Limpiando las estanterías, ha aparecido este cenicero de cerámica. Recuerdo bien cuando lo adquirí, en un pueblito de la Mixteca oaxaqueña en la que preguntábamos por una notable mujer de allá con la que finalmente no pudimos encontrarnos. En su lugar, apareció una niña mixteca que nos mostró las piezas de cerámica que había confeccionado. Lo hizo con el orgullo sencillo de quien sabe que no pretende más que enseñar su trabajo y su valor, en cariño y tiempo, con toda la ilusión posible. Le compramos varias, pero a mí me llamó la atención desde el principio este cenicero para el que ella había tomado como modelo su propia mano, chiquita pero ya fuerte y trabajadora. En el viaje de regreso en avión, se rompió uno de los dedos, que volví a unir con un pegamento especial para cerámica. Hoy he tomado su mano y he acariciado la sutura. He vuelto a dejar el cenicero en su estantería, con cuidado. Hay cosas, me he dicho, de las que no podré desprenderme nunca. He pensado en la niña, que habrá entrado ya en la adolescencia (tan temprana en aquellas tierras). No sé si continuará o no en su pueblo o habrá emigrado, como tantos jóvenes. El almacén de donde sacó sus objetos estaba en una calle alta. A la izquierda descendía un camino de tierra, con una furgoneta aparcada. En la esquina de abajo del edificio, una vieja chapa anunciaba que allí se vendía Coca Cola.
A lo mejor ella en sus recuerdos :recuerda ese día como uno de los mejores porque su esfuerzo se vio compensado con una buena venta a unos visitantes.
ResponderEliminarTe comprendo, a mi me pasa con muchos objetos ,que tienen su pequeña anécdota y como valor solo el afectivo.
Hay recuerdos que quedan anclados en la memoria. Nunca te puedes desprender de ellos.
ResponderEliminarSaludos
Mano sobre mano, ese trozo de barro tiene alma, se volvió imperdible e inolvidable. Las chapas descoloridas de la Coca Cola llegan a los rincones más olvidados del mundo, por qué serà.
ResponderEliminarLas cosas que se encuentran cuando se hace limpieza y los recuerdos que traen.
ResponderEliminarHay recuerdos que se graban a fuego en nuestro ser y es imposible desprendernos de ellos. Me encantan las manos.
ResponderEliminarUn abrazo enorme, Pedro.
El problema de los objetos que adquirimos es que nos vinculan demasiado a las experiencias vividas y a las personas que hemos conocido, y luego la nostalgia.
ResponderEliminarHago mías las palabras de Fackel.
ResponderEliminarAlgunos recuerdos quedan grabados en los objetos mucho mejor que en la memoria.
ResponderEliminarSaludos,
J.
Te entiendo perfectamente. Hay recuerdos imborrables. Me encantó Oaxaca, Chiapas, etc de México. Sé que en algún momento volveré.
ResponderEliminarBesos
Hay tantos mundos simultáneos...
ResponderEliminarTengo una de cuando mi hijo cumplió un año... y la conservo como oro en paño.
ResponderEliminar¡Cómo te entiendo!
Besos, Pedro.
Los objetos que guardaos o tiramos, tienen su propia historia y anclados en nosotros, decidimos su destino.
ResponderEliminarBonita historia de tu estancia en Mexico.
Besos
Estos recuerdos, como los objetos a ellos unidos, no se pueden despachar de nuestras vidas, tienes razón.
ResponderEliminarAbrazo grande, Pedro.
;)