacas, ¡el agua cuán presto verás que al gato llevas! Vizcaíno por tierra, hidalgo por mar, hidalgo por el diablo; y mientes que mira si otra dices cosa.
Sencillamente, genial.
Besos
ASUN: Cervantes fue uno de los mejores escritores en la fijación del "vasco" literario. Después, como sabes, ha sido muy usado. Besos.
ResponderEliminarComienzo el capítulo 8, leo: “En esto, descubrieron treinta o cuarenta molinos de viento”. Ya he llegado a lo más conocido del Quijote, el comentario no ofrece dificultades. Aquí tengo al caballero y el escudero: don Quijote y Sancho Panza. La ventura va guiando sus cosas mejor de lo que acertaran a desear, allí se descubren unos desaforados gigantes con quienes piensa hacer batalla y quitarles la vi… ¿qué es esto?
ResponderEliminar¿Se cuela el viento dentro de mi casa? Las ventanas están cerradas, pero vuelan los papeles que tenía sobre la mesa, se agitan los visillos, cae una silla… ¡Ay, qué susto!
-¡Uhhhh! Salud, señora mía.
-¿Quién me habla?
- Soy un molino de viento de la Mancha, un ingenio harinero avanzado, traído recientemente desde Flandes hasta estas hispanas tierras, a finales del pasado decimosexto siglo. En el celebérrimo libro no me dan nombre alguno, pero puede llamarme... Molen, en honor a mi flamenco origen.
-¿Un molino? ¿Cómo ha podido introducirse a través de estas estrecheces, por muy ancha que sea la banda?
-Pues...como se cuelan miles de imágenes de cosas grandes, grandísimas que asoman por aquí, en reducido tamaño. No comprendo cómo voacé pregunta tamaña niñería.
-Sí, claro. Pero por aquí suelen desfilar personajes humanos, siendo vuestra merced sólo un ingenio, una máquina, como decimos en este vigésimo primer siglo.
-Pero, para don Quijote somos enemigos humanizados, como a tales se dirige, aunque nos atribuya brazos gigánteos. El de la péñola, así lo quiso.
-Bueno, de acuerdo, señor molino Molen. Cuénteme, que deseo oír su versión del famoso capítulo 8. Y cese el viento, quietecito con sus aspas, que me está despeinando.
-Prosigo con el octavo, para complacerla. El loco protagonista, Don Quijote, nos ve, nos califica de "desaforados gigantes" y proclama que nos va a quitar a todos la vida, en justa batalla. Su criado Sancho Panza no ve gigante alguno e intenta convencerlo de que no hay brazos sino aspas. El loco le pide que se aparte y rece, que él ha de entrar con nosotros "en fiera y desigual batalla".
Sancho vocea, su amo no atiende y da de espuelas al caballejo. Decidido, viene hacia nosotros, voceando en antiguo: "Non fuyades , cobardes y viles criaturas, que un solo caballero es el que os acomete".
ResponderEliminarEn esto, se levanta un poco de viento y nuestras aspas se mueven. El loco nos amenaza y dice no sé que de un gigante y de una señora llamada Dulcinea. Se cubre con su rodela y, con la lanza en ristre, a todo galope, me embiste y lancea una de mis aspas. No sabe lo que le espera. El viento despedaza la lanza, la cual se lleva tras sí al caballo y al caballero. Vuelan, grita, relincha, ruedan…
Don Quijote no se puede menear, Sancho acude a socorrerle y se lamenta: él bien le advirtió de que éramos molinos de viento. Mas su amo sigue soltando disparates por su boca. Asegura que un sabio llamado Frestón le robó sus libros y volvió los gigantes en molinos, para quitarle la gloria de su vencimiento. Sube, con ayuda, sobre su medio descoyuntado rocín.
Hablando de la aventura pasada, toman el camino de Puerto Lápice porque don Quijote considera que, al ser lugar de paso, no es posible dejar de tener aventuras. ¡Con los huesos molidos y buscando más oportunidades de que se los vuelvan a moler!
El loco va pesaroso y no sólo porque le hayan usurpado la gloria de su vencimiento. Sufre, además, por la falta de su apreciada lanza, la que mi aspa destrozó. Pero este hombre encuentra soluciones para todo. Dice algo de desgajar una rama de un árbol y fabricarse una lanza, como hizo un caballero español, un tal Machuca. Les pierdo de vista, ya no les oigo...los disparates que ha de acometer todavía ese don Quijote.
Me despido de vuestra merced y le manifiesto mi disgusto por una imagen que he encontrado en estos estrechos canalículos. Dicen que son los nuevos molinos que ahora gastan en la Mancha, no creo que puedan moler trigo, ni cebada. Los llaman eólicos, creo. ¡Qué extraña época la suya, señora mía! ¡Ni molinos como Dios manda!
Me voy con mis treinta o cuarenta compañeros. Quede con Dios.
-Adiós, don Molino Molen, encantada de conocerle.
Un abrazo:
María Ángeles Merino
Los molinos quedan atrás y, de momento, me quedo sola, como un narrador decimonónico, de esos que todo lo saben y no dan su voz a nadie. Sigo con el capítulo VIII y tengo a Sancho desesperado: que eran molinos, que no gigantes.
ResponderEliminarA callar, escudero, que si Don Quijote asegura que ha sido Frestón, será así; como le tiene tanta manía, le dio el cambiazo, para robarle la gloria. Ahí está su espada, si es preciso. Temblad encantadores.
Y Sancho se lo cree todo o hace por creérselo, qué remedio. Como le ve molido y de medio lado, le pide que cambie de postura. Don Quijote está dolorido, lo confiesa; mas un caballero andante no puede quejarse.
¡Alto! Hasta ahí podíamos llegar, Sancho reivindica su derecho a quejarse al más mínimo dolorcillo; si es que eso de no quejarse abarque también a la escudería andante. Don Quijote se ríe y le da licencia para todos los ayes que se le presenten.
Llega la hora de comer, el caballero andante no tiene gana, pero el escudero tiene licencia. Así que Sancho camina, come y bebe muy a gusto. Mientras menudea tragos, vengan aventuras peligrosas.
Pasan la noche entre árboles. Don Quijote desgaja una rama y apaña una lanza, añadiendo el hierro de la que se quebró. El caballero no duerme, piensa en su señora Dulcinea, como los caballeros andantes de sus amados libros.
Sancho duerme de un tirón, arrullado por el vino de su estómago. Le da el sol en la cara, los pajarillos dan los buenos días, ni se mueve.
Su amo le llama, se levanta, da un tiento a la bota y se entristece al palparla. No va a ser fácil llenarla de nuevo.
Vuelven a su camino y llegan al Puerto Lápice, lugar pasajero y aventurero. Don Quijote advierte a Sancho Panza que no ha de poner mano a su espada para defenderlo, a no ser que los ofensores sean “canalla y gente baja”. Si son caballeros, en ninguna manera le es lícito; que así son las leyes de caballería.
Sancho responde que su señor será muy bien obedecido, no echará mano a una espada...que no tiene. Eso sí, para defenderse a sí mismo, no cuentan esas leyes.
¿Qué pasa aquí? Me parece que tengo visita, la pantalla bailotea…veo, veo ¡dos frailes! Creo recordar que, efectivamente, ahora es el turno de dos frailes de la orden de San Benito.
ResponderEliminarUno de ellos me habla, veamos lo que dice:
Alabado sea nuestro Señor Jesucristo. Saludamos a vuestra merced, señora nuestra. Somos, como voacé dice, dos frailes de San Benito. Vivíamos en el limbo habilitado para los personajes secundarios del famoso libro titulado “El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha”. Desde allí, no sabemos por qué malas artes del Maligno, fuimos transportados a este diabólico invento que llaman Internet. ¡Y llaman banda ancha a estos estrechos canalículos!
Nos han dicho que contemos la peligrosa aventura que vivimos con don Quijote. Montados en nuestras mulitas, bien protegidos con antojos y quitasoles, vamos por el camino real. Detrás de nosotros, viene el coche de una señora vizcaína que va para Sevilla. Buscamos la protección de su séquito, nada menos que cinco a caballo y dos a pie.
Ese loco de don Quijote nos ve y desvaría, dice que somos encantadores y que llevamos hurtada a una princesa. Y que es menester “deshacer ese tuerto”, no sabemos de qué tuerto habla…
Su criado parece más cuerdo, nos reconoce como frailes de San Benito y le aconseja prudencia. Pero su amo no le hace caso, se adelanta y se pone en la mitad de nuestro camino. Alza la voz, nos llama gente endiablada y descomunal y nos pide que soltemos a no sé qué princesas forzadas. ¿Endiablados y descomunales unos frailecitos como nosotros? ¿Forzar nosotros? ¿A princesas? ¡Ave María, Purísima! ¡Y nos amenaza con recibir “presta muerte”!
Admirados, le respondemos que no somos nada de eso, que no sabemos si en ese coche vienen forzadas princesas
No se sosiega, nos califica de canallas, pica a su huesudo rocín y arremete contra mi persona. Lo hace con tamaña furia que hubiera acabado en el suelo muy mal ferido o muerto si…si no me dejara caer de la mula, con anticipación.
Mi valiente compañero que lo ve, a falta de espuelas, golpea con los talones y las rodillas a la mula, haciéndola correr más que el viento. El criado de don Quijote me ve en el suelo y comienza a quitarme los hábitos. Llegan en esto mis dos mozos y le preguntan por qué me desnuda. Les responde que aquello le toca legítimamente, como despojos de la batalla ganada por su señor. Los mozos no saben nada de batallas, le tiran al suelo, le arrancan los pelos de la barba y le muelen a coces.
No me detengo, subo al caballo, pico tras mi compañero y, sin querer saber nada más de don Quijote, sigo mi camino y me hago miles de cruces. No puedo contarle más, que pusimos mucha tierra por medio…nuestras mulas corren como briosos corceles, cuando es preciso.
Sin más que contarle, nos despedimos de vuestra merced, quede voacé con Dios. Antes de marcharnos, le diré que tenemos la sospecha de que ese Cervantes es un herejote erasmista. Nos pinta, injustamente, como si fuéramos unos cobardes ¿no cree? Dejémoslo, ya no podemos acusarlo ante el santo Oficio. Lo dicho, con Dios, señora María Ángeles.
Y yo, la que así se llama, dejo aquí el comentario. Seguiré con los vizcaínos...
Un abrazo para los que pasáis por aquí de:
María Ángeles Merino
Corrección:
ResponderEliminarDonde dice:
"si es que eso de no quejarse abarque también a la escudería andante"
Debe decir:
" a no ser que eso de no quejarse abarque también a la escudería andante"
Mientras los frailes de San Benito huyen haciéndose cruces, don Quijote habla con la dama vizcaína del coche, tal y como lo haría un caballero andante de libro:” La vuestra fermosura señora mía, puede hacer de su persona lo que más le viniera en talante, porque ya...”
ResponderEliminar¿Qué ocurre? ¡Lo de siempre! La pantalla del ordenador se subleva. ¿Personajes secundarios quijotescos? Es el momento de la vizcaína, pero no creo que sea ella porque Cervantes no le concedió voz. Será…
Egunon, señora mía, Sancho de Azpeitia para servir a vuesa merced. Dar pues mi versión de lo acontecido con ese don Quijote que mal ande. Caballero no dejar pasar coche adelante y mandar mi señora ir al Toboso. Asirle la lanza hice y decir que si no deja el coche matarle ha este vizcaíno. Entender bien y con sosiego decirme que si fuera caballero castigarme ha.
Todo vizcaíno es hidalgo y yo no puedo sufrir que niegue mi condición de caballero. Le digo que si arroja la lanza y saca la espada verá como me llevo el gato al agua. Como puede comprobar voacé un vizcaíno puede hablar en perfecto castellano, aunque ese Cervantes me haga hablar como fingido vizcaíno de comedia.
Saca su espada, embraza su rodela y me arremete. Sin poderme apear de la mala mula, voy hacia él con mi espada. A falta de escudo , me protejo con una almohada. Me voy para él y no atiendo a los pacificadores.
Estoy dispuesto a matar al que me estorbe. Me siento como un "Amadís ", las horas que yo también he pasado mis horas con esos libros. Me enfrentaré al caballero andante, nunca pensé hallar uno de ellos. ¡ Jaungoikoa! ¡El Gran Íñigo de Loyola me proteja!
Mi asustadiza señora desea ver la contienda, pero desde una prudente distancia. Don Quijote recibe de mí una cuchillada en el hombro. Si no es por la rodela, le rajo hasta la cintura. Al sentir el golpe, pide socorro a una invisible señora Dulcinea. Aprieta la espada, se cubre bien y arremete contra mí.
Todos los circunstantes temerosos y colgados de lo que había de suceder, mientras las mujeres rezan y se ofrecen a todo el santoral. Pero...¿qué pasa aquí? Me he quedado con la espada en alto. Todos, don Quijote también, estamos paralizados. Así quedamos, en esa incómoda postura, durante un tiempo indeterminado.
Un abrazo
Mientras los frailes de San Benito huyen haciéndose cruces, don Quijote habla con la dama vizcaína del coche, tal y como lo haría un caballero andante de libro:” La vuestra fermosura señora mía, puede hacer de su persona lo que más le viniera en talante, porque ya...”
ResponderEliminar¿Qué ocurre? ¡Lo de siempre! La pantalla del ordenador se subleva. ¿Personajes secundarios quijotescos? Es el momento de la vizcaína, pero no creo que sea ella porque Cervantes no le concedió voz. Será…
Egunon, señora mía, Sancho de Azpeitia para servir a vuesa merced. Dar pues mi versión de lo acontecido con ese don Quijote que mal ande. Caballero no dejar pasar coche adelante y mandar mi señora ir al Toboso. Asirle la lanza hice y decir que si no deja el coche matarle ha este vizcaíno. Entender bien y con sosiego decirme que si fuera caballero castigarme ha.
Todo vizcaíno es hidalgo y yo no puedo sufrir que niegue mi condición de caballero. Le digo que si arroja la lanza y saca la espada verá como me llevo el gato al agua. Como puede comprobar voacé un vizcaíno puede hablar en perfecto castellano, aunque ese Cervantes me haga hablar como fingido vizcaíno de comedia.
Saca su espada, embraza su rodela y me arremete. Sin poderme apear de la mala mula, voy hacia él con mi espada. A falta de escudo , me protejo con una almohada. Me voy para él y no atiendo a los pacificadores.
Estoy dispuesto a matar al que me estorbe. Me siento como un "Amadís ", las horas que yo también he pasado mis horas con esos libros. Me enfrentaré al caballero andante, nunca pensé hallar uno de ellos. ¡ Jaungoikoa! ¡El Gran Íñigo de Loyola me proteja!
Mi asustadiza señora desea ver la contienda, pero desde una prudente distancia. Don Quijote recibe de mí una cuchillada en el hombro. Si no es por la rodela, le rajo hasta la cintura. Al sentir el golpe, pide socorro a una invisible señora Dulcinea. Aprieta la espada, se cubre bien y arremete contra mí.
Todos los circunstantes temerosos y colgados de lo que había de suceder, mientras las mujeres rezan y se ofrecen a todo el santoral. Pero...¿qué pasa aquí? Me he quedado con la espada en alto. Todos, don Quijote también, estamos paralizados. Así quedamos, en esa incómoda postura, durante un tiempo indeterminado.
Un abrazo
Es muy emocionante participar en esta lectura colectiva y permanente del Quijote. Leo entradas y comentarios de 2008-2011 y para mí es como si fueran de hoy mismo. Espero que se unan más personas en una experiencia continua que alimente las lecturas y relecturas y que amplíe la red de “quijoters” (que diríamos hoy). ¿No hay asociaciones (o similar) de lectores de Proust? Me declaro la segunda “quijoter” del planeta.
ResponderEliminarCoincido contigo, Pedro, en que este capítulo es particularmente intenso. Yo pensaba, mientras lo leía, ¿será posible que me esté enganchando? Estoy empezando a sentir la genialidad que todos cuentan de Cervantes. Podría escribir sobre mil detalles de este capítulo que me han suscitado un “output”. Más trabajo me costaría plasmar una mirada de águila, como la que nos has brindado, Pedro, tan esférica. Muy estimulante.
Yo también he pensado en la dama del coche, como Myriam, la muy cuca se quitó de en medio, pero se situó en un lugar seguro desde donde presenciar la contienda. En plan vieja del visillo. Eso también es un pedazo de personaje, una figurante redonda. La vida misma.
Y “yo voy a entrar con ellos (los molinos) en fiera y desigual batalla”, una frase que sintetiza el espíritu humano de todos los tiempos. Yo misma, mañana, voy a entrar con mi jefe en fiera y desigual batalla, o con la cretina profesora de tal asignatura, o con mi santa suegra. Es el “me van a oír” de todos los tiempos, dicho en pantuflas y con el dedo en alto. Se aúnan en esa frase el uno mismo más grande, la afrenta más desafiante y el otro más indigno. Pocas referencias más fieles al alma humana puede haber en el Quijote y pasan por locuras. Y cómica como ella sola.
¿Y la otra, “pero en esto de ayudarme contra caballeros has de mantener a raya tus naturales ímpetus”, cuando le habla a Sancho? Otro guiño al lector. Cervantes sabe que ya conocemos al escudero y sus naturales ímpetus, muy distantes de aquellos del ideal de escudero del que don quijote cree haberse provisto. ¿No es facilísimo reconocer en esa frase la mejor ironía para los mejores ímpetus de muchos que nos rodean, o de nosotros mismos, tantas veces?
No sigo, que me lío…
Saludos.
Susana.