Hay algo extraño en la obsesión por las luces navideñas: la desorientación de las aves, deslumbradas por el amanecer mentido del cielo.
Al revisar los papeles atrasados para bajarlos al contenedor de reciclaje, apareció una mariquita entre un apremiante oficio burocrático y un poema manuscrito. Allí quedó el insecto, indeciso y muerto. No recuerdo haber cumplimentado aquel papel y el poema no merecía la pena. Lo más valioso era el cuerpo del coleóptero. Si lo hubiera encontrado vivo, lo habría dejado pasear por el dorso de mi mano para que me contase los nudillos.
Encontrarte de pronto en una calle sin recordar dónde ibas. Meter las manos en los bolsillos y bajar el mentón hacia la bufanda. Seguir caminando.
El frío me seca las manos y las cuartea. A veces, sangro. Me miro las manos, como si fueran ajenas.
Son fechas jodidas, dende la soledad se acentua, y donde algunos animales lo pasan mal.
ResponderEliminarNos desorientamos, es lo que tiene tanta luz y tanta azúcar, no solo los pájaros. Menos mal que el túnel navideño es corto. A abrigarse e hidratarse esas manos. Un abrazo.
ResponderEliminarAbrígate y camina con decisión, solo así te sentirás seguro.
ResponderEliminarSí, hay una absurda competitividad en las grandes urbes por inundar avenidas y calles de miles de destellos y luces varias, y las mareas humanas transitan con los sentidos aturdidos, en esa carrera de las ciudades por ver cual resulta más “deslumbrante” (nunca mejor dicho).
ResponderEliminarUna apabullante iluminación que desorienta a los pájaros, que ya no tienen claro donde acaba el día y empieza la noche con su oscuridad.
Luego, estos pájaros pretenden encontrar refugio en los árboles pero, hete aquí, los árboles van desapareciendo en nombre del “progreso”, la motosierra de los políticos los van extinguiendo de los parques y avenidas, para sustituirlos por cemento, y ensanchar carreteras para ir más cómodos con el coche, o para llegar más rápido (siempre más rápido...) en metro a no sé que estación… “Es el progreso, estúpido”, que dirían.
¿Te imaginas el día en que las grandes urbes compitiesen por ver cual planta más árboles y atrae a más pájaros?
Es tiempo de caminar con la manos abrigadas en los bolsillos, y de alejarse mirando atrás con estupor.
Pedro, abrígate estos días del invierno castellano.
Las lucecitas navideñas desorientan. Si la mariquita hubiese estado viva, con toda probabilidad, también se desorientaría y no podría contar los nudillos de tus manos.
ResponderEliminarA veces entre los papeles encontramos recuerdos que son retazos vivientes.
Salud.
Francesc Cornadó
Las luces creo que las ponen para animar a comprar más, me refiero a las ciudades. La gente va tan deprisa como siempre o más. Si aplicara mi calendario mental ya estaríamos en Reyes. Las mariquitas en invierno, un misterio. Creo que en mi ciudad hay menos pájaros. De niño tenía, en invierno, sabañones , como otros muchos. Me alegra poder volver por aquí.
ResponderEliminarUn abrazo
Las Navidades no serían iguales sin ese alumbrado especial que las caracteriza.
ResponderEliminarCreo.
Saludos cordiales
Y ya eres invierno por allá. A tiempo de pasear esas calles como la haría tu preciado coleóptero.
ResponderEliminarLas luces artificiales quieren hacernos creer que la noche es el día, pero todos sabemos que solo es una apariencia y además muy pasajera.
ResponderEliminarMariquita, quita, cuéntame los dedos que yo no sé hacerlo.
Recuerdos de infancia que a veces, quisiéramos volver a tenerlos.
LLega un momento que la memoria ya se nos despista.
No, no me creo que en estos tiempos todavía algunas manos sigan con los sabañones de antaño.
Besos.
Esas manos cuarteadas me han traído recuerdos dulces. Incluso, las manos cuarteadas saben acariciar suavemente hasta expresar lo que no se puede expresar con palabras. Lo he vivido y lo llevo en mi corazón. Lo llevaré conmigo el que desaparezca.
ResponderEliminarDejo de escribir ahora. El sol de invierno no me deja ver la pantalla.
Gracias, Pedro. Por evocar tanto.