Tenía pendiente la visita a la última exposición de Ignacio Llamas en el Museo del Patio Herreriano, Fisuras. Llamas es uno de los autores que más me han interesado en los últimos años por la carga simbólica de sus obras y la originalidad que parte de una profunda reflexión sobre la mirada interior, es decir, aquella que viaja hacia dentro del alma humana con la mínima disposición de elementos, campo tan desatendido en el arte contemporáneo español.
Inaugurada el pasado mes de diciembre, esta muestra culmina una etapa de la obra de Ignacio Llamas que, desde el año 2007, investiga sobre la objetivación del alma humana. La metáfora parte de espacios vacíos tratados con un fuerte contraste y diálogo entre la luz y la sombra y una ausencia significativa del color en los que algunos objetos cotidianos -sillas, butacas, taburetes, armarios, escaleras, árboles, etc.- añaden dramatismo por su capacidad para simbolizar la huella del ser humano en la que se adivinan pequeñas o grandes tragedias y, entre todas ellas, la necesaria vivencia de la soledad. En su propuesta, Llamas quiere que la Belleza y el significado del arte nazcan de un diálogo fecundo entre todos estos elementos opuestos, en una fecunda síntesis.
El proyecto consta de tres fases. La primera, Refugios del misterio es la de calidad más cuestionable en la realización, aunque vista en el conjunto adquiere el valor de un primer movimiento preparatorio para lo que vendrá después. Consiste en una serie de contenedores dispuestos en un espacio oscuro, maquetas de espacios arquitectónicos. Estos contenedores, dotados con luz interior que provoca sombras en un juego intensificador del significado del contraste entre claridad y oscuridad, tienen unas pequeñas aberturas desde las que el espectador, obligado a inclinarse para poder mirar a través de los huecos, contempla el interior de unas salas vacías en las que, sin orden coherente, se distribuyen puertas, habitaciones y pequeños objetos. El mero acto de inclinarse a mirar provoca que el espectador sea protagonista de la acción simbólica: lo que mira es parte de su propio interior, como asomarse a su propia vida desnudada de accidentes. Y esta acción -que juega con el referente infantil de las casas de muñecas- puede provocar en el espectador dos sensaciones contrarias, bien una frialdad que parte de la curiosidad argumental por saber qué pasa -o pasó o pasará- en esos espacios universales- en los que nada va a suceder en forma de relato en acción; bien el pellizco anímico que siente aquel que se enfrenta con las paredes de su propia vida, construida de forma menos ordenada de lo que nos solemos reconocer y en la que se conservan las huellas de lo vivido como los restos de un pequeño naufragio.
La segunda fase, Cercar al silencio, es excepcional. Se trata de un juego entre la fotografía y el espacio, la necesidad de que el objeto bidimensional que es una fotografía dialogue con el espacio que ocupa y lo altere a partir de la construcción de volúmenes. En el fondo son los mismos espacios de la primera fase, pero ahora tratados con la imagen fotográfica: desmonta el volumen de las maquetas para llevarlas a la fotografía. Con eso se evidencia más aún la intención de universalidad de la experiencia interior. Queda allí más dramatizado el juego de luz y sombras y la capacidad de los pequeños objetos para alterar la conciencia de quien los observa.
La tercera, Desolaciones, es un salto en la propuesta. Vuelve a las maquetas, pero ahora los espacios son espacios abiertos y el juego entre la maqueta y el espacio vacío que hay a su alrededor -el que ocupa el observador- es inteligentemente aprovechado para resaltar esa necesaria implicación del espectador que se ve abocado a establecer un diálogo con lo que allí se representa y decidir si lo que contempla son espacios a medio construir o ruinas limpiadas con pulcritud de arqueólogo conservador. Es decir, futuro o pasado de una vida, de la propia vida.
Me ha gustado, especialmente, que Llamas haya huido de la tentación habitual en el arte contemporáneo actual, cuando trabaja con este tipo de espacios, de las referencias a los espacios orientales o a los jardines zen, como si no hubiera otras formas de representarlos. También es especialmente reseñable la instalación de las tres fases en las salas correspondientes del Museo -la mejor que he visto en el Patio Herreriano, que tan irregular se muestra a la hora de cuidar este aspecto- y el sonido, que completa el necesario clima en el que debe visitarse la exposición, de la que es parte sustancial.
Llamas elabora, en su explicación de Fisuras, una propuesta positiva: pretende que de la contemplación de su obra, el espectador camine hacia la necesaria regeneración de su propio yo a partir de la experiencia de la soledad. Pero deberíamos admitir otras lecturas. Para mí, la propuesta de Llamas nos lleva hacia espacios de desolación. Siento disentir con el autor, pero su excepcional muestra me inclina más a reconocer en estos espacios la derrota en la que consiste la vida. Los objetos despositados en estas salas son huellas de lo que tuvimos que abandonar en cada una de ellas para pasar a la siguiente, hasta dejar todas ellas vacías y deshabitadas. En el juego de luces y sombras se establece el valor dramático de una vida, que siempre termina con el resultado aséptico de la muerte y de la ruina. Solo algunos pueden aspirar a dejar la suficiente huella que permita meditar a los siguientes que ocuparán el mismo espacio que nosotros dejamos.
Lástima estar tan lejos, pero me ha gustado leer tu visita y tu interpretación. Casi no encuentro datos en tu entrada sobre la música, de la que hablas brevemente, aunque tampoco importara tanto, supongo.
ResponderEliminarComentaba hace poco con un amigo que las respuestas a las preguntas importantes de la vida, respuestas parciales, las dan, a veces, el arte con mayúsculas, sea teatro, cine, literatura, fotografía, escultura, pintura, arquitectura, música... no sé qué pensarás tú de esto, aunque tu último párrafo, en cierta medida, responde la pregunta.
Un abrazo
Holla.
ResponderEliminarQuiero desear una semaña de Paz y Salud.
Abrazos.
A pesar de la resistencia que me ofrecen me acerco a cada muestra a mi alcance, creo que voy comprendiendo algo, pero no es fácil.
ResponderEliminarGracias. Un abrazo
No conocía a este artista toledano. Seguí tu consejo y me bajé el documento en PDF de la exposición. Y por lo poquito que he podido ver y por tu magnífica reseña, me gusta este juego de luces y sombras e interrogaciones interiores. Incluso, me gusta su propuesta optimista sobre "la regeneración del propio yo a partir de experiencia de la soledad", pero ésta solo no basta.
ResponderEliminarEs necesario cierto nivel de autoconocimiento y voluntad, para poder trabajar y mejorar ese yo. Sino Huella insigne para la posteridad, huellita siempre dejamos en nuestra descendencia (ahora, si nos salen meditantes o no, ya es otra cosa :-))
Besos
Tu reseña casi suple la visita en directo a esa exposición.
ResponderEliminar