¡Es tiempo de bellotas y castañas! Encinas, robles, castaños. El monte, a manos llenas, generoso.
Recuerdo una vez que trajo bellotas mi padre a casa. Las traía en un gran cucurucho de papel de periódico, que puso encima del hule de la mesa de cocina. Lo abrió como quien recobra un tesoro de su infancia, el regalado manjar del niño que fue cuando se aprovechaban las mondas de los frutos y las patatas y la pandilla del barrio asaltaba al descuido la carga de los camiones bajo las lonas. Esperar a que maduren es celebrar el brillo de los ojos de mi padre recordando, su plácido gesto, como si aún todo fuera posible. Cuando estén en su sazón tomaré una en la palma de la mano. Qué perfecto es este fruto, qué admirable, cuánta seguridad confiere al puño cerrado sobre él.


Un fruto bonito de ver y de acariciar.
ResponderEliminarSí que es buena la época de las bellotas...
ResponderEliminarSaludos,
J.