Me traje de la mar la mar en brazos, de Cacela Velha a Béjar. Desde aquí, el mar reconoce cerca Portugal y mira nervioso hacia Castilla. Es curioso cómo se mecía el mar durante el viaje, acunando la luz que entraba por las ventanillas del automóvil. Quería volver al mar, pero también empujaba hacia el páramo castellano.
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Desde la antigua ciudad azul y blanca el mar parecía el de otros años. Con qué facilidad nos engaña su belleza.
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Este verano, el mar ha sido breve, como si pudiera llevarlo en el cuenco de la mano.
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Las olas rezan
el extenso misterio
de nuestro origen.
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Cavaba un hoyo para meter el mar adentro. Me arrodillé junto a él para intentarlo.
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Con el mar en brazos te seguí fuera de la playa, como un fugitivo. Te volviste a mirarme y sonreías, ocultando al sol tus ojos con las manos en un delicioso juego de tonos verdes. Aquel día atardeció lento, hermoso y turquesa.
En el mar se mecen nuestros sueños y nuestros recuerdos. Frente a él nos reencontramos.
ResponderEliminarLas olas vienen y van, nunca nunca sabrás el misterio de la vida, niño curioso.
ResponderEliminarUna entrada de azules azules y turquesas como turquesas. Y el sol en unos ojos.
Otro interesante lugar para sumar a la lista de los que nunca conoceré...
ResponderEliminarSaludos!
J.
Me gustan todos tus aforismos sobre el mar, incluido el haiku. ¡Cómo te inspira el mar! Yo espero verlo en septiembre, si es que nos dejan las circunstancias.
ResponderEliminarBievenidos a la Meseta.
Besod
A mí el mar me da mucha sed, me gusta, pero soy más de páramo castellano, llevo en mi sangre el terruño donde se hunden mis raíces...
ResponderEliminarMe gusta ese propósito de inspiración Agustiniana de meter el mar en un hoyo... creo que es la aspiración que todos tenemos de meter todo el conocimiento (el verdadero) en el hoyo de nuestro intelecto... algo que no debemos dejar de intentar... es la misión en nuestro regreso a Ítaca...
Abrazo