Como en el cuento, llovió y salió el sol. Descargó un chaparrón de primavera y poco después brilló el sol de mayo. Junto a las tapias, las flores silvestres y la hierba simulaban que la ciudad no existía. Y quizá, en efecto, no exista. Yo, de chico, salía a los solares a fingir horizontes.
Divinas tus Malvas!!!!
ResponderEliminarNo hay más ciudad que la que llevamos dentro :-)
ResponderEliminarY podemos compartir a gusto con quien bien nos quieren.
ResponderEliminarUn beso
de vez en cuando hazlo nuevamente, finge nuevos horizontes, tal vez más reales de los que pudieran venir
ResponderEliminarun abrazo
¿Qué sería de nosotros sin imaginar horizontes?...
ResponderEliminarSalí ayer, volví a casa, me moría, maldita primavera y su pólenes.
ResponderEliminarSaludos
Ay, los solares repletos de plantas y flores, exuberancia efímera, no obstante son mi debilidad en esta estación. Hay muchos jardines selváticos por la ciudad, Pedro. Me dejan boquiabierto.
ResponderEliminarMe ha gustado de manera especial. Muy bello.
ResponderEliminarY pasear miradas en quimeras realizables...
ResponderEliminarMe ha gustado mucho tu manera de fingir horizontes.
ResponderEliminarUn beso.
Tengo que enseñarte qué es realmente un solar bejarano...
ResponderEliminar... pero nos faltará ese tiempo de descubrir piedras y senderos, aún en la memoria.
Por cierto, no hay flores en estos solares, lo cual no los hace menos interesantes.
Mañana me pongo a organizar mi propio solar, me sentaré en él, con él y para él... uffffff, no, mañana no va a poder ser, no, que mañana no puedo... otro día que se me va.
Besos Poeta.
Y los encontrabas!
ResponderEliminarSólo pueden fingir horizontes los que creen que la palabra Utopía no es más que una forma de definir lo que algunos creen imposible mientras ellos no sólo lo creen posible sino que además lo consideran necesario...
ResponderEliminarAbrazo.