¡Seguro puerto no falte tras cruzar la vida! Ese momento -un día, una tarde, una noche cobijado- que lo es todo, que dure al menos lo que un abrazo largo o lo que una mirada en la cafetería a la que se llega apresurado para evitar la lluvia -ojos que se cruzan y se refugian los unos en los otros-. Apenas nada, una respiración, el débil vuelo de una pluma que cae, mientras llega el sosiego.
De vez en cuando me desarbola el huracán. No lo veo venir, tan a mis cosas. No hago pie de pronto, en una caída hacia adentro. Tardo en salir, siempre he sido de braceo torpe. Me ha pasado hace unos meses y no me di cuenta. La tristeza es una costra que tarda en quitarse.
Mirarte, con la sorpresa de la primera vez. Olvidar tu nombre para aprenderlo de nuevo, sílaba a sílaba, como olvidar tus besos para descubrir tu boca o tu piel.
Ver atardecer con la lentitud de un otoño.
Casi un mes sin aparecer.
ResponderEliminarUn saludo
El huracán no podrá contigo y harás pie.
ResponderEliminarTiempo sin leerte aquí, siempre se te echa de menos. Un abrazo, Pedro.
De todo se repone uno (si se repone, dice la voz en off) Amargos aforismos nos traes, o yo los veo así.
ResponderEliminarEl huracán sopla con una fuerza destructiva, pero después desaparece y el paisaje y la vida continúan.
ResponderEliminarSalud
Ahí vamos, saliendo a flote, en este inmenso mar que nos envuelve.
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ResponderEliminarQuerido Pedro, ya te extrañaba.... que bueno tu regreso.
Beso,
Ali
Esa costra que es la tristeza, Pedro. Si es costra ya, vamos por buen camino.
ResponderEliminarY esos refugios que encontramos a veces donde menos los esperamos.
Echo de menos los abrazos largos. Nuestras madrigueras.
Estás aqui de novo e quanto me alegro!
ResponderEliminarDescemos aos infernos , mas nada nos derruba em definitivo e é esse subir à tona que realmente importa.
Fuerte abrazo, querido Pedro, meu amigo de há tanto tempo.
Quién no quisiera la oportunidad de volver a vivirlo todo como una primera vez.
ResponderEliminarSaludos,
J.
También el Tiempo tiene sus ritmos,
ResponderEliminary en su propio torbellino, no nos damos cuenta de su velocidad, hasta que un día nos hace parar en seco y es enonces, cuando empezamos a mirar, con un poco más de calma.
Besos