Huele a albahaca, le dije a Ramiro. Aspiramos los dos el aire frío de aquella mañana de invierno. Salíamos de la Universidad y éramos jóvenes.
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Después, el tiempo.
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De todas las mujeres que he amado, tú me tienes. Me has enseñado paisajes y la risa. Me mostraste el mar como si el mar no fuera. Tus pies, en aquel remanso del Duratón, abrían el camino del agua.
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Ahora que no podemos tocarnos, te toco. Deslizo mi mano por tu cuerpo buscando perderme en él para cartografiarlo. Toco tu cuello con las yemas de los dedos. Amenazo con morderlo y se te pone la carne de gallina e intentas evitarlo, pero te dejas. Te muerdo suave y me lleno de ti la boca. Apartas mis dientes y me besas. Me dejo hacer, ahora eres tú quien explora, sumergiendo tu mirada verdevida en el mapa de mi cuerpo. Y se nos llena el abrazo de dedos nocturnos de estrellas y viento de luna.
© Pedro Ojeda Escudero, 2020
No provoques que voy corriendo para allá.
ResponderEliminarEl pasado se hizo recuerdo y tiempo en tu texto y el presente se hizo amor, pasión y el "no tocar" transgresión y concierto...
ResponderEliminarEl recuerdo se puede tocar y ya nada es tocable. Cosas de la vida
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ResponderEliminarMe enamoras Pedro, me enamoras!!
Un gran abrazo a tu corazón!!
Ali
De la albahaca al viento de luna.
ResponderEliminarYa queda menos.
ResponderEliminarImportante la tenencia: sea de facto o sea de imaginatio.
ResponderEliminarLa memoria es selectiva, pasado, presente.
ResponderEliminarUn abrazo
ResponderEliminarNo, nos dejan tocarnos, pero nos saltamos las reglas y queremos ser agua, cuando la otra persona sea tierra, y viceversa. Las caricias son fundamentales para nuestra supervivencia.
Besos