Por mucho que me haya acostumbrado al granado, siempre me resultará exótico. Cuando florece en primavera, carmesí y naranja, me lleva lejos en el espacio y en el tiempo, a ese origen lejano antes de que inundara el Mediterráneo y llegara al sur de la península ibérica. El fruto madura en otoño y lleva en sí el embarazo del mundo. Desgranarlo es sacar cada uno de los misterios que nos diferencian, pero también los que nos unen dentro de la coraza que los protege. No en vano, en algunas culturas simboliza el cosmos.
Tomo en mi mano esta granada y la sopeso. ¿Cuándo comí por primera vez una granada? Antes de abrirla, no sé si los granos están en el punto adecuado de su maduración. Como cuando te sientas junto a alguien a conversar sin prisas y las palabras se hacen grano.
Sabes que las granadas me recuerdan a las navidades de mi niñez? Recuerdo que mi madre siempre las ponía con la escarola, a mí no me gustaban.
ResponderEliminarBesos.
Disfrutamos de las palabras bien desgranadas, en su punto, como los granos de una jugosa y bonita granada.
ResponderEliminarMe gusta más el árbol que el fruto. Es un árbol delicado y sencillo. Siempre me ha parecido que la granada es uno de estos alimentos antiguos, buenos y saludables, pero prefiero las manzanas y los melocotones.
ResponderEliminarSaludos
Nada que añadir a tus dos aforismos. Me han encantado ese símil que haces del granado y la granada con el propio mundo.
ResponderEliminarBesos