En la estación de Chamartín me tomé el segundo café del día. Iba de paso entre cientos de personas que regresaban a casa después de los días de puente. Pensaba en que me había dejado algo. No allí, no en el tren que me llevó hasta Madrid. Más abajo. Recordé la vista del Guadiana, casi mar, desde el mirador. La luz, el color esmeralda, el sosiego. Pagué el café, cabizbajo.
Siempre dejamos algo en los lugares donde hemos estado.
ResponderEliminarBesos.
No le des muchas vueltas, seguro que, no muy tarde, volverás para recuperarlo.
ResponderEliminarSaludos
Todo olvido o sensación de olvido reclama siempre una recuperación: retornar al lugar y recuperar lo presuntamente olvidado.
ResponderEliminarRecordando la vista del Guadiana, el color esmeralda y el sosiego, no me extraña que marcharas cabizbajo.
ResponderEliminarSaludos
Francesc Cornadó
Siempre nos dejamos algo, aunque a veces es transitorio, porque siempre está ahí para cuando volvamos a recuperarlo...
ResponderEliminarBesos.
;)
Siempre se queda algo.
ResponderEliminar¡Cómo añoramos la mar los de tierra adentro!
ResponderEliminarNo te lo dejaste, lo trajiste grabado en la retina, guardado en la memoria y sentido en el corazón... tú no estás allí, pero aquello está en ti...
ResponderEliminarAbrazo
Te acompañará el Guadiana a donde vayas, apareciendo y desapareciendo cuando menos te lo esperes.
ResponderEliminarAllí te dejaste algo, pero siguió contigo en la memoria.
ResponderEliminarCuando vuelvas no se habrá ido, aunque quizás sea distinto.
Besos
El resabio de una limosna que cupo en unas manos abiertas antes del regreso al puño cerrado.
ResponderEliminarBesos, Pedro.