He bajado hasta el río. La luz de esta tarde de otoño doraba las piedras. En el descenso, sentía una ansiedad en el pecho. ¿Y si el río ya no estuviera, si yo no llegara a él, perdido en el laberinto implacable de los pozos? En el puente vi que el sol se iba ya y la ciudad contenía la respiración en ese momento frágil del atardecer en que todo se decide. Una balanza fiera que decide el día. ¿Si será el último, el que asolará la vida en estas calles? En la ribera del río, un gran cormorán agitaba sus alas para secarlas en este último sol del día. Magnífico, su pulso era el ritmo de las cosas, ajeno a la hora decisiva. Vivía sin temor junto a las aguas del gran Duero, confiaba sin más en el segundo presente. Aquí y allá, síntomas, huellas del futuro. La tarde ha sido plácida. En el aire, hacia la noche, hay un amoroso aroma de vida.
No tengo dudas de que nos iremos antes que el río, pero no sé qué río dejaremos atrás...
ResponderEliminarSaludos,
J.
A la orilla del río de oro, se agita el otoño de ocres viejos mientras las aguas nos recuerdan que siempre son otras, otros dorados con sus muecas líquidas que son la metáfora de nuestros pasos por la ribera.
ResponderEliminarSaludos
Francesc Cornadó
Es curioso que pese a haber estado en varias ocasiones en Zamora, no la conocemos, siempre ha sido un punto de llegada nocturna para salir por la mañana a otro punto.
ResponderEliminarEl río que hemos alimentado entre todos y al que llamamos padre. Ir a Zamora y disfrutarla desde allí, desde la otra orilla, es como revivir en un momento toda nuestra historia, todo lo que somos los de aguas arriba.
ResponderEliminar¡Cuánta nostalgia en esta entrada! De esa ciudad que he visitado varias veces.
ResponderEliminar¡Qué belleza de ciudad y de recuerdos!
El Duero en Zamora va cargado de sabiduría. Y qué guapo se le ve.
ResponderEliminarSeria bom que os seres humanos tivessem essa inconsciência do corvo marinho relativamente à fragilidade da Vida.
ResponderEliminarGostei muitissimo do teu texto.
Forte abraço, amigo mio, boa semana :)
Zamora no se conquistó en una hora como todos sabemos. Por algo sería.
ResponderEliminarAdmirar un atardecer junto al río Duero... En la vida hay muchos lujos intrascendentes, hay que seleccionar bien los que merecen la pena, como éste.
ResponderEliminarZamora es una de las dos capitales de provincias de España que me falta por conocer...
ResponderEliminarEl aroma de vida es lo mejor de lo mejor y sé que le debo una visita a Zamora y a las Peñas de Santa Marta.
ResponderEliminarBesos
Visité Zamora en un 31 de diciembre de 1983 y escribí este poema:
ResponderEliminarSe posan lentamente,
las luces en el Duero
enredando con la tarde
un rosa anaranjado.
Años de piedras viejas
cercados de murallas
y eterna contemplación,
preguntan a los árboles
qué han hecho con sus hojas.
Ha llegado el invierno
cortejando Zamora
y en serena soledad
un paraíso de colores
engendra el atardecer.
Luz del Olmo
Quedé embrujada por el invierno en esta ciudad castellana. Así que no me extraña nada de lo que escribes. Realmente es una ciudad bella y más en invierno.
Besos
En ese paisaje de las fotografías habitan algunos pasos borrados que hace ya muchos años dio mi juventud por él... Catedral, castillo, mirador, carretera, río, puente de piedra, juergas... Esas fotografías me evocan muchos recuerdos...
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