Ojalá el ser humano fuera tan firme como la fragilidad de la rosa.
Pobres de aquellos que se quejan sin más razón que su vanidad de lo que les hacen los demás: cargan con un centro del mundo defectuoso.
La espiga de la cebadilla verdea por campos y cunetas. ¡Cuántas veces fue flecha! Parece nada, pero es la infancia.
Hoy es San Pedro Regalado en la ciudad, fiesta. He podido salir a pasear por las afueras tras muchos días sin hacerlo. Esos lugares que son más míos que los que solemos definir con la rotundidad del campo o de la ciudad. Lugares en los que no ser es serlo todo.
Miro la rosa del 23 de abril, no se ha caído ni un pétalo. Al lado, dormita mi madre que también.
ResponderEliminarVanidad de vanidades y mirarse el ombligo
Jugamos a recordar la infancia, los niños no quieren jugar con nosotros.
Disfruta del ser. Feliz fiesta.
Ya tenía ganas de pasar por aquí, Pedro.
La firmeza humana (la de quienes la ejercitan) no va a la zaga de la rosa. Para mí es más admirable todavía (sin restar valor a la disposición y belleza de la rosa)
ResponderEliminarUn placer, nuevamente, volver a leerte. ¿Cómo he podido estar todo este tiempo son hacerlo?
ResponderEliminarUn fuerte abrazo
Terrible la vanidad, es uno de los motores que mueven el mundo: vanidosos que se menean de aquí para allá, oportunistas que se aprovechan de las vanidades ajenas, miles de actividades más o menos frívolas que se llevan a cabo sólo para el oropel de los vanidosos...
ResponderEliminarContemplaremos las rosas y tendremos cuidado con las espinas.
Saludos
Que bom ler-te dois dias seguidos...
ResponderEliminarAbrazo, querido amigo.
¡No le toques ya más
ResponderEliminarqué así es la rosa!
JUAN RAMÓN JIMÉNEZ
La rosa en apariencia es frágil, pero menos que el ser humano.
Con frecuencia los humanos tenemos bastantes envidias.
Al contemplalr los campos en primavera, recordamos la infancia que tuvimos.
Hay lugares qué el tiempo no consigue borrarlos de nuestra mente.
Besos