Este capítulo, a pesar de no ser de los más conocidos, es de gran interés para analizar parte de la técnica usada por Cervantes para construir de forma moderna su novela.
A imitación del teatro de su época, en cuyas obras se facilitaba al espectador, en la primera escena, una relación que tenía la finalidad de ponerlo en antecedentes de la acción para luego ver aparecer a los protagonistas que la desarrollan ante sus ojos, don Quijote y Sancho Panza pasan de oír el relato de la historia de Grisóstomo y Marcelo a ver la acción final de la historia.
Se levantan temprano para acudir al entierro de Grisóstomo: pasan de oír a ver, de ser público a ser testigos directos. Con ello, nos hacen presentes a nosotros, los lectores, que descubrimos los últimos acontecimientos al mismo tiempo. No será la única vez que Cervantes recurra a las técnicas dramáticas en el Quijote, con lo que consigue una plasticidad y vida que son parte del atractivo de esta novela y que el lector percibe desde el principio como algo esencial de esta narración.
Veremos, además, que se dará algo muy moderno en este episodio y que también suscita el interés dramático: la confrontación de perspectivas con la intervención de Marcela -quien aparece de forma muy teatral-, que modifica la versión que se nos había dado hasta ese momento.
Por el camino, nuestros protagonistas junto a los cabreros que los acompañan, se encuentran con otras personas que también acuden al entierro, llamados por lo extraordinario del acontecimiento y su fama. Ente estas personas, se hallan dos gentiles hombres, uno de los cuales se llama Vivaldo, persona muy discreta y de alegre condición. Éste es uno de los varios personajes de este tipo que hallaremos en la novela, aunque cada uno tenga sus matices: un hombre culto, de buena conversación y con una disposición curiosa que lo mismo le hace desviarse de su camino para asistir al entierro del fingido pastor que preguntar a don Quijote para indagar en su locura.
Con su conversación y preguntas, don Quijote se ve obligado a defender su profesión de caballero andante. Y lo hace de tal manera que no pasa desapercibida para Vivaldo el tipo de locura del viejo hidalgo, quien hace las observaciones necesarias para que veamos la simplificación caballeresca de don Quijote: no imita a los caballeros andantes de verdad, sino tan sólo a los de un tipo de literatura fantástica. Es my interesante que lleve la conversación a uno de los temas que más lo desvelan: la posible falta que cometen los caballeros andantes por encomendarse más a su amada que a Dios. El pobre hidalgo demuestra argumentar muy por debajo del viajero y no maneja razones muy convincentes en su respuesta. Luego, Vivaldo, le pregunta por su amada y don Quijote hace la primera descripción extensa de Dulcinea, que contiene todos los tópicos literarios al uso (volveremos en otra entrada sobre esto). El carácter alegre del viajero se demuestra en la broma sobre los linajes.
Toda el diálogo se teje con parodias de temas literarios que venían de la Edad Media: el debate sobre la superioridad del caballero o del fraile (representantes de dos estamentos sociales, cada uno con su misión); el del amor cortés en el que la Dama (a la que se adjudican todas las perfecciones físicas y morales a través de tópicos) se convierte en Señora y Dueña absoluta del amante caballero.
Con esta amena conversación, llegan al lugar en donde se va a enterrar a Grisóstomo en cumplimiento de sus deseos. Allí, Ambrosio, el amigo del infortunado, pronuncia un elogio fúnebre modélico que sirve para reforzar lo que está en la mente de todos los observadores -y de nosotros, lectores-: la culpabilidad de la despiadada Marcela, cuyos desdenes han llevado a la muerte del joven. En la misma fosa que el cuerpo, acabarán, también por petición del muerto, los papeles con sus escritos. Aquí interviene de nuevo Vivaldo, quien ya se había demostrado curioso con don Quijote y no duda en apoderarse de unos cuantos de esos papeles. Para justificar su acto, cita la conocida anécdota según la cual Augusto no cumplió los deseos de Virgilio de quemar su obra y el hecho de que allí podrían contenerse más datos sobre la historia que ha conducido a la muerte de Grisóstomo.
El capítulo es irreprochable: dilata el momento esperado del entierro, aumentando la expectación del lector; se crea un personaje como Vivaldo, que juega con todos los resortes que llevan de la realidad a la carga literaria de los acontecimientos y que provoca la profesión de fe de caballero y enamorado de don Quijote; se tejen sobre la historia central las dos parodias esenciales de la literatura caballeresca y la pastoril junto a elementos de los debates medievales, el amor cortés, la elegía fúnebre. Y todo ello en un ambiente cargado de teatralidad, hasta en el paisaje.
Pero lo que más sorprende es que todo se hace con la naturalidad del diálogo en el camino, sin que resulte ni pesado ni forzado.
Veremos, el próximo jueves, con el comentario del capítulo XIV, dónde acaba este episodio.
Este año tampoco va a ser el de El Quijote para mí, liado como estoy con el tocho de Pinker. pero estoy imprimiendo tus post para cuando me lo lea. Será mucho más interesante.
ResponderEliminarUn abrazo
No me acordaba ya de este capítulo, y eso que por lo que cuentas es muy interesante, tendré que reabrir mi Quijote. Saludos
ResponderEliminarTodo un acontecimiento social, el entierro del año. Por suerte salvaron La canción Desesperada de Grisóstomo.
ResponderEliminarSaludos.
En este capítulo ¿dónde aparece Marcela? Yo no la he visto... Muy interesante, como tu dices, el intercambio de conversaciones entre D. Quijote y el hidalgo así como la descripción de los cabreros coronados con guirnaldas de ciprés y adelfas... al igual que el rito funerario. Aunque es un capítulo más largo que los anteriores, tienes razón de que no aburre ni cansa. Besotes, M.
ResponderEliminarQUIQUE: lo bueno que tiene el mundo de los blogs es que las entradas quedan aquí, en La Acequia y podréis consultarlas cuando iniciéis la lectura y comentar en ellas y yo os responderé, como si fuera el mismo día en que se publicó por primera vez. Espero que te animes pronto. Un abrazo.
ResponderEliminarTERTULIAS: ¡pues adelante! Saludos.
SALONDESOL: por suerte, en efecto. La leeremos el próximo jueves. Saludos.
MERCHE: no, no me expliqué bien. Sale en este episodio, no en este capítulo. Su intervención, para no confundiros quizá la debería haber comentado el próximo jueves. No he comentado estos pastores casi hippies. Nada nuevo bajo el sol... Besos. Veo que esta noche has madrugado más de lo habitual, espero no haberte contagiado mi insomnio.
Gracias a todos por vuestros comentarios.
Pedro, ayer colgué la entrada sobre el capítulo XIII en Saharaponent.
ResponderEliminarPrefiero hacerlo antes de oír tus explicaciones porque si lo hago a posteriori ya no sé si es lo que percibo yo o si lo veo porque tu nos abres los ojos.
El capítulo me ha gustado mucho. ¡Estos diálogos tan fluidos y divertidos! aunque sean camino de un entierro. Y la manera como Cervantes nos hace morder el anzuelo para que no dejemos la lectura. Si hubiese vivido hoy habría sido un autor genial de telenovelas o series.
Un abrazo.
ANTÒNIA: Voy a leerlo, seguro que me gustará. Si Cervantes hubiera vivido hoy habría tenido la mala suerte que tuvo en su día. En este país somos así. Un abrazo.
ResponderEliminarEs que, como te digo, me despierto MUY temprano... por cierto, no me has contestado al e-mail de este pasado domingo... Besotes, M.
ResponderEliminarMais uma lição que te fico devendo...
ResponderEliminarMeu Pedro, feliz fim de semana.
Hola! te he dicho alguna vez que cada vez que entro a leerte salgo con algo aprendido? sinceramente es un placer para mi recrearme en tus escritos porque insisto siempre aprendo! un abrazo grandeee!
ResponderEliminarHoy ando perdida por ahí, yo ya me leí los tres capítulos de golpe :)
ResponderEliminarAhora os observo... BUUUUUUUU!!
Besos de bruja
Otro capítulo en el que como tú dices se demuestra la técnica narrativa de Cervantes. No sólo tenía unos personajes y una historia que contar, si no que sabía cómo contarlos. Parece escrito como una novela del XIX por entregas.
ResponderEliminarY como detalle ese refrán que emplea Don quijote para justificar la falta de enamorado de un caballero andante: "Señor, una golondrina sola no hace verano", más propio de Sancho.
Un abrazo
Rafa
Hola Pedro, me gustó el personaje de Vivaldo, tan curiosón el chico preguntando a Don Quijote y luego queriendo salvar los escritos de Grisóstomo. Me gustan estos personajes secundarios que van apareciendo en cada capítulo.
ResponderEliminarUn besito.
Yo voy a tener que releer algunas cosas, que se me han olvidado.
ResponderEliminarGracias Pedro, la lectura del Quijote es muy distinta con tus interesantes comentarios. No veas como la estoy disfrutando.
ResponderEliminarBuen fin de semana. Cuídate.
Bicos,
Aldabra
MERCHE: pues no sé qué prefiero. Ya te he contestado. Besos.
ResponderEliminarSAO: Gracias a ti por seguirme. Feliz fin de semana también para ti.
BEATRIZ: me alegra de que te sirvan mis comentarios. Un abrazo.
DIANNA: ¡los tres de un golpe y con este calor! Besos.
RAFA: ya veremos que don Quijote usa también de los refranes, lo que le recrima a Sancho es la acumulación y el uso sin ton ni son. Está muy bien visto lo de la novela por entregas porque Cervantes también demuestra su modernidad en esto: concibe el género de tal manera que tiene que sabe que debe intrigar al lector para que continúe leyendo. Un abrazo.
EUPHORBIA: hay varios personajes así en la novela y son una delicia. Los iremos resaltando. Un beso.
CECILIA: es otra forma de leer el Quijote: la relectura parcial. Más que recomendable.
ALDABRA: buen fin de semana también para ti y sigamos disfrutando del Quijote juntos. Besos.
Sinceramente, como entendedor de técnicas narrativas, no soy lo que se dice un especialista, si que noté ciertas formas de relatar de otra manera. Y la cultura, y sabiduría del autor...que sirvió para inspirar mi entrada...un abrazo...
ResponderEliminarMANUEL: leída y anotada.
ResponderEliminarAún los primeros rayos no habían clareado la choza de Pedro, donde D. Quijote pasaba la noche, que ya los cabreros le despertaron para ir al entierro. Excepcionalmente necesitó que alguien lo llamara de tan plácidamente que dormía soñando en su amada.
ResponderEliminarCamino del entierro llegaron a juntarse una procesión de dieciocho que se unieron a otros veinte que llevaban el cuerpo del muerto a su lugar de descanso. Habiendo un componente, a caballo, que rápidamente observó que D. Quijote no estaba muy cuerdo, supo cómo hacerle hablar y pasar un rato divertido con las explicaciones sobre la caballería, amada y su linaje que les dio nuestro caballero andarín.
Si hoy estar flaco es sinónimo de salud, en conseguirlo se afana gran parte de la población del primer mundo, no pasaba lo mismo en el XVII. Podemos deducirlo por una de las obligaciones de los Caballeros que era ayudar a los flacos y esgalamidos. pancho
Buen comentario, PANCHO. Me ha gustado lo de los flacos y esgalamidos.
ResponderEliminarVale jaja tanto me gusto el quijote y mas esta parte que hasta de apodo me llaman Grisostomo, espero poder mas publicaciones tuyas, son muy interesantes!!
ResponderEliminarhttp://grisostomos.blogspot.com
GRISÓSTOMO: bienvenido a La Acequia. Paso a leerte.
ResponderEliminarPues a mí este tipo de capítulos me gustan. Me resultan muy descriptivos y relajados, a pesar de todas las referencias a otras obras que hace.
ResponderEliminarBesos
ASUN: lo bueno que tiene el Quijote es que tiene varios ritmos y géneros dentro, con lo que el abanico de lectores es amplio: y esto sí fue una intención cervantina. Saludos.
ResponderEliminarDonde se da fin al cuento de la pastora Marcela, con otros sucesos.
ResponderEliminarEs de noche. Sentada en la cama, releo el capítulo 13,1 del Quijote. A mi lado, una ventana orientada al norte. Fuera tiritan los tilos bajo la luz amarilla de las farolas. Pero el hada mágica del sueño hace de las suyas y mi ventana desaparece porque:
Me asomo a “los balcones de Oriente”. Comienza “a descubrirse el día”, contemplo un tópico amanecer de novela caballeresca.
No es el sol con sus rayos sino el “rubicundo Apolo” tendiendo “las doradas hebras de sus hermosos cabellos”.
Veo encinas, muchas encinas, un rebaño de cabras con sus cabreros.
¡Los conozco de los dos capítulos anteriores! No son pastorcillos de égloga, son aquellos que mascaban tasajo y bellotas. ¿Recordáis como escuchaban el quijotesco discurso de la Edad de Oro?
Despiertan a su huésped. Le dicen si está todavía con el propósito de asistir “al famoso entierro de Grisóstomo”. Nuestro caballero no desea otra cosa, se levanta y manda a Sancho que ensille y albarde. Se ponen diligentemente en camino y yo les acompaño. Aquel cabrero ya nos lo contó, ahora quiero vivirlo en directo.
Y ni un cuarto de legua llevamos andado cuando vemos venir hacia nosotros seis pastores con pellicos negros. Sus coronas de ciprés y adelfa, señales de luto y muerte por desamor, me dicen que son pastores señoritos, de los que conocen el amor cortés. Vienen con dos de a caballo y tres de a pie.
Se juntan las dos comitivas. Como todos van al entierro, caminan juntos.
Uno de los de a caballo habla con su compañero, al que se dirige respetuosamente como “señor Vivaldo”. Acabo de leer en CVC que “Se ha visto en este nombre un homenaje a Adán de Vivaldo, banquero genovés, vecino de Sevilla y amigo del autor”.
-Para servir a vuestra merced.
-¿Eh? ¿Quién me habla?
-El señor Vivaldo, señora mía, como voacé dice. Banquero, genovés, amigo del autor...puede ser. Ni afirmo ni niego. Yo sólo puedo decir aquí lo que don Miguel dejó en la estampa.
¡Cielo santo! Esta vez no es mi ordenador. Vivo dentro del capítulo 13,1. No sé cómo, pero me he convertido en personaje secundario. ¡Yo también! Debo ser la única mujer de la comitiva.
Sigue
Camino con el grupo que se dirige al entierro de Grisóstomo. A mi lado va Vivaldo, ya se ha presentado y saludado; ahora me cuenta su reciente conversación con don Quijote. Y su punto de vista:
ResponderEliminarComo le digo a mi compañero, doy por bien empleada la tardanza que hiciere "en ver este famoso entierro". Un día o cuatro, nadie me espera en casa y mis rentas están a salvo. Este cuento de la bella y desdeñosa. Marcela bien lo merece.
Mi interés se acrecenta al ver a ese don Quijote, armado como un caballero andante de esas novelas que tan gratamente llenan mis horas de ocio. Le pregunto qué le mueve a andar así y proclama su profesión caballeresca , a la cual está tan obligado. Todos mis compañeros le dan por loco y yo, por averiguar más, le torno a preguntar qué quiere decir "caballeros andantes".
¡Todos mis héroes desfilan por su boca! El rey Arturo, Lanzarote, la reina Ginebra con la dueña Quintañona, Amadís de Gaula, Felixmarte, Tirante, Belianís...No deja ni uno. Se los ha leído todos. Más que yo. Y dice que así se va por " estas soledades y despoblados buscando las aventuras". Y ofrecerá su brazo "en ayuda de los flacos y menesterosos".
Yo, por "pasar sin pesadumbre" el camino, quiero darle ocasión a que pase "más adelante con sus disparates". Le tiro de la lengua asegurando que la suya es "una de las más estrechas profesiones que hay en la tierra". Tiro un poco más y afirmo que "aun la de los frailes cartujos no es tan estrecha".
No esperaba esto. Sus razonamientos son propios de hombre cuerdo y de claro entendimiento. Concluye que ni se le pasa por pensamiento que sea "tan buen estado el de caballero andante como el del encerrado religioso". Sólo opina que "es más trabajoso y más aporreado, y más hambriento y sediento, miserable, roto y piojoso". Don Quijote sabe que hay que ser prudente cuando se toca a la clerecía. Buenas pulgas se gasta el Santo Oficio.
Después le planteo un comportamiento poco cristiano de los novelescos caballeros. Y es que , ante los peligros, se encomienden a su dama en lugar de encomendarse a Dios. Me responde que es uso y costumbre andantesca volver "blanda y amorosamente" los ojos hacia su señora; pero que no por eso dejan de encomendarse a Dios, que tiempo y lugar les queda.
Y yo, deseando pillarle en falta, le expongo otro escrúpulo: si se les enciende la cólera y han de enfrentarse y uno cae muerto... ¿cuándo se encomienda a Dios el caído? A esto no me da respuesta alguna. Pero cuando añado que no todos los caballeros son enamorados, me contesta contundentemente "que eso no puede ser", no sería caballero legítimo.
Me viene a la memoria el caso de Galaor, caballero sin dama señalada. Se lo planteo y me sale al quite con eso de "una golondrina sola no hace verano”. Y que él lo sabe bien, estaba secretamente enamorado.
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¿Y la dama de don Quijote? Le suplico que "nos diga el nombre, patria, calidad y hermosura de su dama". Aquí da un gran suspiro y me la presenta así: "su nombre es Dulcinea; su patria, el Toboso, un lugar de la Mancha; su calidad, por lo menos, ha de ser de princesa, pues es reina y señora mía; su hermosura, sobrehumana..." ¿Princesa? ¿Reina? Aquí desvaría.
ResponderEliminarMuchas horas de lectura tiene este loco. Demuestra ser buen conocedor de los "quiméricos" tópicos con que los poetas adulan a las damas. Y todos adornan a la suya: "sus cabellos son oro, su frente campos elíseos, sus cejas arcos del cielo, sus ojos soles, sus mejillas rosas, sus labios corales, perlas sus dientes, alabastro su cuello, mármol su pecho, marfil sus manos, su blancura nieve..."
Sigo con mi examen y le pregunto por "el linaje, prosapia y alcurnia" de la tobosina. Me responde con una relación de antiguos linajes, comenzando por los romanos "Curcios, Gayos y Cipiones". Dulcinea no desciende de ninguno de ellos sino que "es de los del Toboso de la Mancha, linaje, aunque moderno, tal, que puede dar generoso principio a las más ilustres familias de los venideros siglos". No pongo objeciones, me limito a reconocer que "semejante apellido no ha llegado a mis oídos".
El señor Vivaldo calla. Por la quiebra baja la comitiva fúnebre que buscamos. Cuatro pastores llevan a Grisóstomo en unas andas cubiertas de flores.
Estamos "donde él mandó que le enterrasen". Al pie de una "dura peña", comienzan a cavar la sepultura.
Todos los allí presentes contemplamos al difunto Grisóstomo: "cubierto de flores... vestido como pastor, de edad, al parecer, de treinta años; y, aunque muerto, mostraba que vivo había sido de rostro hermoso y de disposición gallarda".
Libros y papeles rodean su cuerpo. Uno de las andas, su amigo Ambrosio, ha de cumplir lo dispuesto en el testamento. Al pie de esta peña vio por primera vez a Marcela, a la que llama "aquella enemiga mortal del linaje humano". Aquí"le acabó de desengañar y desdeñar". Aquí quiso que le sepultaran, "en las entrañas del eterno olvido".
Ambrosio pronuncia un discurso, todo son alabanzas para Grisóstomo y reproches para Marcela:
"Único en el ingenio, solo en la cortesía, estremo en la gentileza, fénix en la amistad, magnífico sin tasa, grave sin presunción, alegre sin bajeza, y, finalmente, primero en todo lo que es ser bueno, y sin segundo en todo lo que fue ser desdichado. Quiso bien, fue aborrecido; adoró, fue desdeñado; rogó a una fiera, importunó a un mármol..."
¿Fiera? ¿Mármol? Me muerdo la lengua para no soltar yo otro discurso paralelo, en defensa de la libertad de Marcela. No puede ser, yo no soy personaje del Quijote, sólo lectora y comentarista entusiasta.
Todos miramos los papeles. Ambrosio nos dice que bien pudiera mostrárnoslos pero no puede. La orden del difunto fue "que los entregara al fuego en habiendo entregado su cuerpo a la tierra".
Sigue
El señor Vivaldo interviene y manifiesta que "no es justo ni acertado que se cumpla la voluntad de quien lo que ordena va fuera de todo razonable discurso". Emplea buenos argumentos. Le pone el ejemplo de Augusto que desobedeció la orden de quemar la Eneida. Y expone que , dando vida a estos papeles, servirá de ejemplo "a los vivientes para que se aparten y huyan de caer en semejantes despeñaderos". Y ruega al "discreto Ambrosio" "que, dejando de abrasar estos papeles, me dejes llevar algunos dellos".
ResponderEliminarVivaldo está acostumbrado a hacer su voluntad sin que se lo impidan. Sin aguardar la respuesta, alarga la mano y toma algunos de los papeles más cercanos. Abre uno de ellos y ve que se titula "Canción desesperada".
Ambrosio no se ha atrevido a quitárselo. Resignado, le pide que lo lea en voz alta, por ser "el último papel que escribió el desdichado". Vivaldo lo hará de buena gana. Todos los "circunstantes" nos ponemos a la redonda. Yo también estoy deseando oírle, pero...
Me despierto, la ventana es ventana y el Quijote sigue ahí. Es de día. ¿Cómo pude entrar ahí dentro?
Un abrazo:
María Ángeles Merino
Me parece muy potente la imagen del cuerpo de Grisóstomo en las andas, sobre un lecho de flores y rodeado de libros abiertos y cerrados, y papeles. Aunque un poco más adelante se nos informa de que esos escritos son del propio Grisóstomo y relativos Marcela, el autor quiso que se fueran con él a la tumba y yo no he podido evitar encontrar un cierto simbolismo por el que esos libros y papeles representarían la muerte de las fórmulas canónicas de la narrativa pastoril y caballeresca. En realidad, eso es lo que Cervantes hace con esta historia intercalada y con todo el Quijote.
ResponderEliminarIgual es un poco loca esta idea, pero yo lo veo un poco así, la verdad.
Saludos.
Susana