Mi padre, como muchos otros de su generación, tuvo que buscar la dignidad en la condición de superviviente. Era un niño cuando estalló la Guerra civil y sufrió la dureza de la postguerra. Sobre todo, la dureza de no poder ser libres, de no tener oportunidades para mejorar en contacto con las ideas de libertad y democracia, de no tener derechos, de no poder hablar o decidir sin miedo a las represalias. Durante gran parte de su vida vivió, por lo tanto, como un superviviente y eso le marcó el carácter, forjándole una firmeza en los valores básicos del ser humano: la honestidad personal, la fidelidad a aquellos a los que quieres, el respeto por el otro y la dedicación atenta hacia todo lo que haces, sea lo que sea. Sabía lo que estaba mal y lo que estaba bien pero también aprendió que por desgracia no podía cambiar la situación de España y que los patronos seguían siendo los patronos y los trabajadores nada más que peones sin poder alguno. Como todos aquellos españoles a los que la victoria y la dictadura les cayó encima y no se marcharon fuera, tuvo que aprender a guardar silencio, no molestar demasiado y buscar el margen de dignidad que la historia le dejaba en cumplir con su trabajo y su familia y cultivar una especie de solidaridad entre los que no habían vencido. Recuerdo su alegría el día que votó en las primeras elecciones libres tras el regreso de la democracia, también recuerdo cómo iba identificando en nuestra ciudad los nombres que en la nueva situación eran los mismos que en la antigua, con la decepción de que nada hubiera cambiado en tantas cosas. En sus últimos meses de vida pudo ver las primeras consecuencias de la crisis económica y resumió lo que veía en que nunca nos dejarían ser como ellos, como los que mandan de verdad pero que eso no debería rebajar la constancia de nuestro empeño. Aprendí mucho junto a él durante toda mi vida, pero sobre todo aprendí mucho en los meses que duró la enfermedad. Aprendí que la dignidad es lo único que jamás pueden robarnos de verdad, por muy penosas que sean nuestras condiciones. Hoy, hace tres años, fallecía.
Sentido homenaje a tu padre, Pedro. Así es, no nos pueden robar la dignidad ni el pensamiento libre. Un fuerte abrazo
ResponderEliminarEspero que estas o parecidas palabrase se las dijeras en vida. La gratitud y el reconocimiento de un hijo son los mejores regalos que se le pueden dar a un padre. No tengo la menor duda de que se sentía muy orgulloso contigo.
ResponderEliminarUn abrazo, Pedro
Un abrazo enorme, estimado Pedro.
ResponderEliminarPrecioso homenaje a tu padre. Hay cosas que nadie nos puede robar, entre ellas la dignidad.
ResponderEliminarBesos.
homenaje precioso a tu padre Pedro, tu madre también es una sobreviviente y al lado de tu padre le hizo frente a toda la adversidad , ella y él en la dignidad son ejemplos
ResponderEliminarbss
Nunca nos dejarán, qué razón tenía tu padre.
ResponderEliminarUn abrazo en este día
Siempre me haces temblar cuando hablas de tu padre. Me estremece escucharte, Pedro. Y digo "escucharte" porque es como si me lo hubieses contado en un rincón de algún café de Burgos...
ResponderEliminarLa dignidad nunca debemos perderla. Nunca.
Supervivientes, dignos callados y trabajadores.
ResponderEliminarDescanse en paz. Un abrazo, Pedro.
Antònia
Me emociona leerte, Pedro. Cuánto cariño se desprende de tus palabras. Se nota lo mucho que se hizo querer por los suyos, debió ser una gran persona. Estos días hace diecinueve años que falta mi padre. Otro superviviente digno y honrado. Yo lo añoro como el primer día. Nuestro mayor homenaje es seguir recordándolos para que sigan vivos en nosotros.
ResponderEliminarUn saludo.
Vive en tu memoria y en tu corazón y se hace presente en el magnífico reconocimiento que le haces.
ResponderEliminarComovente homenagem a teu Pai, que eu gostaria de te conhecido .Aliás, como teria imenso gosto em te conhecer pessoalmente.
ResponderEliminarPessoas com convicções e dignas são tão escassas nestes tempos presentes, que é uma honra poder ser tua amiga, mesmo só através de uma maquineta da qual entendo pouco.
Meu querido Pedro, abraço apertado e que teu Pai esteja em paz(aliás, está.Nem poderia ser de outra maneira)
Estamos en el mismo barco, Pedro.
ResponderEliminarSabía que hoy era un día muy especial para ti. (bueno, ayer ya...).
Un fortísimo abrazo cargado de empatía.
Besos.
;)
Buenas noches, profesor Ojeda:
ResponderEliminarHan pasado tres años, pero su recuerdo es su fuerza y compañía.
Un abrazo
Cambiando el último párrafo y el hecho de que no pudo votar porque ya había muerto, el resto igualmente serviría para mi padre.
ResponderEliminarGente buena que vivió en un mal país.
Saludos
Afortunadamente tu padre y muchos más de su generación siguen gozando de buena salud en nuestra memoria colectiva y nos recuerdan que el escenario cambia, pero el guión es siempre el mismo.
ResponderEliminarUn abrazo.
La recuperación del nombre de calles y plazas significó mucho para quienes vivieron el cambio. La plaza trasera a la vivienda de mis padres siempre fue "Plaza de la Libertad". Ahora figura así en el rótulo.
ResponderEliminarNos queda el recuerdo.
Dos abrazos
Su memoria no se aleja, siempre se mantiene con nosotros. Que sigas recordándolo de esa forma tan viva.
ResponderEliminarSaludos y abrazos!
Permite que me quede con que nunca debemos rebajar la constancia de nuestro empeño. Un abrazo, Pedro
ResponderEliminarUn ejemplo de vida que te habrá marcado para siempre.
ResponderEliminarMerecido y muy emotivo homenaje!
=)
Grande su padre, de los que se aprende verdaderamente lo importante, el cariño y el ser buenas personas, serlo incluso en la adversidad que es cuando más cuesta. Recuerdo un día hace mucho años a mi abuelo materno que nos acompañó en un pequeño viaje al aeropuerto de Málaga, tan mayor y la vida se le salía por los ojos como a un niño observando los adelantos, como él decía, de la vida moderna, "quién pudiera volver a vivir en libertad, no sabeis de vuestra suerte" y comprendí, nunca olvidaré su entusiasmo. Libertad y democracia, no, no vamos a "rebajar la constancia de nuestro empeño".
ResponderEliminarUn abrazo.
Hola Pedro:Nada mejor que ser dignos hijos de su ejemplo.Saludos
ResponderEliminarLo que somos frente a lo que tenemos. Quien deja como legado su ejemplo trasciendo en lo que otros serán.
ResponderEliminarUn saludo
Mi padre era un poco mayor, le pilló la Guerra Civil, estuvo los seis meses del final, reclutado con apenas dieciocho años. Después estuvo sirviendo seis años, los mejores de una vida regalados al común. Nunca le oí quejarse por ello, bastante tenía con trabajar de sol a sol para mantenernos, con los mismos aperos que ya habían usado los romanos.
ResponderEliminarFue una generación de gigantes que va desapareciendo poco a poco. Hago extensible -con tu permiso- este bello homenaje a toda la generación de postguerra.
Merecen todo nuestro respeto porque lo pasaron muy mal para levantar el país y las familias de la miseria.
Un abrazo.
ResponderEliminarAlguien dijo : " Podrán quitarnos todas las flores pero nunca robarnos la primavera "
Hola Pedro:
ResponderEliminarAl ir leyendo la historia de la vida de tu padre, me ha venido a la memoria muchas cosas que el mío me ha ido contando. Un denominador común de los que tuvieron que pasar la guerra y sufrir la postguerra, es la terrible ley del silencio que han llevado grabada toda la vida. Hoy es el día que mi padre todavía no me ha contado muchas cosas. Por eso nosotros no podemos callar ante todo lo que están haciendo mal ahora, porque si lo hiciéramos, impondríamos otra vez ese silencio para unas cuantas generaciones más.
Un abrazo.
Qué emoción cada vez que escribes sobre tu padre.
ResponderEliminarCasi casi como si lo viera.
Un fuerte fuerte abrazo.
En su cara se refleja muy bien esa dignidad de la que estás tan orgulloso como hijo.
ResponderEliminarUn abrazo
Luz
Bonito homenaje, que es tan personal como posiblemente también colectivo a toda aquella generación. Ahora vivimos de su construcción política, estatal, social, etc. (bueno, al menos mientras podamos sostenerla)
ResponderEliminarPuedes imaginar, Pedro, cómo me identifico con las palabras que dedicas a tu padre. Podría aplicarlas, punto por punto, coma por coma, también al mío. Su mayor legado, sin lugar a dudas, el ejemplo que supieron darnos y que, estoy seguro, nos ha hecho un poco mejores.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo.
Identidad de toda una generación (la de nuestros padres, noble, laboriosa y sincera) que quemó sus naves de juventud, de libertad y de principios, a fuerza del silencio del miedo y la obediencia, en el sueño imperfecto de una vida lastrada por aquellos que asonando la ley, se autoerigieron en patria. De todos ellos el recuerdo y la luz -brillante u opaca- de nuestra propia herencia. Contigo, un abrazo.
ResponderEliminar
ResponderEliminarCreo que está casi todo dicho por los tertulianos. Estoy de acuerdo que tus palabras son un reconocimiento a tu padrre, y a los padres -como el mío-, sufrieron esa dura etapa.
Un abrazo
Bonito homenaje.
ResponderEliminar
ResponderEliminarQuerido Pedro, veo a tu padre sonriendo y diciéndote SI, gracias!
Gracias por estas cosas buenas tuyas que compartes...
Beso,
Ali