Seguimos en fase 0 aliviada. Hoy hemos comenzado a caminar un poco antes de lo habitual y eso nos ha permitido, entre la subida al Castañar y la trocha de la Fuente del Lobo hacia Santa Marina, encontrarnos y saludar a la distancia requerida a varios de los amigos senderistas de la asociación recreativa y cultural Libre albedrío que fundamos en Béjar hace unos años y cuya principal función es reunirnos en el campo para festejar que estamos vivos comiendo y bebiendo lo que haya menester y hasta donde alcance. Por suerte, todos están bien y ya hemos mantenido varios encuentros de grupo por videollamada. La asociación, como indica su nombre, rinde culto a la película Amanece que no es poco de José Luis Cuerda, director de cine al que por aquí se le profesa verdadera devoción, como a Faulkner. Nos hemos citado para reunirnos en el campo en la primera ocasión que nos permita la norma, llevando cada uno sus viandas para no romper el distanciamiento. Tengo ganas de encontrarme con todos, seis hombres y seis mujeres, en un amplio círculo para brindar porque nuestras mujeres tarden en quedarse viudas y comentar de nuevo aquel té de Manolo que nos supo a caldo de pollo, aunque él lo alabara como excepcional en la subida a la Muela en un día muy frío de invierno. Mayca fue la única que lo expresó en voz alta, provocando una carcajada generalizada porque el resto nos habíamos contenido la opinión por no defraudar a quien con tanto interés nos obsequiaba. Desde entonces, cada vez que lo recordamos -que es cada uno de los días que salimos en grupo-, Manolo nos amenaza con cortarnos el suministro del té habitual, que prepara con sabiduría, cariño y paciencia y lleva caliente en invierno y frío en verano, siempre a la justa temperatura. No cumple la amenaza, por supuesto, no sabría cómo hacerlo ni su conciencia le dejaría.
En la subida me he entretenido en tomar algunas fotografías de amapolas. Reconozco que no me salen bien las imágenes de esta flor, hay algo en ellas que no se deja captar tan fácilmente.
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En la subida me he entretenido en tomar algunas fotografías de amapolas. Reconozco que no me salen bien las imágenes de esta flor, hay algo en ellas que no se deja captar tan fácilmente.
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Esta pandemia, como todas las situaciones excepcionales, genera su propio manojo de palabras y expresiones, muchas de las cuales se usan un tiempo y desaparecen, pero otras quedan. De ellas, algunas ya estaban en la lengua y recogidas en el Diccionario de la Real Academia, otras no, pero pertenecen al lenguaje científico y saltan ahora a las conversaciones, incluso en las más coloquiales; unas cuantas proceden de traducciones más o menos afortunadas del inglés. A veces las utilizamos por similitud y cercanía. Todos hablamos de pandemia, epidemia, coronavirus, confinamiento, desescalada, seroprevalencia, etc., aunque no tengamos entera noticia de su etimología y correcto uso. También se generaliza el uso de los nombres de medicamentos y sus principios activos como si fuéramos farmacéuticos especializados y los empleáramos cuando se podía ir a tomar un café al bar de la esquina.
Hace unos días, mi colega y amigo Miguel Ángel Lama me animaba a publicar algunas de estas notas sobre cuestiones lingüísticas de la pandemia que he venido anotando y que pueden dar para un trabajo extenso. Acabo de comprobar que hace unos días fue el 1º de mayo, en un intercambio de comentarios en una entrada del buen blog que escribe y en el que ha mantenido un excelente diario sobre el confinamiento (Diario de estos días, lo ha titulado) hasta unos días después de que en su ciudad, Cáceres, llegaran a la fase 1, coincidiendo con la pérdida de un ser querido. Hace unos días se convierten así, a lo tonto, en más de veinte. Una de las consecuencias del confinamiento es la pérdida de la noción del tiempo. Puedes saber qué día es de la semana, pero quizá no tengas la medida de cuánto tiempo ha trascurrido desde que sucediera algo.
Hace unos días, mi colega y amigo Miguel Ángel Lama me animaba a publicar algunas de estas notas sobre cuestiones lingüísticas de la pandemia que he venido anotando y que pueden dar para un trabajo extenso. Acabo de comprobar que hace unos días fue el 1º de mayo, en un intercambio de comentarios en una entrada del buen blog que escribe y en el que ha mantenido un excelente diario sobre el confinamiento (Diario de estos días, lo ha titulado) hasta unos días después de que en su ciudad, Cáceres, llegaran a la fase 1, coincidiendo con la pérdida de un ser querido. Hace unos días se convierten así, a lo tonto, en más de veinte. Una de las consecuencias del confinamiento es la pérdida de la noción del tiempo. Puedes saber qué día es de la semana, pero quizá no tengas la medida de cuánto tiempo ha trascurrido desde que sucediera algo.
Este manojo de palabras es usado con alegría por los miembros de una abundante colección de personas practicantes de un comportamiento que se ha dado en llamar cuñadismo por ese cuñado que hay en todas las familias que pretende saber de todo y cuyo conocimiento no suele pasar de una mala digestión de información variada, consultas apresuradas en la Wikipedia y páginas poco o nada fiables de internet que maneja con soltura desde su móvil o su ordenador sin comprender casi nada en realidad ni poder conectar el saber de forma coherente, pero que sentencia cada vez que habla. Es tal la confianza de este tipo de personaje que incluso leyendo este párrafo no se sentirá aludido.
(Aquí convendría una digresión sobre el cuñadismo en la poesía, pero no quiero apartarme del tema.)
Más interesante es el intento de construir una nueva realidad a partir del lenguaje. No es un fenómeno nuevo, porque ha ocurrido siempre que muchos cambios buscados con mejor o peor intención se impulsan a partir de la invención de expresiones, términos y conceptos o del cambio de significado de los que ya existían. A esto, George Orwell le dio el inteligente y significativo nombre de neolengua en un apéndice a su novela 1984 (publicada en 1949). Los principios de la neolengua consistían en una simplificación de la lengua normal alterando el significado de algunos conceptos claves de las palabras que sobreviven a la depuración lingüística de la lengua vieja. Esto es clave cuando se quiere introducir una idea manipuladora en la mente de las personas: abandonar la complejidad del idioma que permite expresar matices; eliminar las palabras que se consideran peligrosas por su significado potencial o convertirlas en restos fósiles incomprensibles para la mayoría, que termina no usándolas y burlándose de quien las utiliza; apropiarse sin pudor de los conceptos y expresiones que puedan ser usados por los rivales. Dejar sin palabras al contrario es dejarlo sin posibilidad de trasmitir un mensaje de la forma adecuada para que pueda ser entendido.
Esto ha sucedido siempre, como decía. Hace pocos años hemos visto en España apropiarse del nombre y la obra de algunos intelectuales significativamente progresistas del siglo XX (Alberti, Azaña, García Lorca, Antonio Machado) por parte de políticos conservadores. Por supuesto, no es que no puedan ser leídos y apreciados desde cualquier parte del espectro ideológico (yo he tenido problemas por apreciar y alabar la escritura de autores opuestos a mi forma de entender el mundo), es que su uso público con intención propagandística o pretensión de lucimiento intelectual no se puede hacer sinceramente sin una transición que permita explicar correctamente ese aprecio. No hacerlo es apropiarse de un legado intelectual para anularlo ante quienes no están informados de lo que ello significa y reducir su potencial de transgresión. Algo similar a lo que hiciera Avellaneda con el Quijote, para que se vea que la cosa no es de ahora. Igual caso ocurre cuando un político progresista se apropia de escritores que en sus tiempos defendieron posiciones completamente contrarias o que tuvieron enormes problemas en su día por no apoyar las ideas de quienes ahora los ensalzan, como ocurriera con Manuel Chaves Nogales, por ejemplo, quien se exilió de España porque temió ser fusilado por los unos o por los otros. Aprecio no es apropiación.
Estos días me ha llamado la atención el grito de libertad por parte de los participantes en las caceroladas, por ejemplo (en sí mismo, lo de las caceroladas, tanto en su significado como en la apropiación de este tipo de manifestación popular por los grupos que antes la sufrían, es un ejemplo de lo que analizo aquí). Como es un mero grito, no sé en qué consiste la libertad que reclaman en un sistema político con todas las garantías como el que tenemos, sospecho que no resistiría una argumentación verdadera que vaya más allá de una consigna repetida o los caracteres que caben en un tuit. Tienen derecho a manifestarse aunque algunos de ellos sostengan ideologías que han negado siempre ese mismo derecho a sus contrarios, cosa que debería alarmar a sus compañeros de estrépito menos radicales. Pueden exigir que los gobernantes asuman la responsabilidad de sus errores, expresar sus temores sobre la deriva que ellos ven en el gobierno nacional hacia unas posiciones que no les gusta, pero cuando se apropian de conceptos o de símbolos que nos agrupan a todos parcelando su significado o llevándolos al contrario del que tienen, es preocupante. La libertad individual, en una democracia, termina donde comienza la responsabilidad social legítimamente marcada por las leyes y las normas de la administración e interpretadas por la justicia. Precisamente, uno de los pactos entre el individuo y el grupo establecidos por la modernidad desde el siglo XVIII para que exista sociedad es la cesión de parte de nuestros derechos por el bien común.
La construcción del concepto nueva normalidad también es algo llamativo estos días, tanto en su misma forma como en su pretendido significado. Aparece incluso en documentos oficiales del Ministerio de Sanidad y otros organismos públicos, con lo que viene impulsada por la autoridad de quien nos gobierna. Me preocupa tanto como la apropiación del concepto de libertad por los de las caceroladas o algunos partidos políticos conservadores, varios de cuyos líderes se han comportado en este punto o irresponsablemente o con vileza. Puede que lo de la nueva normalidad no sea más que retórica hueca. Si la expresión solo está impregnada de buenismo, sería también malo porque la normalidad y la vida cotidiana no se fabrica ni se impulsa ni se impone en un documento gubernamental y quien escribe una norma debe saber que el lenguaje nunca es inocente y viene cargado de connotaciones. Quizá solo se trate de esa tonta costumbre tan arraigada entre los teorizantes de la política o la economía de dar nombres pomposos a las cosas que tienen una expresión más directa y sencilla; normalmente el lenguaje redicho solo oculta una cabeza desorganizada en la argumentación, que es incapaz de encontrar la vía recta en el lenguaje. El uso de estos conceptos suele esconder o bien ignorancia del lenguaje o bien esnobismo o bien un intento de manipulación construyendo conceptos que impulsen el cambio en una dirección concreta antes de establecer unos consensos generales.
En mi opinión, todo -lo uno y lo otro-, quedará en nada en un mundo globalizado como en el que vivimos, en el que los consensos de vida ya no son nacionales, pero nos dará unos cuantos dolores de cabeza. Antes de apropiarnos de grandes conceptos o fabricar nuevos, saquemos al mundo del problema sanitario en el que se encuentra.
Pues vale... después de leer tu texto, no sé que más decir... aunque me voy pensativo...
ResponderEliminarHoy va a haber aquí una manifestación de los partidos del odio desde los coches, el lema es Por la libertad de España. Sabiendo quiénes son ellos y la democracia que vivimos como jamás se ha vivido antes, con sus pros y contras, me parece un desafío a la inteligencia. Pero el odio siempre desafía la racionalidad. Se aprovechan de la democracia como antes lo hicieron los otros extremistas del independentismo euskaldún. País. Paisanaje.
ResponderEliminar"Libre, como el sol cuando amanece yo soy libre, como el mar...". A todo volumen, por la plaza que da a la Plaza Mayor. La curiosidad me llevó a desandar.Procedía de un aparatejo de música que llevaba en bandolera uno de los de las cazuelas, la bandera por capa. Y me dio mucho miedo la libertad en esas manos. Pobre Nino Bravo, qué tendrá que ver con todo esto.
ResponderEliminarDesmontar a los buenos escritores, algo así me pareció una conferencia que dio en la Diputación una señora muy aseñorada, nieta de la famosa Guiomar, la de Machado. Minimizó al gran poeta,o al menos así lo sentí yo.
Que no nos toquen a los grandes...
Vamos saliendo.
Sobre el grito de "Libertad, libertad" usado en las concentraciones que indicas, a ritmo de cacerolada y con tremoleo de banderas nacionales -que es de todos-, entendía que reclamaban los manifestantes, concentrados, cacerolantes de ventana o balcón, peripatéticos o los que ya tenían sitio con banquito en plazas, que reclamaban la desaparición de todas las medidas impiestas por el confinamiento: libre circulación a cualquier hora y a cualquier lugar, y en especial,las que les permitan una actividad económica con la que esperan ellos recuperar la marcha de sus negocios y recuperar sus empleos.
ResponderEliminarEs decir yo entendía que pedían la primacía de lo económico sobre lo sanitario.
No sé qué harían con esa libertad si se la dieran, pudieran abrir sus negocios, volver a puestos de trabajo que no se sabe aún si existen, por desgracia, con el peligro de un rebrote de contagios y sus consecuencias tan patente y presente.
Muestran un descontento con una situación provocada por la pandemia, de la que acusan muy enfadados al gobierno. No entiendo muy bien la causa-efecto. Mucha gente sí, con otro tópico: el gobierno no ha gestionado bien.. Como si fuera tan fácil hacer frente a una catástrofe totalmente nueva, de la que no se tiene conocimiento, experiencia ni manual, y en la que cada cual eleva "SU" queja y "SU" reclamación particular, sin tener en cuenta la colectividad y sin ninguna paciencia ni concesión a la espera.
Con esta idea, utilizada como consigna, es decir, sin pensar ni quererlo, más allá de ella, queda transformado el efecto causado por un virus y pandemia global en una actividad del gobierno que les ha causado todo tipo de males sin que el tal gobierno quiera dar su brazo a torcer ni escuche su petición de libertad.
Sobre las banderas: me resulta bochornoso verlas utilizadas como capas, tipo héroe de cómic con pretendidos antecedentes medievalistas. Verlas utilizadas cono faldas, pareos o vestidos... También es abochornante que lleven impreso un toro cual escudo, pues esa no es la bandera de España. Tampoco es muy digno llevarlas a la concentración plegadas en una bolsa de hipermercado.
Un saludo
¡¡Seis hombre y seis mujeres!!, desde luego no tenéis un pelo de tontos. Hay que daros la enhorabuena, ¡¡que cosas hay que felicitar en estos tiempos!!, el lunes pasais a la fase 1 y ya se puede uno reunir en grupos de 10, asi que teneis que eliminar a un hombre y una mujer.
ResponderEliminarAmplío mi comment. Ya que citas el 1984 de Orwell solo recordar que hay un libro complementario y no conocido por la generalidad social, se titula "LTI. La lengua del Tercer Reich", de Victor Klemperer, que frió el acoso del nazismo. Lo recomiendo encarecidamente especialmente para los que estén interesados en saber de la manipulación del lenguaje desde las ideologías totalitarias.
ResponderEliminarLo de la apropiación por los que gritan con cinismo y tergiversación Libertad recordar que estos días de aplausos se ha utilizado y manipulado el Resistiré y en en algunos sitios el Bella Ciao o No nos moverán. Tendrán caradura aquellos que vienen de quienes nos prohibían tales canciones.
Lo de nueva normalidad significa ¿no normalidad? Miedo me da.
Gracias, un abrazo.
Un buen artículo. Me ha encantado leerte.
ResponderEliminarLos extremismos nunca son buenos. El que se alimenta más de odio al otro que de su propia savia, no va por buen camino. El odio el una losa que acaba pesando en la espalda del que lo siente y no le permite valorar lo bueno que le rodea.
Mil besos.