lunes, 11 de noviembre de 2013

¿Cómo se enamora Don Juan?

 
Ya lo he dicho: siempre que me aproximo al Don Juan Tenorio de José Zorrilla quedo atrapado. Ripioso, lleno de trucos escénicos, todo lo que se quiera, pero cómo arrastra este drama religioso-fantástico en dos partes que se estrenó en 1844 y que muchos consideran el final y la superación del romanticismo. Un artefacto escénico que sigue funcionando a estas alturas sobre todo porque tiene una vertiginosa acción tanto de palabra como de gesto y por la pasión desbordada. Pero también por pequeños detalles que, a veces, nos pasan desapercibidos por mucho que nos sepamos de memoria sus versos. Hoy, en clase, me ha vuelto a pasar, Zorrilla me ha atrapado.

Cuando recitaba en clase la famosa escena del sofá -que no tiene sofá originalmente y acontece en un balcón con el Guadalquivir al fondo-  de la escena III del acto final de la primera parte me he detenido en algo en lo que hasta hoy no había reparado suficientemente. Ya sabemos que es en este momento cuando don Juan se enamora, con lo que pone las bases para su salvación final y sabemos que se enamora de la pureza de doña Inés. Nunca antes don Juan se había enfrentado a la seducción de una inocente. Digamos que lo había tenido muy fácil: bien directamente con su nombre o sus acciones bien con el engaño, las mujeres se le habían mostrado muy accesibles. En esta ocasión es distinto. Doña Inés es la pureza absoluta y se enamora, como sabemos, de las palabras de don Juan, de ese torrente de palabras que le dejan sin capacidad de resistencia. Doña Inés no es una víctima de don Juan, no lo es, al menos, como otras porque su amor les salvará a los dos.

Ya lo sabemos: don Juan se enamora del amor puro de doña Inés. No hay nada que le impida tomarla: ella está sola y está enamorada y a su disposición. Pero el don Juan que acaba de regresar de Italia con una amplia lista de mujeres seducidas y hombres muertos, que ha burlado a su amigo don Luis engañando a la prometida de este, que unas horas antes ha raptado a doña Inés del convento en el que se encontraba, se frena:

Sí, iré mi orgullo a postrar
ante el buen Comendador,
y, o habra de darme tu amor,
o me tendrá que matar.

Ya sabemos de qué se enamora don Juan, pero ¿cómo le ocurre?, ¿cómo llega a darse cuenta de que se ha enamorado? He aquí el pulso teatral magnífico de Zorrilla, que hay que apreciarle en su justa medida. Don Juan se da cuenta del efecto que causan sus palabras en doña Inés como pocos personajes del teatro universal. Pocos versos después del arranque tan conocido (¡Ah! ¿No es cierto, ángel de amor, / que en esta apartada orilla / más pura la luna brilla / y se respira mejor?) don Juan mira de frente a doña Inés y se da cuenta de lo que en ella sucede, como si fuera la primera vez que fuera consciente de lo que provoca en una mujer quizá porque es la primera vez que se halla ante una mujer inocente:

Y estas palabras que están
filtrando insensiblemente
tu corazón, ya pendiente
de los labios de don Juan,
y cuyas ideas van
inflamando en su interior
un fuego germinador
no encendido todavía,
¿no es verdad, estrella mía,
que están respirando amor?

Pasa después a detenerse en las lágrimas que corren por el rostro de la mujer:

Y esas dos líquidas perlas
que se desprenden tranquilas
de tus radiantes pupilas
convidándome a beberlas,
evaporarse a no verlas
de sí mismas al calor,
y ese encendido color
que en tu semblante no había,
¿no es verdad, hermosa mía,
que están respirando amor?

Y después se arroja a los pies de doña Inés. Don Juan se ha visto en sus efectos por primera vez en su vida quizá porque por primera vez estos efectos son sinceros totalmente. Y cae arrebatado de amor. En contra de lo que se suele afirmar, don Juan no se enamora de golpe, de forma inverosímil, sino de una manera escénicamente bien potenciada por Zorrilla. Don Juan se ha visto en el reflejo del rostro de doña Inés y ha comprendido todo el poder de sus actos y sus palabras para provocar el afecto amoroso en alquien como doña Inés. Es la primera vez que no piensa en sí mismo. Y, por eso, se enamora y quiere cambiar su vida. Ya sabemos que la sociedad, representada en don Gonzalo, sorda e incapacitada para pedir perdón o perdonar de forma sincera, se lo impide. Por eso don Juan se salva al final y don Gonzalo se condena. Aquel ha descubierto el amor en su concepción moderna y amplia, este está incapacitado para sentirlo.

14 comentarios:

  1. Qué maravilla.
    Aquí se escenifica por la calle (una compañía de teatro) el día 1 de noviembre, todos los años.
    Y no me canso de verlo.

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  2. Nos acabas de dar una clase masgistral! Es una suerte tenerte tan accesible, profe.
    Redescubrir a Don Juan, otra suerte, y una sorpresa!
    Gracias!
    Un beso.
    ;)

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  3. Doña Inés implora de la hidalga compasión de don Juan. Y nos seduce a todos.

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  4. Gracias por la clase.
    Cada día se aprende algo nuevo, incluso los que enseñan; tiene que ser muy gratificante descubrir algo nuevo en lo que se repite una y otra vez.
    El poder inquietante que a veces tienen las palabras. Gracias.

    Besos.

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  5. Siempre llega esa primera vez en la que uno deja de pensar en sí mismo e irremediablemente cae en ese amor... o eso dicen...

    Aquí se representa cada año en la parte antigua de la ciudad y va rotando por distintos escenarios, es genial, parece realmente que estamos en aquella época cuando paseamos por el barrio de Vegueta siguiendo las distintas escenas.
    Espero que no nos quiten eso también.

    Besos, Pedro

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  6. Recuerdo cuando leí el Don Juan de Zorrilla, que me gustó mucho. Mil gracias por tu espectacular clase y tienes mucha razón el amor salva.

    Besos

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  7. Leí a escondidas (con ocho o nueve años) una edición de Don Juan Tenorio que tenían mis padres en la biblioteca, me parecía muy excitante la historia. Era una novela gráfica, en b/n, con algunas páginas sueltas y Don Juan era tan guapo!

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  8. Tomás Martinez Fernandez13 de noviembre de 2013, 11:17

    Como siempre supremo don Pedro,
    como siempre, como cada otoño vuelve a caer esas dos perlas

    Y esas dos líquidas perlas
    que se desprenden tranquilas
    de tus radiantes pupilas
    convidándome a beberlas,
    evaporarse a no verlas
    de sí mismas al calor,
    y ese encendido color
    que en tu semblante no había,
    ¿no es verdad, hermosa mía,
    que están respirando amor?


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  9. Pues mi querido don Pedro
    yo le agradezco la entrada,
    porque erudición versada
    se tejía en el Tenorio,
    como en la Acequia es notorio.

    Y me gusta su mirada
    que no pareciese errada
    pues busca de amor el punto,
    en proceso y su conjunto.
    Yo igual pienso en este asunto
    si cual zorrilla pensara.

    Pero del todo no cala
    ni imagino que desvele
    ni en el "sofá" se revele
    con décimas evohés
    nuestro Juan a doña Inés
    en choque de corazones;
    pues jurar amor divino
    en el contexto es cliché
    no transforma al asesino
    y como vino se fue.

    Asumo en razón versada,
    que el proceso fue complejo
    y en barrica el vino viejo
    buscó con tiempo la añada.

    Le explicaré mis razones:

    Ya Tenorio en la taberna
    se las ve con tabernero
    pues es hombre de tablero
    que planea las jugadas,
    al azar no deja nada,
    mucho menos si hay en juego.

    Todas las mujeres tuvo
    según relata en su historia:
    Pues los claustros escaló
    la virtud escarneció
    y así nada respetó
    sin importarle la honra.
    La inocencia conocía
    y la inocencia deshonra.

    Que fuese apuesto y galán
    era menos en su haber
    que su estricto proceder
    para objetivos lograr.

    Y lo que parece falta
    al recuento de don Luis
    planeado lo tenía,
    así lo apuesta y lo exalta:
    bien novicia conocía
    junto a muchas más historias,
    para soplarle la novia
    al ingenuo de Mejía.

    Don Juan amaba a don Juan
    y es la victoria su gloria,
    lograrla sólo su afán.

    Muestra Tenorio el diploma
    pero nunca el truco vil
    mete en la trampa paloma
    y enreda incluso al hostil.

    Así con Inés, el lance
    tiempo ha, que había empezado
    con Celestina al cuidado
    es novicia enamorada
    y de la carne encelada
    sin conocer a su amado.

    Y tan gustosa es la argucia
    que Don Juan se regocija
    pues el morbo es pauta fija
    de quien todo ya ha probado
    confesando en verso a Brígida:
    "Tan incentiva pintura
    los sentidos me enajena,
    y el alma ardiente me llena
    de su insensata pasión.
    Empezó por una apuesta,
    siguió por un devaneo,
    engendró luego un deseo,
    y hoy me quema el corazón."

    Mucho quemaba la brasa
    que había él solo encendido
    que cuando secuestra a Inés
    (a la que advierte por carta)
    planeado es que Gonzalo
    Comendador y burlado
    vaya a buscarle a su casa,
    (plan de huida bien trazado)

    También se ve que Zorrilla
    tiene a Juan enamorado
    no cabe que a Inés mancille
    ni en balcón ni en dormitorio
    ni en un minuto ni ciento
    ni embarcarla hacia Sorrento
    ni inventarse otro Tenorio
    que no acabe en velatorio.

    La pureza que intercambian
    junto a novicia en su quinta
    son en la pluma la tinta
    que de platónico hielo
    se deshacen en el cielo
    y en humedales se empapan;
    en Inés deprecación
    que acaba con un ¡te adoro!
    en don Juan depredación
    que torna cabestro al toro
    confesándose en su amor
    con excesivo decoro.

    Aunque en la manga una carta
    prueba don Juan (el capado),
    convencer a don Ulloa
    de poder ser desposado
    y acabar en boda y tarta,
    con tal suerte perdonado;
    consumar la barbacoa
    o sino marchar a Italia.

    Con todo "amor verdadero"
    llegará cuando la deje
    al huir del matadero
    que su juego ha provocado.
    En la pérdida macera
    amor de amante frustrado.

    Y si Inés de amor perece
    por un Tenorio "sincero"
    (que hasta Dios juzga ilusorio...
    conociendo al mujeriego
    que su palabra ha faltado)
    don Juan no olvida el lucero
    que sólo en su cielo brilla
    por quien hincó la rodilla
    por quien suplicó a los cielos
    por quien tuvo sendos duelos
    y virgen dejó en Sevilla,
    que fuera paloma en mano
    del burlador más humano
    y el triunfo de un fracasado,
    pues quiso tocar virtud
    y le cegó su denuedo.

    Sólo hallará plenitud
    cuando prefiera morir
    siendo en amor perdonado
    y con ella andar al cielo
    ganando a Satán la mano
    como hubiera planeado
    Zorrilla en don Juan Tenorio.


    Suyo, Z+-----

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  10. entre tú y tu pedagogía y el Sr de la Vega

    nada que agregar

    besos

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  11. Buenas noches, profesor Ojeda:

    Es la maravilla del amor verdadero, que se piensa en el bien de la otra parte.
    La clave: “se frena”.
    La ilusión del lector-espectador, al acercarse a la obra, es que haya perdón, y que todo salga bien para la inocente Doña Inés y para el seductor Don Juan reconvertido. Cuántas veces hayamos visto esta obra, tantas habremos deseado el final feliz, y que los enamorados por tierra y -si no por el cielo- caminen de la mano.
    Quizá se consiguiera mientras duraba la función, por la magia del teatro, y el oportunismo de esas fechas en las que solía representarse.

    Saludos.

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  12. Nunca olvidaré la frase "hay que buscar en el interior" para ello es preciso que un zahorí experimentado nos preste la horquilla.
    Gracias
    Un abrazo

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  13. Es verdad, qué interesante. Me encanta ese cambio que se produce en don Juan. Ahí es donde descubrimos el verdadero temple de su valor, cuando no duda en humillarse ante don Gonzalo, a poner su orgullo, que jamás nadie ha quebrado, a los pies del Comendador.

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