Elogio de la libertad.
Discurso pronunciado como padrino en la ceremonia de graduación
del Grado de español de la Universidad de Burgos (24 de junio de 2016).
Sr. Vicerrector de Cultura, Deporte y Relaciones Institucionales,
Sr. Decano de la Facultad de Humanidades y Comunicación, Sr. Coordinador del
Grado de español, queridos alumnos graduados, compañeros, amigos y familiares:
CUANDO don Quijote se vio en la campaña rasa, libre y
desembarazado de los requiebros de Altisidora, le pareció que estaba en su
centro, y que los espíritus se le renovaban para proseguir de nuevo el asunto
de sus caballerías, y, volviéndose a Sancho, le dijo:
-La libertad, Sancho, es uno de los más
preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden
igualarse los tesoros que encierra la tierra ni el mar encubre; por la
libertad, así como por la honra, se puede y debe aventurar la vida, y, por el
contrario, el cautiverio es el mayor mal que puede venir a los hombres. Digo
esto, Sancho, porque bien has visto el regalo, la abundancia que en este
castillo que dejamos hemos tenido; pues en mitad de aquellos banquetes
sazonados y de aquellas bebidas de nieve, me parecía a mí que estaba metido
entre las estrecheces de la hambre, porque no lo gozaba con la libertad que lo
gozara si fueran míos; que las obligaciones de las recompensas de los
beneficios y mercedes recibidas son ataduras que no dejan campear al ánimo
libre. ¡Venturoso aquél a quien el cielo dio un pedazo de pan, sin que le quede
obligación de agradecerlo a otro que al mismo cielo!
Se cumplen cuatrocientos años del fallecimiento de quien
escribiera estas palabras y en vuestra ceremonia de graduación no podían dejar
de ser escuchadas porque no solo son el núcleo de la acción de don Alonso
Quijano el Bueno cuando decide salir al mundo a reparar las injusticias que en
él hallare tras transformarse primero a sí mismo sino el verdadero impulso de
todo ser humano que tenga la esperanza de ser dueño de su destino.
Hay muchas formas de ser libre. Tantas como formas de ser
esclavo. No todas ellas fáciles de identificar. Más allá de la necesidad de
comer que nos conduce a aceptar aquello que de otra forma nos parecería
inaceptable y del drama de las personas a las que la violencia –sea del tipo
que sea, puesto que en este mundo globalizado que haya hambrunas en algunas
regiones es parte de la violencia institucional de los intereses financieros y
políticos- les ha afectado en la dignidad hasta el punto de que han caído en un
estado que ha colapsado su voluntad y hasta su pensamiento, está en las
decisiones que tomamos cada día la opción de ser libres o ser esclavos, la de
comportarnos como seres humanos con criterio propio o hacerlo de forma servil.
Incluso cuando necesitamos comer –nosotros o nuestros hijos- y aceptamos
condiciones de esclavitud para poder hacerlo, deberíamos luchar para tener como
un sello en el pecho la inquietud de la libertad, como le pasaba a don Quijote
en casa de los duques.
Don Quijote aspira a ser libre. Porque la libertad es un
camino, no un final ni una utopía. Recelad de quien os prometa utopías como
esos parques temáticos propios de esta sociedad consumista que nos convierte el
mundo en trampantojo para turistas. Don Quijote decide marchar a Barcelona
porque alguien se ha empeñado en que cumpla un destino escrito que lo llevaba a
Zaragoza, o decide liberar a los galeotes que iban encadenados por orden del
rey. También apoya la libre elección de amor de los jóvenes frente a las
convenciones sociales que obligaban a casarse por intereses familiares. Y lo
hace arriesgándose en cada momento. La mayor parte de las veces acaba apaleado
o apedreado o se ríen de él, porque es condición de serviles atacar a quien actúa
con libertad. Pero de vez en cuando consigue el respeto de aquellos que tienen
el suficiente interés como para detenerse a contemplarlo más allá de su extraño
aspecto, de las armas anacrónicas que porta o de la bacía de barbero que le
sirve de casco.
La libertad es ese
camino que lleva a don Quijote de su pueblo manchego a la playa de Barcelona
cuando el destino parecía no quererlo alejar de su aldea. En él hay que esforzarse
a diario y transigir muchas veces cuando se trata del respeto a los otros.
Cervantes quiere que su novela trascurra por un mapa reconocible de la España
de su época porque sabe que la libertad debe trabajarse en el espacio de la
realidad a pesar de que cada día puedan reírse de la persona extravagante que
quiere hacer mejor el mundo. Se encontrará muchas veces solo, ninguneado e
incluso acosado y difamado por el colectivo de seres gregarios al que ha
decidido no pertenecer. También sabe Cervantes que para que una sociedad sea
libre deben serlo primero sus individuos. Y que los más conscientes de esa
condición deben comenzar el camino.
No sé bien qué os hemos enseñado estos años que habéis
pasado bajo el amparo académico de la Universidad. Pero me bastaría con que os
hayamos enseñado esto de lo que habla Cervantes por boca de don Quijote. Sin
esa conciencia de la libertad no puede haber mejora individual, ni social. No
puede haber un verdadero progreso material acorde con las necesidades del ser
humano ni verdadera ciencia, porque todas las épocas en las que la ciencia y la
tecnología se han puesto al servicio de la falta de libertad han supuesto un
dolor intenso, expolios, guerras y gobiernos criminales.
El Quijote es la historia de un lector. Después de la
descripción, lo primero que se nos dice de él es que su casa está llena de
libros, que se gasta buena parte de su hacienda en adquirirlos y que se pasa
las noches enteras leyéndolos. Siempre se ha tomado esto como parodia de los
libros de caballerías pero en la novela cervantina hay otros personajes que
también leen. La parodia no está en que don Quijote lea o que sus lecturas sean
historias de caballerías sino en el juego narrativo de confrontar las historias
fantásticas de las caballerías con el mundo real. En El licenciado Vidriera hay
un estudiante que de tanto estudiar se vuelve loco y se cree hecho de frágil
cristal. Este licenciado sí se ha trastornado, de don Quijote nos quedará
siempre la duda. ¿Es locura, juego o voluntad de ser diferente haciendo lo que
todos pensamos que debe hacerse pero no nos atrevemos? ¿No es parte de su
libertad gastarse la hacienda como le dé la gana incluso en contra de sus
herederos y amigos o salir al mundo aunque parezca extravagante su decisión?
Después de ser salvajemente golpeado por el mozo de mulas en el capítulo IV de
la primera parte, a don Quijote lo encuentra un labrador de su pueblo y ante lo
que él entiende por desvarío del cerebro de su vecino, quiere volverlo a la
sensatez:
-Mire vuestra merced, señor, pecador de mí, que yo no soy
don Rodrigo de Narváez, ni el marqués de Mantua, sino Pedro Alonso, su vecino;
ni vuestra merced es Valdovinos, ni Abindarráez, sino el honrado hidalgo del
señor Quijana.
-Yo sé quien soy -respondió don Quijote-; y
sé que puedo ser no sólo los que he dicho, sino todos los Doce Pares de
Francia, y aun todos los Nueve de la Fama, pues a todas las hazañas que ellos
todos juntos y cada uno por sí hicieron, se aventajarán las mías.
Una
gran parte de nuestra libertad proviene de la cultura. Me gustan mucho las
definiciones que de ella da el Diccionario de la Real Academia. En su segunda
acepción se trata del “Conjunto de conocimientos que permite a alguien
desarrollar su juicio crítico”. Es decir, la más pura esencia de la libertad.
Podemos ser libres incluso en una sociedad que no nos lo permite con su
estructura social, sus leyes y sus costumbres. Tosca, paternalmente o de forma
tan sutil como en gran parte de nuestra vida actual. Podemos ser libres gracias
a la cultura y desde nuestra libertad como individuos favorecer la libertad de
toda la sociedad. Quizá por eso algunos gobiernos aparentemente democráticos no
apoyan la cultura con entusiasmo, no invierten en este necesario alimento de
todo ser humano. Y aquí es en donde entra la tercera acepción del Diccionario:
“Conjunto de modos de vida y costumbre, conocimientos y grado de desarrollo
artístico, científico, industrial, en una época, grupo social, etc.”
Lo
sabía Cervantes. Por eso hace entrar a sus protagonistas en el mundo de los
Duques. Estos han leído mucho: conocen, incluso, la primera parte del
Quijote (ya sabemos que una de las genialidades de esta novela cervantina es
que los personajes son conscientes de ser personajes). Pero su forma de
entender la cultura no es la de la libertad sino que la instrumentalizan para
que les sirvan todos los demás de entretenimiento y convierten a Don Quijote y
Sancho en poco más que bufones aparentando respetarlos. Cuando la cultura está
en manos de los otros, ni nosotros podemos ser libres como individuos ni la
sociedad lo es. En la corte de los Duques sucede lo que siempre ocurre en
cualquier sociedad en la que falta la verdadera libertad: hay serviles,
delatores, interesados y se respira un ambiente de opresión y control del
disidente aunque aparentemente vivamos de forma cómoda y regalada. Por eso
quiere salir de allí don Quijote.
Incluso, aunque no lo puede racionalizar de la misma manera,
lo sabe Sancho, que renuncia a ser gobernador porque ha dejado de ser libre y
vuelve junto al hidalgo. Él proviene de otra forma de entender el mundo, más
práctica y por eso continúa la cita con la que arrancábamos este discurso:
-Con todo eso -dijo Sancho- que vuesa merced me ha dicho, no
es bien que se quede sin agradecimiento de nuestra parte doscientos escudos de
oro que en una bolsilla me dio el mayordomo del duque, que como pócima y
confortativo la llevo puesta sobre el corazón, para lo que se ofreciere; que no
siempre hemos de hallar castillos donde nos regalen, que tal vez toparemos con
algunas ventas donde nos apaleen.
Sancho no deja de ser Sancho aunque evolucione a lo largo de
la novela. Pero no nos engañemos. La verdadera libertad es contagiosa cuando se
conoce de cerca. Y Sancho, que no ha leído nada, que solo portaba en sí la
cultura popular de su tiempo, la propia de un campesino de La Mancha (que es
mucha y no debemos despreciarla pero no contenía el concepto de la libertad
individual ni, mucho menos, el de la libertad social), ha visto el ejemplo del
que antes era su amo y que se ha convertido ya en su amigo. Y decide seguir
junto a él el resto del camino ya sin más interés que aquella aventura
extravagante que les llevará hasta donde nunca había llegado ninguno de los
personajes de la literatura universal. Igual que había decidido compartir
comida y conversación con su vecino Ricote a pesar de que era consciente de
estar incumpliendo una orden del rey que prohibía todo trato –y menos amistoso-
con los moriscos expulsados. Pero era su vecino y lo conocía de toda la vida y
las leyes son abstractas y no se adaptan bien a todas las circunstancias.
Y aquí estáis vosotros. Habéis terminado vuestros estudios
universitarios. Y si lo hemos hecho bien, si hemos servido de algo, habréis
adquirido aquí lo necesario para que tengáis juicio crítico. Es decir, para que
seáis libres. Debéis actuar como tales no solo por vosotros. Y debéis hacerlo
en el plano real del mundo sin dejar de soñar en el horizonte aunque nunca
pueda alcanzarse. Eso ya lo sabemos y no debería provocarnos frustraciones ni
amargura ni rencor sino la alegría del camino en medio de todos los sinsabores,
temores y golpes que nos deparen la vida y aquellos que sienten miedo ante la
libertad ajena.
Esta sociedad está cambiando, nuestra época histórica se
trasforma. Más rápidamente que nunca en la historia de la humanidad. Y en este
momento os necesitamos libres. Necesitamos que cada uno de vosotros salgáis de
vuestras casas, que salgáis de esta institución y que hagáis cada día vuestras
vidas sin caer en servilismos, sin caer en la tentación de dejaros arrastrar
por las consignas fáciles y cómodas y que extendáis esa libertad con vuestro
trabajo diario y con vuestro ejemplo.
La cultura que habéis adquirido estos años tanto por nuestro
estímulo como por vuestras propias inquietudes y la que adquiráis a partir de
ahora en un proceso de sedimentación y renovación constante debe ayudaros a
tomar decisiones que no suelen ser fáciles. De ellas dependerá vuestra libertad
como individuos pero también algo más importante. Si vosotros sois libres la
sociedad será mejor.
Es la comisión que lleváis junto al título que acredita
vuestros estudios y la beca que ahora vamos a imponeros. No hay otra forma de
entender la Universidad, incluso en estos tiempos en los que parece predominar
el mero valor mercantil de los estudios superiores y todo se traduce en cifras
y parámetros de calidad que no miden lo importante. Porque lo importante no es
que recordéis el año en el que fue escrito el Quijote para cumplimentar un
formulario sino que en él se habla de libertad. Que hagáis esas palabras
vuestras y que sepáis trasmitirlas a las generaciones siguientes.
Vuestros estudios son humanísticos, no lo olvidéis nunca,
incluso aunque en vuestros trabajos futuros os pidan que pongáis valor
económico a lo que hagáis. Vuestros estudios tratan sobre el ser humano y sus
creaciones culturales. Es decir, sobre cómo un individuo alcanza el juicio
crítico, como llega, por lo tanto, a ser libre y cómo puede hacer que la
sociedad también lo sea y las razones por las que otros no pueden alcanzarlo.
No conozco misión más elevada que la vuestra.
Estoy convencido de que estaréis a la altura de ese reto, os conozco y sé que
seréis capaces.
Enhorabuena y muchas gracias.
Similares:
Me gustaría ser uno de esos estudiantes, qué envidia le da a quien se graduó en plena transición, tiempos distintos. Pero las palabras de don Quijote son de oro siempre. Las tuyas también.
ResponderEliminarUn abrazo en este día problemático. Me visto y me voy a votar.
La libertad es un camino. Don Quijote persevera en ese camino recto hasta la derrota final. Ni los gatos tienen compasión de él ahí fuera, por algo los animales tienen descendientes y los humanos herederos...
ResponderEliminarSiempre me ha encantado el pasaje en el que don Quijote vende las tierras para comprar libros. Medio pan y un libro como decía Federico.
Hermosa reflexión en la jornada de lo mismo desde la Universidad, templo de la cultura y semilla de libertad.
OK, vale.
Excelente, y tan de actualidad...
ResponderEliminarBesos, Pedro.
Desde luego que es un discurso muy emotivo y muy de actualidad, como bien dice La Zarzamora. Pero yo añadiría que atemporal porque ¿Cómo dejar alguna vez de buscar la libertad? ¿Sinceramente, Pedro, tienes esa fe ciega en nuestros jóvenes? Yo soy más escéptica. Yo hablo por lo que conozco pero no veo a jóvenes en las manifestaciones cuando las hay aquí en mi pueblo, para reivindicar carga de trabajo a los astilleros, por poner un ejemplo. Por lo que oí o por lo que se habla son las personas mayores los que siguen queriendo manifestar su opinión en las urnas, tal vez porque ellos no han vivido siempre en libertad, e incluso han sido perseguidos por ella... Estoy muy decepcionada de nuestra sociedad, pero mucho, así que leer un discurso como éste en el que leo tu esperanza pues anima un poco. Tu opinión es de confianza pues convives con los jóvenes a diario... Pero no hay que olvidarse de otros miles de jóvenes que no tienen ni oficio ni beneficio, ni ganas de formarse, y que viven casi al margen del juego de la sociedad (que sería de ellos si no tuviesen unos padres...)
ResponderEliminarNo sé, hoy estoy muy desesperanzada. No veo cambio, no llega la luz soñada, qué digo luz, un pequeño rayo y ya me conformaría.
biquiños,
ALDABRA: Comprendo tu pesimismo y puedo compartirlo en parte. Este discurso -como los otros que están enlazados en la entrada y que corresponden a situaciones similares anteriores- está pensado para la promoción concreta que me ha elegido como padrino. Aunque hay algo de abstracto siempre los pienso en relación con algo significativo de cada promoción (en este caso no podía ser otra cosa que Cervantes ni podía ser otra cosa que la libertad).
ResponderEliminarEn cuanto a tu reflexión general: sí. Siempre soy optimista ante la juventud. Hay que trasmitir el ánimo y el entusiasmo. Grano a grano. Ellos tampoco lo tendrán fácil.
Un beso.
¡¡Maravilloso y emotivo discurso!!.
ResponderEliminarMe alegra mucho que esta promoción te haya elegido como Padrino,
(esta como las otras que lo hicieron
cuyos discursos personalizados recuerdo muy bien) para mi
significa, además, que estos jóvenes han sabido valorar
el gran profesor que eres, no sólo por lo
que has sembrado en ellos para que germine,
también por hacer que las potencialidades de cada uno
de ellos afloren. Se que el tiempo me dará la razón
en lo que digo. Estoy convencida de ello.
Besos a ti y Felicidades a la promoción,
Pedro, me ha encantado tu discurso y creo que los alumnos no echarán en saco roto tus palabras sobre esa libertad que tanto nos pregonó Cervantes, tratándola como un bien que tiene su precio en la soledad y en ocasiones en el ostracismo, pero que lo importante es ser persona con su auténtico yo,se esté en la situación o lugar donde se esté y aveces como Sancho hay que ser muy valientes para darse cuenta de cuando nos están encadenando.
ResponderEliminarMe gusta ese lema que acuñaron los jóvenes en el 15 M : Dormíamos, despertamos. Estoy segura que tus alumnos también despertarán, si algunos aún dormían, ante este magnífico discurso. Enhorabuena.
Besos
(Al final la presentación del libro la dejé para el próximo curso)
Besos
Hace un tiempo recuerdo que te pedí una definición de cultura, que hoy das. Me quedo con la que hace referencia al juicio crítico. Las escasas ocasiones en las que he tenido que tratar con responsables políticos, muy pocas veces, ya he visto que su idea de cultura no es la misma que la tuya, que la nuestra.
ResponderEliminarUn abrazo
Sabía que te gustaría, J.L. He tenido que escribir un discurso entero para responderte y responderme.
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