domingo, 31 de octubre de 2021

La modernidad de Don Juan Tenorio

 


Acabo de salir del Teatro Zorrilla de Valladolid. He visto, una vez más, Don Juan Tenorio, en el montaje de la Asociación de Amigos del Teatro, de la que soy socio. He hablado ya aquí de cómo se trata de una de las mejores representaciones de la obra que se pueden ver hoy en día, respetuosa con la tradición y el texto. Desde hace cuarenta años no han faltado al encuentro con el público en estas fechas.

No renuncio a cumplir con la tradición. El drama de José Zorrilla reúne todos los componentes de una fiesta teatral y esa es la razón primera para que sostenga en cartel desde su estreno en 1844. Permite montajes tradicionales, novedosos, antidonjuanes y tópicos, puestas en escena ripiosas y absoluta y radicalmente innovadoras, parodias y adaptaciones, todo. Y ahí sigue, año tras año. Que sea una fiesta del teatro, como supieron ver Buñuel, Dalí y García Lorca, que lo montaban cada año con entusiasmo en la Residencia de Estudiantes, es solo uno de sus valores. No el menor, porque le dota de una radical modernidad y una plasticidad en las manos de un buen director de escena, que puede jugar con toda la tradición escénica que implica. Claro, para eso hay que saber lo que se tiene entre manos.

Hay otros valores que dotan a la obra de modernidad. En primer lugar, seamos o  no católicos o creyentes, en el drama de Zorrilla se defiende una religión del amor por encima de la religión autoritaria. Esta evolución, en el momento en que fue escrita, significa un posicionamiento claro, en una España dividida entre sectores progresistas y conservadores, y se encuentra en el núcleo de la mirada del autor, en la creación del personaje de Inés y en la trasformación de su Don Juan. Hoy, que sectores cristianos parecen echar marcha atrás en la concepción de este mensaje de amor y retornar a una mirada autoritaria y severa de la religión, Don Juan Tenorio vuelve a estar de actualidad por esta razón y les da oportuna réplica a los comendadores de turno. Relacionada con esta, hallamos otra razón de la radical modernidad del drama de Zorrilla: la conflictiva relación entre padre e hijo, la rebelión de este basada en sus emociones y libertad, que es coherente incluso en su trasformación final, en la que el padre no existe como referente, puesto que no deja de proceder de un mundo antiguo. Nadie había dramatizado antes esta libertad de un hijo frente a la figura paterna, salvándolo finalmente.

Finalmente, hay algo clave para aceptar hoy a este Don Juan y es su evolución, su capacidad para el cambio. Cuando Zorrilla lo escribió, en 1844 era una propuesta nueva y hoy, un tiempo en el que vuelve la rigidez mental y negamos la oportunidad de cambiar a las personas, lo vuelve a ser. Posiblemente, nuestro época se ha convertido, de nuevo, en tiempo de Don Gonzalo de Ulloa. Por desgracia.

Frente a tantas críticas absurdas y estereotipadas, que suelen proceder de quien no ha leído la obra, Don Juan Tenorio sostiene bien su mensaje y teatralidad.

8 comentarios:

  1. Estamos volviendo a algo que pensábamos haber dejado a otrás. Es tiempo de "comendadores" y vienen con extraños disfraces. Son de piedra, no cambian ni cambiarán, que no nos engañen. Que siga vivo el mensaje de don Juan Tenorio.

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  2. Aun recuerdo cuando en la televisión pública se emitía teatro y, en estas fechas de difuntos, se representaba en la TV el Tenorio, ahora solo vemos basura.

    Saludos

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  3. Proceso de adaptación. Muy recomendable en estos tiempos actuales.
    Una reflexión muy de aplaudir.✔💚

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  4. Infelizmente, nunca vi a peça.

    A rigidez é sempre muito má.

    Querido amigo, que tenhas um óptimo Novembro .

    Besos

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  5. Interesantes matizaciones, pero creo que la tradición clerical autoritaria la llevó a su huerto y sepultó cualquier conato rebelde.

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  6. Hay obras que soy eternas.

    Me hubiera encantado ver esta representación.

    Besos x 2

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  7. Es atemporal.
    Universal.
    Y pasará el tiempo... y olvidarán jaloguín, pero no la figura del Don Juan.

    Es lo que hay, y le pese a quien le pese.

    Besos, Pedro.

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