A muchos les extrañará que José Luis Cancho (Valladolid, 1952) publique un libro de poesía. En su trayectoria como escritor figuran cuatro novelas (El viajero junto al mar, 1999; Grietas, 2001; Indicios, 2004; Lento proceso, 2013) y una autobiografía (Los refugios de la memoria, 2017) con la que obtuvo el Premio de la Crítica de Castilla y León. En su perfil de Facebook dejó algún rastro hace unos meses sobre esta dedicación a la poesía. Sin embargo, quien haya leído con atención Los refugios de la memoria, observaría en ese texto un profundo sentido de la poesía como herramienta de escritura y un trabajo minucioso con el ritmo, la melancolía y el misterio que nace de la mirada adecuada a lo más cotidiano para crear belleza. De hecho, esta autobiografía y el libro de poesía que aquí reseño tienen mucho en común, incluidos algunos textos que leídos de nuevo en este volumen adquieren su plena condición de prosa poética. En común tienen también la mirada hacia el pasado, un cierto sentido de balance y testimonio recogido en las alusiones a lo vivido (relaciones amorosas, la experiencia del viaje, la dureza de la prisión en la que el autor fue sometido a torturas por la dictadura franquista, etc.).
El libro se dedica significativamente a amigos que ya no están (José María Calleja, Tomás Salvaor González, Federico Alonso) y se abre con tres textos que anticipan al lector lo que se encontrará en el resto del volumen. En el primer poema, que termina en un verso que resume la actitud de la voz poética (Es tan largo el invierno y la luz tan breve) se interroga sobre el sentido de lo que se ve al alcanzar la edad en la que todo parece declinar: ¿Como interpretar la herrumbre en la arboleda? Tras definir su actitud, el poeta se presenta en el segundo poema: Poseo el secreto de los nómadas: / he sido un pez, un ángel y un árbol muerto. Ya en estos poemas, el lector se encuentra con algunas de las claves de todo el libro: el viaje en el que ha consistido la vida durante el que se ha cosechado un puñado de momentos que se almacenan en el recuerdo, la reflexión profunda llegado ese invierno en el que la madurez comienza a llamarse de otra manera y el conflicto permanente con el deseo, aún vivo. El poeta lo expresa con imágenes relativas al agua (el río, la lluvia, el mar, la nieve), que siempre trasforma lo que toca, y elementos que siendo inicialmente opuestos se aproximan: En la piedra también hay blandura, en lo negro late lo blanco, en el hurón habita el cisne. No hay una naturaleza estática en Cuaderno de invierno: el pasado llega al presente en una poderosa conciencia del tiempo.
En la primera sección, Del frío, el poeta camina bajo la lluvia por la ciudad intentando dar nombre a los lugares y ordenar los recuerdos que se dejan arrastrar por la melancolía de la lluvia. El último de los textos tiene intención de poética desde su mismo título. Llueve sobre el vidrio de la ventana:
Transparente exposición de agua y luz,
fugaz escuela sin maestros ni discípulos
sin nombre y sin huellas.
Puro estilo de la nada.
Ojalá, así, el arte.
La segunda sección, Del abandono, nos aproxima al cansancio vital tras una reflexión sobre lo vivido y perdido (un cansancio como forma de estar en la vida para abrirse al mundo sobre el que también se reflexiona en la siguiente sección del libro):
Tantas despedidas, tantos adioses.
El deseo nace y se extingue
junto a un río que fluye inestable.
La tercera sección, De la nieve, es la más amplia. En ella está presente la condición de náufrago tras lo que se ha vivido: Aferrarse como náufragos y sobrevivir. Esta condición empuja al poeta a buscar una isla en la que refugiarse, pero no hay certezas:
¿A qué playa retirarse que el filo
de la arena no nos dañe?
La búsqueda comienza por el recuerdo de lo que fue y alcanza a los últimos lugares de la memoria, como en el estremecedor poema El viejo barrio, el más largo del libro:
Los patios son el último
reducto de la inocencia,
como plazas civiles donde vienen
a posarse los pájaros.
Camina el libro hacia el reencuentro con el presente (Todo es presente. Todo está en calma. Atardece.) y una cierta voluntad de encontrar de nuevo la luz y la primavera:
Comienza a decaer
el rigor del invierno.
José Luis Cancho ha escrito un libro de gran hondura poética, una reflexión profunda sobre la vida plagada de aciertos expresivos y unidad de tono. Le acompañan las referencias expresas o implícitas a Bachelard, Gamoneda, Blaise Cendrars, Pere Gimferrer, Félix Grande, Agustín García Calvo, Enrique Molina, Flaubert, Pasolini, Koestler, etc. Estas lecturas no le llevan a un mero cuadro de referencias, se han hecho suyas y le ayudan a comprender y expresar ese momento de la vida en la que parecería que todo se ha terminado, pero la vida entera se impone al sumar lo vivido y el presente y uno debe continuar, aunque sea con la condición de náufrago, porque el deseo y los sueños permanecen.
No hay nada más humano que el cansancio
ResponderEliminarNo la fatiga
El cansancio que nace de repetirse de intentarlo una y otra vez
El cansancio del conocer la falta de esperanza
Y saber de antemano el sabor de la derrota
Besos amargos,flores de pétalos de sal en tu boca
Quién invoco el martillo sobre el yunque del destino
Que mano enemiga inicio los golpes
Que daga ha de forjarse
Que de cansancio hiera el alma, sin tocar la carne
Tal vez una palabra "Atacama"llame al cansancio insuperable
(Agustín Merino)
Como ves, mi hermano cogió el libro y se me adelantó.
ResponderEliminarReleo El refugio de la memoria y leí, en paralelo, el Cuaderno de invierno. No me extraña que José Luis Cancho escriba poesía, aquellas flores de Atacama... La poesía, la leo muy poquito a poco.
No sabía de este libro. ¿Sabes si se presentará en Valladolid?
ResponderEliminarEn Valladolid Letraherido tiene las puertas abiertas
EliminarComo de costumbre, haces sugerentes propuestas de lecturas
ResponderEliminarApuntado queda, mil gracias por traerlo.
ResponderEliminarAbrazos.
Interessante proposta. Pena que o intercâmbio entre os nossos países seja tão pouco.
ResponderEliminarAmigo mio, buen finde .
Abrazo fuerte.
¡Qué bien lo explicas, Pedro! Los versos que nos has trasladado del autor me han puesto melancólico y me han dejado pensativo... me han gustado mucho... Igualmente me ha gustado mucho tu texto sobre el libro...
ResponderEliminarAbrazo
Después de leer "Los refugios de la memoria" estoy deseando leerlo. Me encanta como escribe José Luid Cancho.
ResponderEliminarBesos