En el capítulo IV de Mala hierba, Manuel desaparece. Es la primera vez que sucede: el narrador se olvida del que hasta ahora le había servido de guía para contar su historia para centrarse en Roberto. Baroja toma este recurso de la novela decimonónica -no se remonta el autor a Cervantes, que fue quien creó esta técnica cuando separó a Sancho de don Quijote-. Es un recurso propio del folletín: el lector está acostumbrado a Manuel y, de pronto, este le falta. Por una parte, evidencia uno de los rasgos de este personaje protagonista: en muchas ocasiones, su falta de voluntad le lleva a ser mero testigo de las cosas, una mera excusa del autor para transitar por diferentes ámbitos de la vida madrileña, como en el devenir de la novela picaresca, cuando el pícaro fue más ojos que acción y sirvió para dar testimonio de una parte de la realidad española que no entraba en otra literatura. Pero, por otra, la desaparición de Manuel en este capítulo se debe a lo que en él sucede. Roberto da un paso contrario a lo que tantas veces constituye su discurso al hablar con franqueza a Esther y aconsejarla que deje a su marido. Todo ello, en un diálogo perfectamente estructurado por Baroja, le lleva, a través de un juego verbal en el que dicen y hacen cosas contradictorias, a un beso que lleva a otros. No lo veamos con ojos actuales, sino con los de la sociedad del momento y con las palabras del mismo Roberto cuando afirmaba que nada le podría apartar de su objetivo: al fin y al cabo, Esther ya es una mujer destruida y Roberto solo da un paso más. Esta escena en la que se besan -precedida por párrafos que lo anuncian- es de un erotismo que no esperamos encontrar en Baroja, pero aquí está. Su procedencia -la popular novela erótica de principios del siglo XX-, tanto en las palabras que se dicen y en los gestos -ella se refugia en su pecho, él aparta con la mano unos rizos de su frente, él la besa con dulzura, ella le presenta los labios para un beso mucho más pasional-, evidencia el registro y la fina ironía de Baroja tanto en lo estético -introducción de un género menor en su novela- como en lo ético, lo que confirma la degradación de todo el ambiente, por mucho que se revista de buenos motivos: ni siquiera Roberto... Por eso no puede estar presente Manuel. El golpe de efecto final es más que evidente: Bernardo, el marido abandonado -merecidamente abandonado, diríamos-, no se preocupa por su matrimonio, sino por su padre...
Noticias de nuestras lecturas
Pancho sabe cómo unir Cogolludo con los Lumiére, además de darnos las claves para comprender a la Baronesa barojiana....
Mª Ángeles Merino nos regala una maravillosa entrada, con toda la documentacion precisa para que comprendamos el trabajo en la imprenta y la vida que le espera a Manuel cuando se deja, de nuevo, ganar por la pereza y regresa a la calle.
Gelu nos lleva a su octava entrada con antología de frases ilustradas para que podamos fijar mejor el recuerdo de Mala hierba. Y, hablando de Esther, nos sabe llevar hacia Perfidia...
Paco Cuesta aborda un tema palpitante desde la misma concepción de la novela: la conciencia social en Mala hierba.
Ele Bergón nos rescata Cogolludo de la mala imagen que de la localidad nos trasmite Manuel...
Quiero pediros disculpas, las muchas ocupaciones y el poco tiempo ha retrasado esta entrada, que debió publicarse el jueves pasado. Si no me fallan las fuerzas, el proximo terminamos con Mala hierba y comenzamos con el tercer volumen de la trilogía barojiana.
Cuanto siento no poder acompañaros en estas lecturas. Leo con mi hijo los libros que le mandan en el insti, hemos disfrutado El Lazarillo. Aparte los findes sigo ocupado con los compromisos sociales 15M etc
ResponderEliminarUn fuerte abrazo maestro Pedro y demas acequianos.
He empezado hoy por La Busca, sé que voy con retraso pero me gusta leeros.
ResponderEliminarUn abrazo.
Siempre he pensado que los finales de capítulos parciales deben lograr sorprender, emocionar y/o resultar lo suficientemente contundentes como para que el lector decida, en ese receso, retomar prontamente la lectura.
ResponderEliminarUn abrazo
No pasa nada, lo único que nos tenías preocupados con lo de vivir como si estuvieras muerto. A todos nos tragó la ballena alguna vez, algunas veces. Gracias Myriam...
ResponderEliminarEl folletín de Esther me lo salté porque, sinceramente, me pareció un pestiño, con toda la traviesa intención de autor pero pestiño. Juega con nosotros este don Pío, como todos los grandes, Cervantes a la cabeza.
Gracias por tus palabras y acabemos con la mala hierba, la literaria y barojiana, claro, que la real ni una briznilla, ya quisiéramos
Besos
Resulta muy interesante ver como en la escena del beso apreciamos erotismo y otras que en principio lo son más las tomamos como simple narración.
ResponderEliminarHabilidad de don Pío.
Un abrazo
Volví a leer este capítulo muy atentamente junto con tu clase, Pedro. Y así es como lo veo:
ResponderEliminar"ni siquiera Roberto..." lo que muestra que Roberto es solo un ser humano, no una máquina y que por más que tenga principios (que son construcciones del intelecto)puede dejarse inundar en un determinado momento, por las emociones que emanan del corazón.
Si como decimos "guerra avisada no mata soldados" aquí Roberto ha sido honesto y ha jugado con las cartas sobre la mesa, por lo tanto no hay engaño ni utilización de su parte.
Esther es quien lo ha deseado, aún a sabiendas de que es algo transitorio y no es que se "deje perder": Esta Esther de Baroja es una mujer que se ha dejado engatusar por otra a la que creía su amiga, por tanto: naiv, inocentona, insegura, que luego se venga (Y desahoga)y lo hace con todas las letras, de frente.
Roberto funciona como su apoyo moral, quien le aconseja, da coraje y saca de esa casa. Para una mujer como Esther que no ha recibido cariño ninguno, estas pinceladas erótico-afectivas y circunstanciales de Roberto funcionan como un bálsamo reconstituyente. Para una planta seca, unas gotas de agua obran maravillas. Esther necesita de esas gotas para poder seguir adelante con su vida y muy a sabiendas de que su salvación no depende de Roberto.
Si Baroja quiso mostrar una degradación por parte de Esther y Roberto, -desde mi subjetividad en este Siglo XXI- se equivocó de cabo a rabo.
Quizás sin ni siquiera ser consciente el escritor, ahondó en una realidad psíquica de minusvalía y desamparo (en Esther) y en la atinada intervención de una mano amiga en un momento de empantanamiento (la de Roberto). Y lo repito, aquí no hay uso ni abuso, ni degradación, solo unas migajas reconstituyentes de calor humano, que pueden ¿por qué no? manifestarte sexualmente.
Besos
Donde digo pincelados DE Roberto, léase CON Roberto. Vale
ResponderEliminaraunque no he podido acompañaros en esta lectura, siempre me quedan saberes con tus entradas
ResponderEliminar.
un abrazo
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PD ¿acaso te es imposible mi pedido?
házmelo saber, gracias Profe
A principios de siglo el cine estaba dando sus primeros pasos, el tren ya llevaba unas décadas, pero ambos representaban la esperanza en el progreso para una España enferma de atraso secular en todos los aspectos. Dicen que cuando la gente veía ese tren de los Lumière que llegaba a la estación, los espectadores huían despavoridos, temían que se saliera de la pantalla.
ResponderEliminarCuando leí el capítulo, enseguida pensé en las novelas intercaladas del Quijote, pero con personajes conocidos.Algo así tengo anotado.
Ya veo que otra vez voy atrasado. La novela tiene demasiadas cosas que contar que merecen comentario. Habrá que abreviar de todas formas.
Buenas noches, profesor Ojeda:
ResponderEliminarUn buen título para encabezar el post.
Creo que tendremos que hacer más de una entrada, para completar el libro.
Quedan muchos detalles, aunque van saliendo en los comentarios de unos y otros.
Abrazos.