El niño consiguió vaciar el mar en el hoyo cavado en la arena de la playa. Se quedó allí, de pie, con la pala de plástico amarillo en la mano, mirando cómo giraba el agua del último cubo que había arrojado por el agujero hasta desaparecer con un ruido de cañería atascada. Se giró para contemplar la llanura inmensa y vacía. El hombre sabio que estaba a su lado lo miró aterrado.
Qué buen giro le has dado a la historia!
ResponderEliminar=)
qué buen giro le has dado a la historia!
ResponderEliminarEse hombre sabio, ¿era San Agustín o el mismo Dios en persona?
ResponderEliminarEl sabio Agustín tuvo un sueño aterrador. A la mañana siguiente estuvo tentado de escribir una distopía profética, pero siguió con las Confesiones, los de Hipona no iban a reaccionar bien.
ResponderEliminarQué bonito. Lo has fabulado a la contra.
ResponderEliminarSupongo que el horrorizado señor pensó en lo útil de desalinizar el agua de mar :-) para consumo humano.
ResponderEliminarBesos
Al niño le ayudaron mucho las mareas tan, tan, bajas que se daban por aquellos lugares.
ResponderEliminarBesos
¿Será que, a veces, los sabios no comprenden los juegos de los niños?
ResponderEliminarDe todos modos, a ese niño que no lo lleven a la playa en verano, porque se carga el turismo...
Abrazo