lunes, 6 de marzo de 2023

tantos jazmines cuanta hierba esconde

 


Góngora describe a Galatea tendida sobre la hierba. La ninfa descansa un momento en su huida de Palemo, que la acosa. Agotada, se siente segura en aquel lugar en el que todo es armonía: el canto de los ruiseñores, el sonido acogedor del manantial cercano. Su cuerpo es el jazmín blanco que esconde la hierba que queda bajo él. Blanco y verde, un verde limpio a la sombra de un laurel que oculta la escena de los rayos del sol, es decir, del propio Apolo. Qué precisión la de Góngora, que acaba de encontrar su propia manera de decir lo que otros muchos habían dicho antes sobre este mito, pero también qué hermosa manera de construir un espacio íntimo para Galatea. Nadie lo había hecho antes porque se habían centrado en la persecución y el dolor final del argumento mítico. Góngora ofrece a Galatea un momento de sosiego en el que toda la naturaleza la abraza y procura su sueño. Curiosamente, ese espacio se convierte en un verdadero locus amoenus gracias al laurel que allí está presente. Este laurel es una referencia directa a otra ninfa, Dafne, perseguida por Apolo y convertida en árbol para que pudiera escapar del acoso del dios sol. Es decir, una ninfa propicia un lugar seguro de intimidad para otra que sufre parecida persecución a la suya. Un alarde de hermandad de causa construido por Góngora.

 ¿Qué soñaría la ninfa? Quizá soñó umbrías serenas, tocar con la mano la corriente del agua, encontrar a quien besar allí por amor o por deseo, la levedad de la brisa. Góngora quiere que el sueño de la ninfa sea dulce, que se olvide durante un breve momento de su perseguidor. Allí la sorprende Acis, que se enamora inmediatamente de ella al contemplar el cuerpo desnudo de la hermosa ninfa tendido en la hierba, pero con un amor correspondido y, por lo tanto, acorde con la armonía. Ambos atrapados por una sensual conjunción de todos los sentidos físicos.

El mito avisa de que todo terminará mal, con la muerte del amado. Góngora no puede evitar el final del mito, pero delicadamente deposita el cuerpo desnudo de Galatea sobre la hierba y deja que se vaya hacia el sueño, besada por la brisa, el rumor de la fuente y el sonido del ruiseñor, que canta. Su cuerpo, blanco como la nieve, es comparado con el jazmín y, por lo tanto, trasformado también en aroma inolvidable. Como si el mundo fuera siempre así, sosegado y hermoso.

¿Cuánto tiempo hace que no sueño?


La fugitiva ninfa, en tanto, donde
hurta un laurel su tronco al sol ardiente,
tantos jazmines cuanta hierba esconde
la nieve de sus miembros, da una fuente.
Dulce se queja, dulce la responde
un ruiseñor a otro, y dulcemente
al sueño da sus ojos la armonía,
por no abrasar con tres soles el día.

                        (Fábula de Polifemo y Galatea, XXIII)

6 comentarios:

  1. Quizá Góngora fue el primer feminista "de verdad" de la hitoria ; )

    Un beso

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  2. Góngora nos permite refugiarnos junto a la ninfa en su paraíso de jazmines, soles y ruiseñores. Es la magia efímera de la literatura, sueños de papel que nos ayudan a vivir. Un gran poeta con mala imagen, injusta.

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  3. Leer y entender a Góngora tiene mucho mérito.
    Te felicito por la merecida promoción que haces de su obra.
    Selo merece

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  4. Qué poco he leído a Góngora (o hemos leído, porque sospecho que es una deficiencia generalizada) Así que agradezco tu reseña.

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  5. Siempre me he preguntado a que sabe la mezcla de Laurel y Jasmin, siendo el aroma del jasmin dominante ¿logra ahogarlo completamente?

    Gracias por esta delicada delicia de Góngora.

    Besos
    (Estoy de regreso en Montevideo)

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  6. Para contestar a tu entrada, cojo el libro de las famosas "Mil mejores poesías de la Lengua castellanas" y encuentro este poema que Cervantes, le dedica al autor cordobés.

    (Elogio a Góngora)

    Aquel que tiene de escribir la llave,
    con gracia y agudeza en tanto extremo,
    que su ygual en el orbe no se sabe
    es don Luis de Góngora, a quien temo
    agraviar en mis cortas alabanzas,
    aunque las suba al grado más supremo.

    Besos

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