Incluso en su final la rosa es bella,
cuando rinde su gesto
al otoño. Con suave
caricia la recojo
con temor de dañarla.
Todavía conserva
su aroma. ¿Ves? Es rosa hasta el final,
no necesita nada,
le sobro.
Qué delicada luz
la carne de la rosa
en este otoño extraño para el hombre.
© Pedro Ojeda Escudero, 2017
Una rosa nunca puede ser fea, ni siquiera marchita, ella tan solo se transforma.
ResponderEliminarQué bonita entrada, Pedro.
Un beso.
Precioso poema, me ha gustado mucho. Otoño al fin.
ResponderEliminarUn abrazo
Nos premia desde la plenitud.
ResponderEliminarUn abrazo
Extraño otoño.
ResponderEliminarUn abrazo y feliz semana.
Se adensa su aroma al marchitarse, fermenta de manera elegante como el vino bueno, y su forma se libera.
ResponderEliminarUn abrazo.
Obviamente, les sobramos a las rosas. ¿Residirá tanta belleza, incluso la de su estertor, en la fractalidad que la compone? Me gustó el poema.
ResponderEliminary si la roaa no es una rosa en realidad
ResponderEliminarPreciosa rosa, que al marchitarse, recuerda la belleza que permanece.
ResponderEliminarSiempre bella, tanto como tu poema.
ResponderEliminarBesos, Pedro, desde Madrid.