Tres flamencos pasaron sobre nuestras cabezas en formación. Venían de las marismas, de comer langostinos en la piscifactoría, unos quilómetros más abajo. Nos quedamos mirando su elegancia. Iban tierra adentro, como tres dardos ágiles, largos y sinuosos que supieran abrir el aire con poco esfuerzo. Rompió el silencio el cabrero, contando que la mastina andaba en celo y el macho no dejaba que se le acercara nadie. Dentro de poco comenzarán a parir las ovejas, dijo, y estos cuatro mastines me alejan las alimañas. Le pregunté si este año había muchos zorros. Una puñá, pero son peores los meloncillos. Esos se encaran con los perros y los enfrentan. Es buen tipo el cabrero, buena gente de campo, fiel a su gente y sus principios. El primero de ello es dejar a la gente en paz. Hace tiempo él puso un lechazo y nosotros, como no quiso ir a partes, vino, queso y el horno. Yo lo asé a la manera de mi tierra. Fue una buena velada, que hemos quedado en repetir cuando todo esto termine.
Por aquí, los primeros meses de la pandemia fueron tranquilos, con pocos casos. Este verano las cosas han cambiado. Por un lado, las condiciones en las que se tenía a los jornaleros (jóvenes emigrantes en su mayoría) en las primeras semanas de la temporada de fruta. Los campamentos en los que vivían llegaron a sufrir varios incendios, no aclarados suficientemente todavía. Parece que la alarma hizo que se corrigieran algo las cosas, no sé si lo suficiente. Por otro, el turismo de este verano. El caso es que, aunque todavía es de las zonas de España en las que parece haber menos contagios, los casos han aumentado.
El puente, cerrado durante el confinamiento, está ahora abierto, aunque con obras. Vuelve a unir España y Portugal. El Guadiana pasa por debajo de su esbelta figura, turquesa y misterioso, camino del mar.
¡¡Lechazo, vino, queso!!, no está nada mal, me gusta, me gusta mucho.
ResponderEliminarLo que ha tenido que ver el Guadiana a lo largo de los siglos, aunque nunca fuera -lo dice Heráclito- el mismo río. Y mira lo que se aprende de un cabrero, no conocía yo lo del mamífero meloncillo. Pero todo va a cambiar con esta peste que nos aflige. Con esta y con la de los malvados e incompetentes que ni hacen ni dejan hacer. Una crónica muy visual y precisa. Un abrazo.
ResponderEliminarLos flamencos como una flecha rosada y la voz del cabrero que nos hace aterrizar. El celo, el alimento, la pandemia, el puente que separa y sentimos el fluir de las aguas del Guadiana. El río como los flamencos.
ResponderEliminarLa vida pasa en el sur igual que en cualquier parte, somos nosotros los que la vivimos de otra manera... Siempre la intensidad la ponemos nosotros.
ResponderEliminar¡Cómo te mimetizas con lo de allá abajo!
ResponderEliminarComo escribe ,𝐦𝐨𝐣𝐚𝐝𝐨 𝐩𝐚𝐩𝐞𝐥 somos nosotros los que vivimos de otra manera. Pero no es extraño: Ya no somos los mismos que una vez fuimos.✔💚
ResponderEliminarBeatus ille. Si escuchásemos más a nuestros clásicos y volviésemos a leer la oda a la vida retirada... ni España vacía, ni necesidad de aprender a golpes de pandemia, ¿verdad?
ResponderEliminarBesos, Pedro.
Cuentas muchas cosas en poco espacio. Pasan tantas cosas. Mi amigo holandés siempre dice que España es grande, en tamaño quiere decir.
ResponderEliminarUn abrazo