(Los buenos deseos de Año Nuevo se amontonan en las escombreras de enero.)
En la Universidad imparto un monográfico sobre las emociones en la literatura y hoy he querido hablar de cuando la literatura se convierte en eje central de las mismas. Nos emocionamos ante muchas cosas: la visión de un atardecer, por ejemplo, pero esta emoción es efímera. Para retenerla debemos convertirla en un objeto, una fotografía, que nos permitirá evocar la emoción al contemplarla. Hay otra forma más intensa, relatarla, que el objeto en el que convertimos la emoción sea el texto literario. Al trasformarla en un relato damos una nueva vida a aquella emoción primera y se convierte en sustancia misma de una nueva emoción en cada relectura. Besamos, por ejemplo, y ese beso se convierte en memorable en nuestro recuerdo. Para que este beso sea más, debemos relatarlo: el beso en la mejilla de de Miguel Hernández a Josefina Manresa cuando eran novios (Te me mueres de casta y de sencilla). Si queremos que sea aún más, lo elevamos a un beso dentro de otro beso, dentro de otro. En la rima XXIX (35), Gustavo Adolfo Bécquer nos cuenta un beso que es más que un beso (Sobre la falda tenía). Este beso de los personajes de la rima nos lleva a otro, el de Francesca de Rimini y Paolo Malatesta que nos cuenta Dante en el Canto V de la Divina Comedia. Un beso que les costó la vida cuando el marido de Francesca y hermano de Paolo los sorprende y mata. Allá están, en el Infierno, y Dante se apiada de los amantes y los comprende. Francesca le cuenta que ellos se besaron cuando en el libro que leían se besaban Lancelot y Ginebra, esposa del rey Arturo. De pronto comprendemos el primer beso y sabemos que los personajes de Bécquer se besan en contra de las convenciones sociales y que se atreven a romperlas y dar cauce a sus emociones porque son lectores. Quizá se amen, pero mucho más ha tenido que ver la literatura: ha creado la situación en la que la emoción permite el beso. Quizá otros amantes se hayan besado al leer la rima becqueriana. Llega un momento en la vida en el que comprendes que la emoción más sublime es el relato de lo vivido.
Si, pero los relatos también tienen caducidad, solo los grandes relatos perviven.
ResponderEliminarda mi basia mille, deinde centum,
ResponderEliminarBuscamos emociones literarias y volvemos a ellas, cada vez más sabrosas. Lo mismo hacemos con lo bueno vivido, mejor todavía si lo literaturizamos.
ResponderEliminarEstuve ahí, escuchaba y hacía mías las emociones literarias que nos ibas ofreciendo en cadena : Virgilio, Dante, Bécquer, Antonio Colinas...Y después de los aplausos, el pensamiento se me iba a mi lectura de esa misma mañana, nada que ver pero emoción...Era la de unas mariposas con las alas llenas de sangre que volaban sobre los muertos de la batalla de Arapiles, capítulo cuarenta, Galdós. Sí, tenía que ver, comenzaste hablándonos de la tumba de un legionario moribundo tras una batalla en tierras hispanas, lector de Virgilio...Cadena de emociones es la literatura. Gracias por la clase de ayer, no fue a la escombrera.