He tenido épocas en las que he leído más que en otras. Quizá aquella en la que con más avidez -y con mayor fecundo desorden- leí fue la adolescencia y la primera juventud. Leía como si se fueran a terminar los libros: poesía, ensayo, novela. Leí antes de entrar en la Universidad los libros fundamentales del boom hispanoamericano, pero también Kafka, los textos clave de Nietzsche. De aquella época son las dos primeras lecturas completas del Quijote en una edición de la entrañable Austral en la que hoy no podría descifrar las letras. Leer como si a uno le fuera la vida en ello.
No he vuelto a tener esa sensación. La lectura se ha hecho más pausada. No sé si por suerte o por desgracia, se ha hecho también más profesional. Ya no puedo leer de forma inocente y hasta la novela más entretenida la colonizo con anotaciones a lápiz en los márgenes. Leo como si fuera a explicar ese texto al día siguiente a mis alumnos.
Pero añoro aquellas tardes largas de los veranos de mi adolescencia, o esos atardeceres del invierno en los que todo era deslumbrante y nuevo y leía porque, a lo mejor, mi tiempo para leer se acababa al día siguiente. En el fondo, me gustaría ignorarlo todo para descubrirlo de nuevo. A través de aquellas páginas que se me mostraban limpias y no holladas antes.
Noticias de nuestras lecturas
Mª Ángeles Merino nos regala una maravillosa entrada en la que narra sus lecturas juveniles y la inspiración de un profesor de instituto burgalés, que tanto influyó en varias generaciones de jóvenes. No os perdáis esta entrada.
Myriam se suma a la propuesta de entradas sobre el Placer de la lectura. Y lleva su argumentación a una interesante razón por la que podemos proceder a seleccionar aquello que leemos por intreses personales. Más que recomendable.
Myriam se suma a la propuesta de entradas sobre el Placer de la lectura. Y lleva su argumentación a una interesante razón por la que podemos proceder a seleccionar aquello que leemos por intreses personales. Más que recomendable.
Recuerdo mis grandes enganches con la lectura en la playa en Comillas, con las novelas de fantasía, con Julio Verne, Emilio Salgari, con las novelas de aventura, como Ivanhoe o Los tres Mosqueteros, con El Conde de Montecristo; luego pasé a leer a Unamuno, a Baroja y Azorín, comencé a leer poesía, sobre todo un libro que me marcó profundamente, Poeta en Nueva York. Sin darme cuenta, estaba leyendo a Platón, a Montaigne, a Descartes, y ahora no me separo de Russell, Stuart Mill, sin olvidar la novela, ya sean las entretenidas novelas históricas de Ken Follet o las maravillosas historias de Orhan Pamuk. En definitiva, hay que alimentar la mente con un poco de todo para tener una dieta equilibrada.
ResponderEliminarSiempre hay cosas nuevas que descubrir, amigo. Y siempre hay amigos a los que se recuerda con cariño.
ResponderEliminarEncantado de estar de nuevo por aqui.
Un abrazo.
Leer es la forma más rápida de aprender.
ResponderEliminarComO f´émina tuve aficiones literarias poco comunes y muy especiales. De los 14 a lso 16 estuve completamente entregada a Julio Verne. Me rendí a su imaginación y a sus aventuras. leí toda su obra. A el le debo mi afición a la lectura. Insólito en una chica. ¿verdad?
ResponderEliminarSaludos.
Muy cierto lo que dices. Yo también leí como una posesa en mi infancia, adolescencia y juventud. Recuerdo que las historias de la detective "Nancy Drew" me fascinaron a los doce años. Me leí toda la colección. Luego los grandes escritores y poetas ingleses sobre todo el filósofo/matématico Bertrand Russell, ¡mi ídolo! Besotes lectores, M.
ResponderEliminarY quien nos extraña esos tiempos,serà que con los años nos volvemos màs criticos y no dejamos espacio ni lugar a la inocencia?.Optimo post.Daniela V.
ResponderEliminarLees y tus hábitos de maestro, siguen innatos a tu forma de ser; lo cual no es malo. Siempre investigas, indagas y te haces preguntas... y nunca dejas de leer, lo cual es fundamental.
ResponderEliminarUn abrazo.
Tango pendiente este "mandato" sobre el placer de la lectura,espero ponerlo muy pronto en el blog.
ResponderEliminarConozco muy bien esa sensación de tragarme y tragarme libros, era incapaz de dejar un libro sin terminar aunque no me gustase mucho. Ahora ya he aprendido a leer lo que me gusta, aunque a veces me queda un poco de ese poso de épocas anteriores.
Besos
Luz
aquellos años de lectura, han logrado hacer el hombre que eres, y si como consecuencia has tenido oportunidad de rozar la felicidad en las letras, es gracias a ello
ResponderEliminarun abrazo
PD - la hora es venida, hay que enseñar a aprender no solo para ser fuerza de trabajo, sé que tú lo haces
Sí, te comprendo. Leo y siempre me parece que se lo tengo que contar a alguien. La lectura inocente se fue hace muchos años y no volverá, no puede volver, estamos demasiado resabiados.
ResponderEliminarGracias por tus palabras. Ahora que lo pienso...el profesor Martín Santos me dio clases de Filosofía en sexto de Bachiller y de una asignatura optativa en COU llamada "Introducción a las Ciencias de la Educación"; pero con tres palabras, "qué libros lees", me movió a aprender mucha más Literatura que la titular de dicha asignatura, con sus pesadísimos comentarios de texto y sus listas interminables de autores.
Martín Santos se burlaba del programa oficial, ahora me doy cuenta de sus ironías geniales. Con Martín Santos aprendíamos otras cosas: en lugar de Santo Tomás nos hablaba de Freud, frente a la mística de la educación proclamaba que la escuela como institución era utópica, alienante y neurotizante. Y nos profetizó que utilizaríamos máquinas de enseñar, ahora me doy cuenta de que hablaba de ordenadores...Tenía sus defectos, en los primeros tiempos a mí me daba miedo, lo reconozco. Porque era poco amigo de los tímidos, no lo podía remediar...Ahora hablaría con él largo y tendido de los libros que leo, ya no puede ser.
Ahora hablo contigo, Pedro, y con los amigos blogueros.
Sigamos leyendo, sigamos hablando.
Besos
Gran parte de lo que somos o aspiramos ser se lo debemos a los libros que hemos leído y que irremisiblemente han conformado al menos nuestro pensamiento.
ResponderEliminarExperiencia cada vez más acendrada conforma me hago mayor, crece mi lectura sosegada y se serena la impulsiva de otras épocas.
Un saludo
Yo estoy descubriendo que no tiene nada que ver la lectura cuya finalidad es escribir algo sobre ella en el blog a la que se hace deprisa y corriendo y cuando antes acabes el libro, mejor. Pío Baroja, por ejemplo, gana mucho en una lectura detenida. Estoy volviendo sobre La Busca y me parece un maestro de la narrativa.
ResponderEliminarDejarse arrastrar por el embrujo de una buena historia con el asombro de un niño... El lector 800 no perdía el tiempo con lecturas superficiales.
Como esas hojas de bronce, luego esmeraldas, que salen en los chopos en la primavera, ¿se puede ser esa hoja todo el año? Eso podría ser un pensamiento gravoso. Pero lo realmente llamativo es que se sigue publicando. Increíblemente, alguien (desde su habitación, desde su cuarto oscuro o iluminado; desde su desván o su cárcel; alegría o amargura; esperanza, o escepticismo en saberse leído) sigue escribiendo, inventando. Eso es lo más milagroso.
ResponderEliminarMi Señor Ojeda,
ResponderEliminarEn mi larga adolescencia (creo que nunca la abandoné), apenas leí alguna novela completa, las evitaba como evité las drogas, a pesar de ser un consumado liador de porros, y de estar en los círculos de porreros en formato ya drogado, sin necesidad de ingestión exógena.
Pero leí (por ejemplo) una, muy mala, ni recuerdo bien el título, quizás “El infierno de la heroína”... o algo parecido (a saber cómo llegó a mis manos) que trataba del tráfico de drogas (la amapola de la adormidera), aunque la novelucha se desenvolvía en diferentes escenarios y tramas, uno de ellos era el triángulo de oro, entre Tailandia, Laos y Birmania; lo cierto es que entré en estado de abstracción y reproduje aquel escenario, apenas unas decenas de páginas del libro en mi interior, entrando en un estado casi místico, de visión extracorpórea...
Si alguien hace referencia a mis deseos por viajar, por llegar a los confines de la tierra, no puedo menos que recordar aquellos escenarios (mal descritos en el texto) pero recreados en mis visiones obsesivas con infinitas imágenes, como catalizador verdadero de mi deseo de conocer mundo, como el gen de mi calidad-necesidad viajera y su origen profundo.
Por supuesto, había ya hojeado a Verne y algún otro autor conocido como Salgari, Defoe, Swift, Dumas, Stevenson... en diferentes formatos, pero siempre en modo de lectura aprendizaje y aleatoria, evitando con fuerza leerlos. Quizás algún día lo haga, cuando pierda el miedo a la abducción de la conciencia.
Suyo, Z+-----
Creo que con la edad nos volvemos más pausados en todos los órdenes de la vida y más profundos.
ResponderEliminarTambién colonizo mis libros con subrayados y anotaciones. Creo que un libro hay que vivirlo, gastarlo.
Besos
"Leo como si fuera a explicar ese texto al día siguiente a mis alumnos".
ResponderEliminarPuede más el profesor que el mismo Pedro... es normal, nuestros diversos roles se entremezclan en nuestras rutinas.
biquiños,