Si descubriéramos la capacidad de volar, no regresaríamos nunca. Cuentan que los vencejos son capaces de dormir sin dejar de volar. Como en las cajas chinas, un sueño dentro de otro. Soñar un sueño permanente mientras se vuela. Por eso no tenemos alas.
Hace mucho tiempo que no recuerdo mis sueños. Dicen que es imposible no tenerlos. En el ángulo de la noche, quién sabe dónde se han resguardado. Quizá en una cajita con incrustaciones de nácar, junto al corazón herido, latente aún. ¿Qué hace un corazón allí entre botones antiguos y cantos pulidos de tanto rodar por el valle?
A Javier Marías no le gustaban los sueños como material narrativo. Como no recordaba dónde lo había dicho, se lo pregunté a la IA, que me lo negó y construyó en décimas de segundo una argumentación contraria. Volvía a consultar ampliando la búsqueda sobre autores españoles a los que no les gustaran los sueños en novelas o películas. La respuesta era implacable: no hay ningún autor español así. Me quedé perplejo y estuve dando vueltas al asunto todo el día. Al regresar a casa me dirigí a la estantería donde descansan sus libros y comencé a hojearlos y de un ejemplar de Mañana en la batalla piensa en mí cayó un recorte de la revista semanal de El País en la que escribiera Marías. El artículo se titula Un sueño prestado y se publicó el 5 de febrero de 2006. Comienza: "Aunque no soy nada partidario de las narraciones de sueños, sobre todo si aparecen en una novela o en una película -¿para qué me cuentan esto, si sólo es sueño y estamos ya en una ficción?, me pregunto-, hoy voy a relatar uno reciente de mi hermano mayor Miguel, a quien he pedido permiso y a quien entregaré, descuiden, por lo menos la mitad de lo que perciba por este artículo". Recuerdo otras afirmaciones así del autor que contradice a la IA que consulté. Sin embargo, releo bien el artículo: Marías dice que no le gustan los sueños como el que usa para escribir ese artículo.
Yo no creo en los ángeles, pero de vez en cuando siento el aire movido por sus alas.
Yo tampoco creo en ellos, pero como las meigas, "haberlos haylos".
ResponderEliminarLeía todos los domingos el artículo de Marías y creo recordar que no le gustaban las novelas con sueños. A la IA le falta mucho afortunadamente. En cuanto a los sueños, dicen que si despiertas en no se qué fase lo recuerdas y que siempre se sueña. Soy de los que no los recuerdan y mejor así, suelen ser un revoltijo absurdo. El ángel de tu sueño se escondía entre los botones, bien lo conociste pero no sabías que era ángel. Rumor de alas.
ResponderEliminarHay sueños y hay invención de sueños.
ResponderEliminarYo no soy Marías, solo María. A mí me encantan los sueños, y lo que no me gusta es que soy incapaz de materializarlos en negro sobre blanco.
ResponderEliminarLa fotografía que acompaña la entrada es notable; los sueños también.
ResponderEliminarSonhos , toda a gente tem. Pesadelos , são um horror que conheço bem.
ResponderEliminarBeso, querido amigo.
La IA me resulta extraordinariamente irritante. Cuando es precisa, por lista; cuando se columpia, por arrogante, y siempre, por fingir que es humana. Incluso solo por fingir. Para fingir hay que ser poeta. O poeta é un fingidor, y me va a venir la IA…
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