Para los de tierra adentro hay un momento en el que el mar se nos hace necesidad imperiosa. En la meseta castellana, la primavera tomó estos días ceño de otoño y ha querido girar a invierno jugando al escondite. Pero da igual: el mar te nace dentro, de pronto. Hay un día -siempre domingo- en el que escuchas, en el momento de cerrar la puerta del sueño, el graznido de las gaviotas y al ventilar la casa todo huele a mar. Y este año me reclama con insitencia desde las cuatro esquinas del alma. En ese momento sabes que todo gira hacia el verano y que dan igual los pronósticos meteorológicos y los quilómetros que te separen de la costa. El mar es un estado de ánimo.
ResponderEliminarpara quienes somos mediterráneos el mar es la única libertad...
buen fin de semana PEDRO
besos
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarYo vivo próxima a él y lo necesito tantas veces, Pedro. Sé que soy afortunada por tenerlo bastante cerca pero no lo suficiente. Antes abría la ventana de mi habitación y lo veía, lo respiraba enterito. Ahora tengo que desplazarme...
ResponderEliminarMe gusta cómo lo dices: el mar es un estado de ánimo.
Hay estados de ánimo que llevan la magia del mar en sus entrañas...otros, la del fuego, otros la de la brisa del alba, pero todos besan la tierra generosa.
ResponderEliminarUn abrazo
Tienes razón, Pedro, que el mar es un estado de ánimo, puedes sentir su oleaje o la brisa del mar desde el interior, como también verlo desde las pupilas de la añoranza, y encontrarte con la playa de los sueños, y tocar ese azul salado mar que tanto echamos de menos los que tan lejos lo tenemos.
ResponderEliminarPreciosa tu entrada, Pedro, me ha encantado, y tú estás guapísimo en la fotografía, tan cerca del mar.
Un beso.
Estoy de acuerdo con María, estás guapísimo.
ResponderEliminarSobre el mar, discrepo tanto que enterraré mis palabras en la arena, aunque sea del mar, para no desencontrarme contigo.
Besos salados.
Vai até ao mar e respira fundo, enche a tua alma com o sabor a sal e traz nos olhos todo aquele azul imenso e profundo.
ResponderEliminarNa próxima vida viverei junto ao mar !
Querido amigo mio, excelente domingo e estreito abraço
Te mando este "comentario" desde el barco que me trae a Inglaterra desde Santander.
ResponderEliminarAhora estamos en el Canal de la Mancha.
m.v.
El mar es una llamada.
ResponderEliminarEl mar es el estado de ánimo por excelencia.
ResponderEliminarLa vida surgió del mar y desaparecerá junto con él. Al menos mi vida terminará junto al mar.
El mar con su oleaje hipnotico su olor y su rumor, unas veces susurrante y otres veces vigoroso, pero siempre acariciando el alma.
Un saludo.
Fernando
Por esta orilla cantábrica, el ceño es el mismo que el de la meseta...
ResponderEliminarY yo andaba de marejada bien temprano.
Comprobado queda que el mar es un estado de ánimo.
Los que hemos crecido mecidos por el sonido de sus olas, lo añoramos siempre, cuando estamos y cuando no...
Os comprendo perfectamente a los de tierra adentro.
Ese olor a mar, esa luz, esa música...
Tenemos a un okupa cuasi invernal que no termina de desalojar los compartimentos que no le corresponden, y a un enrabietadísimo Neptuno rugiendo desde las profundidades marinas...
El verano, que avanza, que avanza...!
Besos!
;)
Hermosa entrada, pedro, y hermosa observación acerca de ese sentimiento que nos invade de pronto y nos exige soñar el mar.
ResponderEliminarEn cuanto al graznido de las gaviotas a mí, ahora, me parece siniesto.
Un abrazo muy fuerte.
Ese aroma, que tan bien describís, es el aviso de la naturaleza, del verano, también, y por lo mismo,es un estado de ánimo.Un beso
ResponderEliminarEl mar como el fuego lo llevamos dentro nos invade en su oleaje y nos quema en sus llamas... espejo en el que nos reflejamos.
ResponderEliminarTus reflexiones sobre el mar, o la mar como decía Alberti, me ha parecido un poema.
ResponderEliminarUn abrazo
El mar encierra todas las manifestaciones del ánima. Su oleaje y sus amenazas, sus vientos cambiantes, la inmensa pradera azul en calma... marinero de tierra adentro, no sabes cuánto te entiendo.
ResponderEliminarPreciosa tu observación
ResponderEliminarHay que ir cuando se escucha su llamada, lo malo es volver, y echar en falta hasta el olor.
Besos.
Buenas noches, profesor Ojeda:
ResponderEliminarHe leído el texto, pero... ¡no había visto el mar!
¡Ejem!¡ejem!
Al ver la fotografía se me ha ocurrido que tengo que hacer una entrada de Gregory Peck.
Saludos.
Es conveniente cambiar el ánimo de nuestro estado con alguna frecuencia.
ResponderEliminarCuando paso mucho tiempo sin ver, oler, escuchar o sentir el mar me entra un mono... Mi estado de ánimo es desearlo.
ResponderEliminarEl mar: una de las últimas utopías realizables.
ResponderEliminarLa primavera viene este año como nunca, un maremoto de colores.
ResponderEliminarCierto, amigo. Yo, que nací y vivo en su orilla, siento esa necesidad cuando me desplazo tierra adentro. Necesito su olor más que su vista, debe ser por los estados de ánimo que comentas :)
ResponderEliminarUn abrazo mediterráneo
yo veo el mar todos los días y pienso que soy muy afortunada por ello... el mar tiene algo hipnótico y mágico.... que te llega muy dentro.
ResponderEliminary veo los nidos de las gaviotas en los tejados de en frente de mi edificio de oficinas...
biquiños,
Pues sí, un estado de ánimo. No es un fenómeno externo, sino interno.
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