Los domingos lentos de verano se ponía un puesto de melones a la entrada de Puente Duero, a este lado del puente romano. Mi padre sopesaba una de aquellas enormes sandías y la golpeaba como quien conocía el secreto de su carne. Después, en los metros cuadrados que habíamos ocupado entre los pinos la depositábamos con cuidado junto a las bebidas en un barreño grande, encima de la barra de hielo que habíamos comprado en la fábrica. Tapábamos todo con una toalla y nos marchábamos a bañar en la playa fluvial del Duero. A veces yo hacía expediciones entre los pinos imaginándome un descubridor de paisajes africanos, arriesgando la vida entre leones. Sin reloj, todos llegábamos a la hora exacta de comer. Mi madre sacaba pollo asado y lechuga con tomate aliñada con sal, aceite de oliva y vinagre o una tortilla de patatas. Y llegaba la hora de abrir la sandía. Mi padre sabía si había acertado en cuanto clavaba el cuchillo y oía el rasgar de la piel. Horas lentas, en bañador y sucio de polvo africano, rasguñado de dientes de leones, comiendo una enorme raja de sandía, fatigado del sol y con los carrillos húmedos de aquel jugo del verano.
Inolvidables recuerdos de una edad dorada, lejos en el tiempo pero cerca en el recuerdo. ¡Cuán refrescante es la sandía!.
ResponderEliminarBuen fin de semana, Pedro. Besos
Hoy hemos tenido 35 Gr C con 86% de humedad, me hubiera venido muy bien una buena raja de sandía, pero tomé cerveza, en cambio:, también refrescante :-)
ResponderEliminarPedro con tu entrada me has traído recuerdos de mi niñez muy similares.
ResponderEliminarUn beso.
Es un entrañable recuerdo de la infancia... me ha traído a la memoria las meriendas en la era y las correrías de la infancia por el pueblo...
ResponderEliminarAbrazo.
Como me gustan estos retratos de interior, son preciosos.
ResponderEliminarBesos.
Cuántos recuerdos, de cosas, de maneras de vivir. El baño era en Viana de Cega, y había que coger el tren, claro.
ResponderEliminarBesos.
Excelente a tua maneira de recordar ...e que em fez também a mim regressar a tempos bem recuados.
ResponderEliminarAinda hoje gosto muito de melancia , rrss
Querido amigo, que tenhas bom fim de semana
Recuerdos de niñez. Sabores inolvidables.
ResponderEliminarYo también tuve playa fluvial, la del Arlanzón, frente a la Merced, con sus piedrecitas. Tan céntrico, demasiado.
Besos, pasa buen fin de semana.
Bonito paisaje descriptivo.
ResponderEliminarEsos recuerdos están presentes en casi todos. Donde vivo en las fiestas de Agosto una gran montaña de sandias llenaban la calle de la feria.Solo que eramos tan niños!!!
ResponderEliminarsaludos
Mavi
Los sentidos se desarrollan a toda velocidad durante la niñez. Y lo que éstos perciben en ese periodo, nos queda grabado en la memoria para siempre. Leer tu entrada, Pedro, me ha abierto el apetito. Ahora mismo no tengo sandía en casa, pero me espera un buen melón. Creo que voy a incarle el diente.
ResponderEliminarUn abrazo.
Fé de Errores
ResponderEliminarNada más apagar el ordenador, me he percatado de que en mi entrada anterior había puesto el verbo "hincar", sin "h". Disculpas.
No obstante, que sepas, que con "h" o sin ella, el melón cae seguro.
entrañables recuerdos Pedro
ResponderEliminarbss
La vuelta a casa con el equipaje aliviado de peso también tenía su aquel.
ResponderEliminarConozco el barreño y la barra de hielo, allí como aquí. Todo ha cambiado mucho, los veranos también, los nuestros, quiero decir. Melón y sandía. ¿Sabes que mi hijo hace la tesis doctoral sobre la maduración del melón? Qué cosas.
ResponderEliminarUn abrazo
Muy bueno.
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