sábado, 4 de abril de 2020

La deuda con mis padres y un marcapáginas de marzo de la asociación de libreros


Enfrente de esta casa, por la fachada que da a la calle mayor, hay una casa vacía que me inspiró hace tiempo un poema. Antes de la epidemia, este poema se repartió como marcapáginas en las librerías de Burgos en una campaña de promoción de la lectura, de las muchas que hace allí con tanta pasión, vocación y acierto la Asociación de libreros. Correspondía ese marcapáginas al mes de marzo, pero el mes de marzo ha sido cortado en dos por el miedo al contagio y el confinamiento y me imagino una pila enorme sin repartir. 


¿Qué tendrá vigor de aquellos que hacíamos antes cuando esto termine? Imagino, por ejemplo, los cientos de libros editados en España que estaban pendientes de presentar tanto de la forma habitual como en las ferias que han sido suspendidas. ¿Cómo empujarán los títulos que estaban en preparación para el verano o el otoño? ¿Tendremos ganas de leerlos? ¿Tendremos ganas de leer la literatura que salga de la experiencia que estamos viviendo? Quizá suceda como en otros momentos como este, que se busca una literatura de la vida y todo lo que no tenga este sentido pasará rápidamente.

¿Qué hubieran pensado mis padres si hubieran vivido la epidemia y el confinamiento? Los hubiera sorprendido mayores, en la edad de mayor riesgo a enfermar y morir con el virus, esa edad a la que se descarta incluso usar con ellos un respirador para salvar la vida cuando haya que decidir entre un anciano y un joven. Mis padres, que venían de familias muy humildes, que pasaron niños la guerra y supieron de las carencias de la postguerra, que trabajaron juntos duramente para poder salir adelante desde que se casaron -¡tan jóvenes!-, que vivieron sin libertad durante el franquismo y no tuvieron nada más que su esfuerzo diario en la democracia. Mis padres, cuyo único proyecto de vida fuimos nosotros, sus hijos, y que se privaron de todo para que pudiéramos tener educación y una carrera. Cuando mi padre, en sus últimas semanas de vida, no tenía fuerzas para bajar a la calle de su piso sin ascensor, mi madre le hacía asomarse a la ventana de la cocina para tomar el sol y la luz y el aire. Sabía mi madre que se necesita la luz del sol y el aire para vivir. Y así estoy yo ahora, en mucha mejor condición que ellos en toda su vida, asomándome a la ventana para recibir la gracia de los rayos de luz solar cada día. Se lo debo.

12 comentarios:

  1. Quizás tenga de bueno, este confinamiento, que lo vivimos todos a la vez, no hará falta contarlo a nuestros hijos.
    He descubierto, más, la vejez, la de los demás y la mía, incipiente. Y lo invisibles que son nuestros ancianos y los que vamos de camino.
    Me gustan mucho tus artículos de estos días.
    Un abrazo

    ResponderEliminar
  2. En estos momentos, se añora más a nuestros progenitores y nos damos cuenta, la vida tan dura que tuvieron que llevar. Ellos resistieron, nosotros también debemos hacerlo.

    Besos

    ResponderEliminar
  3. Ni en una pesadilla imaginábamos esto, es que los chinos son muy raros...pero està muy lejos.
    Todo queda suspendido. Me asomo golosamente a la ventana a tomar un poco de sol de abril. Huyo cuando puedo, de las noticias del bicho y cojo un libro. No siempre es posible.
    Bendita sea la luz del día.

    ResponderEliminar
  4. Para algo está sirviendo este confinamiento, para recordar a madres, padres y demás allegados fallecidos que hicieron mucho por nosotros y que una vida alocada nos había llevado a perderlo en la memoria.

    ResponderEliminar
  5. Quizá, Pedro, "cuando esto acabe"saldremos agradecidos a la vida que tenemos, al sol y al aire, a la luz, a la gente que nos rodea, a la vecina de enfrente que me sonríe saludando, al bloguero que me da alegría con su post, al tendero que vuelve a abrir su tienda, al compañero de trabajo que vuelvo a ver. Para mí eso es más valioso ahora que lo que ha dejado de publicarse, las exposiciones que han quedado cerradas, los museos, los viajes que he cancelado. Creo que vivir es esto, estas pocas cosas. La cultura, sí, es importante, pero sin la vida y su gozo, o sustituirla por la vida.. O la hiperoferta actual, la avalancha cultural en la que vivimos... ¿nos deja escuchar, estar en la vida, pensar realmente, estar realmente con uno mismo?

    ResponderEliminar
  6. Caray, Pedro. Qué hubieran pensado, dicho, reaccionado ante lo de estos días. Eso mismo me pregunto yo respecto a mis padres. Creo que mentalmente se lo he contado a mi padre, ya sin estar hace casi catorce años, mi madre varios más. Conociendo a mi padre no se hubiera alarmado en exceso, vivió tiempos, guerras y situaciones de penuria muy jodidas. En sus últimos años fue más estoico que nunca. Ojo, que ser estoico es siempre algo relativo, y que no nos cuente Séneca milongas.

    ResponderEliminar
  7. Recordarlos nos hace bien y ser agradecidos, también. Tus padtes, son un ejemplo de, amor, dedicación y sencillez. Un poco de sol en la ventana o el balcón es una bendición. Planteas muchos interrogantes para después que se resolverán cuando llegue la hora. Aprovechemos este tuempo decreposo para escribir, leer, dibujar, pintar, bordar, tejer, aprender nuevas recetas de cocina, meditar, la introspeccion, cantar, bailar, escuchar, música, aprender un nuevo idioma, ibtimar vínculos, comunicarnos via las nuevas tecnologías, etc, etc. Sé que después extrañaremos este tiempo. Vivàmoslo con plenitud, no como un castigo, sino como un desafío, como un aprendizaje y como una oportunidad para hacer algo diferente.

    Besos

    ResponderEliminar
  8. También yo pienso qué hubieran pensado mis padres que murieron hace ya algunos años. Creo que prefiero que no hayan pasado por este trance. Pero saldremos, si nos empeñamos. Ellos y nosotros (y nuestros hijos) nos lo merecemos.
    Un abrazo

    ResponderEliminar
  9. Cuando salgamos de esto, nada será igual: abrazaremos menos, pero abrazaremos mejor.

    ResponderEliminar
  10. Se lo debes para honrarlos como se merecen.

    ResponderEliminar
  11. Echo muchísimo de menos a mi padre hoy... nuestras conversaciones... y sus sabios consejos.
    No sabes cuánto.
    Besos, Pedro.

    ResponderEliminar
  12. Hemos vuelto la mirada hacia nuestros mayores. No se trata de pagar ninguna deuda contraída. No es eso lo que ellos esperan. Se trata solo de ser justos y agradecidos. Ojalá seamos capaces de devolver valor a estas palabras. Esa sí que es una deuda pendiente, incluso con nosotros mismos.

    ResponderEliminar

Un ataque masivo de spam me ha obligado a anular la posibilidad de comentarios anónimos en contra de lo que siempre ha ocurrido en La Acequia. En cuanto pueda solucionarlo, volverá a ser posible comentar de forma anónima.