En donde se vacía
el aire
con la dulzura firme del amor.
Atardece la tierra sobre el trigo
infinito del valle
rendido a la cosecha
del día:
el arroyo, la ermita, la bajada
hacia las fuentes,
las risas de los chopos,
la lentitud
amorosa del tiempo.
Llegas herido,
como uno de los corzos
que escaparon del miedo.
El corzo sabe de qué huye y conoce sus refugios. El miedo es peor que el lobo.
ResponderEliminarAmar el tiempo y el lenguaje de la naturaleza sobre los cuerpos: los del campo, los de los edificios, los del paisaje, los de las sonrisas juveniles, los del amor.
ResponderEliminar¿Dónde ir cuando llevamos tanto tiempo huyendo que olvidamos todo lo demás?
ResponderEliminarSaludos,
J.
¡Bellísimo!
ResponderEliminarBesos
Maravilloso este retrato de interior, el último verso me encanta.
ResponderEliminarUn abrazo enorme, Pedro.
Te refieres a septiembre, al otoño. Al los de interior.¿Recuerdas que te dije que agosto duraba lo que un suspiro?
ResponderEliminarUn abrazo
En el paseo,
ResponderEliminarsin cambiar nuestros pasos
somos distintos.
Besos
Que las garras del miedo no amordacen su libertad. Y vuele el corzo...
ResponderEliminarBesos, Pedro.