Jaime, el paje de don Enrique de Villena, es el encargado de anunciar su visita al misterioso caballero negro que había entrado en el alcázar de Madrid e interrumpido la apacible jornada de caza. Sus quince años le perdonan su ingenuidad. Es él quien desbarata la estrategia narrativa planteada por el narrador de mantener oculto el nombre del misterioso caballero y nos descubre que se trata de Macías. El caballero se conmociona al oír el nombre de Elvira en la boca del adolescente y comprobar que ella no se ha olvidado de él:
-Paje, óyeme: nadie en el mundo pudiera haberme hecho más feliz con menos palabras; tú has renovado ideas que yo debiera haber abandonado hace mucho tiempo; pero nadie puede más que su destino. Si en tu vida has sospechado alguna cosa del mal que padezco, calla como la tumba; si nada has sospechado, nada preguntes, nada inquieras. Sobre todo, vuelvas o no al lado de Elvira, júrame no abrir tu boca para decir que me has visto en Madrid; toma -añadió quitándose un anillo que en el dedo pequeño traía-, toma, y éste te recordará la obligación en que quedas conmigo, y que el doncel de Enrique III no olvida jamás a las personas que una vez quiso bien. Ahora parte y calla. Nada has oído, nada has visto.
La forma de presentar a Macías proviene de la novela popular cuya estrategia copia la novela histórica romántica dado su objetivo de llegar al mayor número posible de lectores y, en especial, a los jóvenes cuyas emociones había liberado definitivamente el romanticismo. La presencia del personaje principal de la narración -el doncel de Enrique III- se había anunciado primero con el misterio -es un caballero negro, como en los mejores relatos de misterios medievales- y por las consecuencias de sus acciones, siempre enérgicas y rápidas -el final anticipado de la montería, los efectos en el ánimo de Elvira- y luego por el propio estado anímico del personaje antes de que sepamos su nombre y condición. Larra nos lo muestra desasosegado, con un gran dolor interior que arrastra desde hace tiempo, condenado a no conocer la felicidad y estar siempre en la acción para evitar el pensamiento. Macías es un joven melancólico y el prototipo del romántico. De ahí su dolor y su resignación fatal -está lejos de ser una resignación cristiana-:
«No; el infeliz Macías te probará el exceso de su amor en el mismo exceso de su silencio; él será eternamente desdichado, pero jamás tendrá valor para perturbar tu felicidad.»
Además, su aparición se ha dilatado estratégicamente hasta que conozcamos el carácter de su oponente, don Enrique de Villena, ambicioso de poder y sin escrúpulos, y el del ayudante de este, Ferrus, no menos falto de escrúpulos y adulador. Frente a ellos, Macías resplandece ante el lector. El de Villena y Macías son diferentes incluso en la fisonomía y carácter. Frente al primero, Macias aparece como un joven temendamente atractivo:
Su color era moreno, sus cabellos negros como el azabache; sus ojos del mismo color, pero grandes, brillantes y guarnecidos de largas pestañas; una sola vez bastaba verlos para decidir que quien de aquella manera los manejaba era un hombre generoso, franco, valiente y en alto grado sensible. Un observador más inteligente hubiera leído también, en su lánguido amartelamiento, que el amor era la primera pasión del joven. Su frente ancha, elevada y espaciosa, y su nariz bien delineada, denunciaban su talento, su natural arrogancia y la elevación de sus pensamientos. Ornábale el rostro en derredor una rizada barba que daba cierta severidad marcial a su fisonomía; su voz era varonil, si bien armoniosa y agradable; su estatura gallarda.
Larra enfrenta a ambos en el capítulo sexto. En un lado, un personaje de la alta nobleza y del otro, un oscuro y pobre doncel del rey. La diferencia entre ambos es social pero sobre todo moral: Macías se indigna ante la criminal proposición del conde de hacer desaparecer a su esposa para que él pueda aspirar sin problemas al cargo de Maestre de Calatrava. Aquí nace otro de los motivos recurrentes de la literatura romántica: la nobleza auténtica no se origina en el linaje sino en las acciones de cada individuo. Un cambio sustancial de concepto.
Ya tenemos, pues, todos los elementos necesarios para desarrollar el conflicto.
Además, su aparición se ha dilatado estratégicamente hasta que conozcamos el carácter de su oponente, don Enrique de Villena, ambicioso de poder y sin escrúpulos, y el del ayudante de este, Ferrus, no menos falto de escrúpulos y adulador. Frente a ellos, Macías resplandece ante el lector. El de Villena y Macías son diferentes incluso en la fisonomía y carácter. Frente al primero, Macias aparece como un joven temendamente atractivo:
Su color era moreno, sus cabellos negros como el azabache; sus ojos del mismo color, pero grandes, brillantes y guarnecidos de largas pestañas; una sola vez bastaba verlos para decidir que quien de aquella manera los manejaba era un hombre generoso, franco, valiente y en alto grado sensible. Un observador más inteligente hubiera leído también, en su lánguido amartelamiento, que el amor era la primera pasión del joven. Su frente ancha, elevada y espaciosa, y su nariz bien delineada, denunciaban su talento, su natural arrogancia y la elevación de sus pensamientos. Ornábale el rostro en derredor una rizada barba que daba cierta severidad marcial a su fisonomía; su voz era varonil, si bien armoniosa y agradable; su estatura gallarda.
Larra enfrenta a ambos en el capítulo sexto. En un lado, un personaje de la alta nobleza y del otro, un oscuro y pobre doncel del rey. La diferencia entre ambos es social pero sobre todo moral: Macías se indigna ante la criminal proposición del conde de hacer desaparecer a su esposa para que él pueda aspirar sin problemas al cargo de Maestre de Calatrava. Aquí nace otro de los motivos recurrentes de la literatura romántica: la nobleza auténtica no se origina en el linaje sino en las acciones de cada individuo. Un cambio sustancial de concepto.
Ya tenemos, pues, todos los elementos necesarios para desarrollar el conflicto.
De esta novela hay suficientes ediciones en el mercado y tenéis una buena edición digital de acceso y descarga gratuita en este enlace de la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes. Con este título damos por terminado el curso.
Noticias de nuestras lecturas
Mª del Carmen Ugarte analiza con sutileza algunas de las características básicas de este tipo de narraciones históricas de la época romántica a la que pertenece El doncel. Entrada más que recomendable.
Austri se hace María en la entrada de esta semana de Mª Ángeles Merino y nos cuentan la historia desde la perspectiva femenina... que tanto debió atrapar a las lectores de la época romántica.
El próximo jueves publicaré la última entrada de esta lectura y en julio será un buen momento de hacer balance del curso y comenzar a preparar el siguiente, para el que pienso algunas novedades.
Austri se hace María en la entrada de esta semana de Mª Ángeles Merino y nos cuentan la historia desde la perspectiva femenina... que tanto debió atrapar a las lectores de la época romántica.
El próximo jueves publicaré la última entrada de esta lectura y en julio será un buen momento de hacer balance del curso y comenzar a preparar el siguiente, para el que pienso algunas novedades.
La desmitificadora entrevista a Jesualdo Beldaña (otro J.B.) ocupa toda la entrada de esta semana de Pancho. Desmitificadora y excelente juego narrativo de Torrente... Para leer con calma y disfrutarla.
Comienzo a recoger sugerencias de lecturas para el próximo curso. Recordad que leeremos en común diez títulos -uno al mes-, alternando autores vivos con clásicos, siempre en español. Podéis dejar vuestras sugerencias como comentario a esta entrada, a través de correo electrónico o en mi muro de Facebook o en el del Club de lectura (os invito a seguirlo a través de este enlace).
Es muy interesante lo que dices en esta entrada: Macías juzga al Conde,
ResponderEliminarcuya conducta encuentra reprobable, pero no duda el mismo
en destruir el objeto de su amor:
"¿Y ese es amor tan grande?
¿Me amáis vos comprometiendo mi honor y mi existencia?"
Le pregunta, desesperada, Beatriz.
¿Podríamos decir que Macías ve "la paja en el ojo ajeno
pero no ve la viga en el propio?"
¿Lo que siente Macías es Amor (del verdadero, que implica
entrega, generosidad, respeto y cuidado)
o una emfermiza y egoísta obsesión?
Abrazos
Otra cosa: me da la impresión de que en esa descripción del personaje de Macías hay mucho de Larra, al menos, de como él se veía a si mismo. ¿Me equivoco?
ResponderEliminar¡Eso es! ¡La literatura popular! Porque mientras escribía sobre la novela, me acordaba de los cuentos de princesas que leía en mi infancia, en unos sencillos tebeos que se llamaban "Colección Azucena" de la editorial Toray. Me puse a buscar en Internet y ahí estaban, todavía hay nostálgicos, nostálgicas, que los buscan y los compran. Algo que yo tenía olvidado y que debí pulsar la tecla adecuada para que volvieran a mi memoria. Es curioso que la tecla fuera El doncel de Don Enrique el Doliente.
Por supuesto, estamos ante una lectura muy superior. Por compararla con algo de su nivel, la rima de Bécquer:
Hoy la tierra y los cielos me sonríen,
hoy llega al fondo de mi alma el sol,
hoy la he visto..., la he visto y me ha mirado...,
¡hoy creo en Dios!
El malo rico frente al bueno pobre. Villena y Macías.
Lo de María de la O, qué desgraciadita tú eres...teniéndolo to. Eso último para doña María.
Estoy con Myriam, lo de Macías más parece una obsesión enfermiza, qué poco románticas somos las mujeres de ahora.
Un abrazo, Pedro.
Espero terminarlo en julio, este final de curso se me está precipitando todo, no lo entiendo.
ResponderEliminarUn abrazo