En La Busca existe el vértigo de la vida de los miserables, de aquellos que parecen estar condenados por nacimiento a vagar en los márgenes de una sociedad a la que dificilmente podrán acceder. Ni siquiera el trabajo honesto se ofrece como verdadera posibilidad para ellos: son el elemento frágil del que se puede prescindir a la primera ocasión sean o no culpables de aquello de lo que se les acusa, hayan cometido una sola falta del tipo que sea, puede que ni siquiera se adapten a un trabajo sin horizonte alguno en el que se les somete a unas condiciones que les impide tener una verdadera vida digna. Nos retrata una capa de la sociedad que no suele llevarse a la literatura pero que existe, que ha existido siempre aunque muchas veces se cierre los ojos ante ella. Baroja decide adentrarse sin moralinas en esos barrios, en las casas y tabernas que frecuentan y retratarnos su complejidad, su forma de organizarse al margen de la legalidad oficial. No piensa Baroja, ante esa realidad, que la solución venga de las instituciones ni de la caridad ni de la mano de organizaciones políticas. El único motor que puede arrancar a alguien de ese tipo de vida es conservar dentro un hueco de voluntad, una especie de conciencia que haga desagradable ciertos comportamientos.
Manuel ha llegado al final de La Busca sin haber podido gobernar su vida. Es un muchacho cuando llega a Madrid y mientras su madre vivía podía estar bajo su protección, pero tras su muerte se ve empujado a una vida llena de penurias. Pero siempre se siente diferente, hay un margen de desconfianza, una especie de institinto de supervivencia cultural que lo empuja hacia afuera, aunque todo parece condenarle a no conseguir escapar. La estancia en casa del trapero, el sr. Custodio, le permite comprender que aun en la basura hay posibilidades de regeneración. Por eso, cuando ya no puede volver a la trapería y regresa a la calle, entre los golfos, conservamos una cierta esperanza de que pueda escapar de esa vida y alcanzar una integración en la sociedad que le permita una vida menos incierta.
Sabe terminar esta novela Baroja de la misma manera que ha conducido la narración, sin demorarse en detalles y pidiendo la colaboración del lector: tenemos la esperanza de que así sea, pero no la certidumbre. Para ello deberebemos leer la segunda parte de esta trilogía.
Noticias de nuestras lecturas
Pancho, en su última entrada, nos ilustra sobre la incertidumbre de la vida laboral y de la vida misma de estos personajes sumidos en la miseria. No echéis en saco roto sus reflexiones sobre el estilo de Baroja. Como debo hacer justicia, me olvidé de reseñar su quinta entrega sobre La Busca: en ella podréis ver cómo Baroja inserta temas en la unidad central, con una naturalidad que asombra.
Mª Ángeles Merino escribe una magnífica entrada sobre cómo llega Manuel a trabajar para el trapero. No os perdáis ni las ilustraciones ni la intención.
Mª Ángeles Merino escribe una magnífica entrada sobre cómo llega Manuel a trabajar para el trapero. No os perdáis ni las ilustraciones ni la intención.
Esta es la última entrada sobre La Busca. Pasamos a leer y comentar, a partir de la próxima semana, la segunda novela de la trilogía La lucha por la vida, Mala hierba (1904).
dentro de uno no solo hay respuestas a muchas dudas
ResponderEliminarsino la brújula del propio destino
buen viernes
A ver qué le depara el futuro a Manuel... Besotes barojianos, M.
ResponderEliminarCierto, termina La Busca con Manuel que aún no puede gobernar su vida, pero hay algo interesante más allá del mero instinto: Manuel se interroga, examina su vida, compara a los "diurnos" y "nocturnos" y saca sus propias conclusiones. Hay una frase que sirve de detonante a todo este proceso: "Estos ya no son buenos".
ResponderEliminarBesos
Manuel descubre que se puede ser “casi feliz” en su Arcadia particular, una hondonada rodeada de escombreras y despojos clasificados por su oficio de trapero, una docena de gallinas con gallo que se quieran, un perro que se llame Reverte, un cerdo, ganas de trabajar , un par de burros y a ¡vivir tropa que no hay socorro!
ResponderEliminarLa descomposición de la materia orgánica es necesaria para que surja la nueva vida con más fuerza. Es la gran enseñanza de Pío Baroja en su bajada al inframundo de los bajos fondos madrileños.
Un texto intenso en el que ni sobra ni falta nada, como acostumbras, para leer y releer con atención y poder aprender.
El estilo de Baroja es un modelo para meter en la saca de boca bien ancha, y tenerlo siempre a mano, para todo aquel que quiera dedicarse a escribir.
Como lo bien hecho; bien parece, gracias por la justicia justamente impartida.
Creo que La Busca me ocupará alguna entrada más, pero intentaré ser más breve, que es lo difícil con este autor tan esquivo a la hora de resumirle.
Tu entrada de hoy, Pedro, es toda una reflexión social, Baroja aparte.
ResponderEliminarLos que enseñamos en los niveles de abajo conocemos bien a una parte de la sociedad que nunca se integrará socialmente, que está condenada a alternar el subempleo con la mendicidad, la del estado o la de los particulares. Que eso existiera en tiempos de Baroja, bueno...pero es que existe ahora, agravado por una crisis que está desintegrando a gente que estaba integrada, precariamente, pero integrada.
Los miserables existen, existían en la Francia de Víctor Hugo, en el Madrid de Baroja y en la España de la Merkel. Perdón, he querido decir de Rajoy.
Ese trapero es una esperanza, difícil esperanza.
Gracias por tus palabras y pasa buen fin de semana.
Estupenda lectura la del libro de Baroja. Enriquecida con todo lo que se ha ido desarrollando a la vez con las entradas tuyas y las valiosas colaboraciones de los demás lectores.
ResponderEliminarMe quedo con el final que parece salvador y a la vez impreciso, para que el lector le ponga lo que quiera a la tarta que parece la sociedad que nos describe el libro, en la que nunca se juntarán las capas de arriba con las de abajo, circunstancias que no cambian mucho a través de los tiempos.
Espero seguir con la trilogía.
abrazos.
aplicándonos a la lectura como todo alumno,
ResponderEliminarun abrazo
Creo que si tuvo tanto éxito La Busca, fue precisamente porque con frecuencia la literatura se olvida de este mundo que tan bien nos retrata Pío Baroja.
ResponderEliminarTe dejo un pequeño extracto de las palabras que le dirige Ramón Gómez de la Serna en su obra El Rastro
Baroja impresiona más que convence en este ambiente, porque en él se aprecia sobre todo la recrudecida criatura que es, incrédulo, indeciso, crédulo, decidido, luchando consigo mismo, arrastrado por sus pensamientos-entre los que hay primeros pensamientos al lado de últimos pensamientos-, sorprendido por sus hallazgos, asombrado por sus palabras, amigo de dejarse llevar por la mano del azar en excursiones de las que vuelve con verdaderas sorpresas y cosas anodinas, necesitado deque algo se ablande en él, necesitado de una ironía más suave, menos dura, menos ensañada, que se dejase crecer más a sí misma, pobre necesitado, estupendo necesitado cuyas necesidades de ven todo lo francamente, todo lo altivamente que en los pobres que van medio desnudos, un poco indispuesto consigo mismo......
El capítulo completo está en mi blog. Lo preparé para ayer, pero creo que no lo has visto.
Un abrazo
Luz
No me acuerdo de nada de La busca. Debería de hacer algo al respecto.
ResponderEliminarLibro que leí hace años, lo voy a leer de nuevo porque sé de lo que habláis, pero muchos detalles se me han olvidado. Apuntado queda.
ResponderEliminarMe uno a los que han disfrutado leyendo "La busca", y han aprendido, como yo.
ResponderEliminarUn saludo
Hola Pedro, por distintas cuestiones no he podido seguir la lectura a la par vuestra, pero intentaré retomarla, a ver si puedo.
ResponderEliminarSaludos