domingo, 15 de julio de 2018

Juan Genovés. La intensidad del silencio


Uno de los problemas de la obra de arte realizada con intención política para actuar en una situación histórica concreta, es que puede pasar su tiempo cuando las circunstancias cambian. Suele ocurrir, también, que el estilo en el que se realiza es propio de esa inmediatez y se subordina la calidad al efecto de denuncia que se busca. Cuando se revisita ese tipo de arte, es habitual que permanezca solo el testimonio de una época y las marcas temáticas y los procedimientos usados amarilleen como el papel de los periódicos viejos. Fueron útiles, pero envejecen pronto. La obra de Juan Genovés (Valencia, 1930) es reconocible desde los años sesenta, cuando ejerció el compromiso social y político a través de su pintura, en la que creó un sello personal rápidamente identificable. Es innegable su inmediatez, su intención ideológica y su denuncia del régimen dictatorial de Franco como después ocurriera con su compromiso con la transición hacia la democracia. Sin embargo, con la obra de Genovés no ha ocurrido lo que sucede con aquellas obras de arte que no superan su condición de panfleto, sino todo lo contrario.

He revisitado la obra plástica de Genovés en esta muestra antológica del Patio Herreriano de Valladolid (Juan Genovés. La intensidad del silencio, hasta el 23 de septiembre), comisariada por María Toral. Sesenta piezas que abarcan desde los años sesenta hasta la actualidad -Tempo es la primera vez que se exhibe-. Desde aquellas piezas en las que se jugaba con la imagen oficial del régimen para denunciar su grisura, la despiadada caza del disidente (seres humanos sin rostro, igualados por un tratamiento de la ropa en la que se percibía toda la densidad del momento, el simbolismo de los gestos, de los detalles) hasta estos últimos movimientos de masas anónimas de individuos en los que predomina el ritmo de las líneas (casi siempre la curva) y los espacios vacíos que crean un movimiento en la pintura y una necesidad de acompañarlo en el ojo que la contempla...

Genovés no ha cerrado su significado con la caída del régimen dictatorial al que combatió o, con el paso del tiempo, con el final de la transición que simbolizó con sus abrazos, todo lo contrario. Su obra superaba el panfleto o el manifiesto, es evidente, y ha trascendido su tiempo aunque pueda considerarse, también, un testimonio de la época en la que fue pintada.  Sus trabajos de los años sesenta y setenta han adquirido un valor universal de denuncia de todos los sistemas opresores, de la injusticia social y de la peligrosidad de cualquier ideología que despersonalice al ser humano.

Todo eso se confirma en las obras de las últimas décadas, especialmente en el uso de las masas de pintura acrílica mezclada con pequeños objetos para que cada uno de los personajes tenga su propia condición individual y que no la pierda al ser tratados como conjunto colectivo. Estos cuadros -especialmente los de gran formato- requieren la contemplación desde lejos y la más cercana para apreciarlo. Desde lejos vemos grupos de seres humanos moviéndose en un espacio tratado a veces como terra incognita y en otras ocasiones como barrera (brechas, zanjas, agujeros). De alguna manera, continúa el miedo retratado en sus primeros tiempos, la sensación de temor hacia lo desconocido, hacia lo que se adivina violento y opresor, hacia todo aquello que nos hace huir y movernos, marcharnos de algún sitio sin saber muy bien dónde terminaremos. Los gestos de estos diminutos personajes, mirados desde arriba para dimensionarlos en su debilidad, son de espanto, de apresuramiento, de huida, pero sin una meta que pueda liberarlos verdaderamente de ese miedo que se les ha instalado dentro hasta que se dan cuenta de la fuerza que tienen como grupo, como sociedad unida.

Esta extraordinaria muestra de Genovés -que debería haberse cuidado mucho más en la disposición y en la explicación facilitada en los paneles, pero cuyo folleto y catálogo animo a coleccionar- no deja indemne a quien la contempla puesto que se ve interpelado en un perfecto ejemplo de cómo el arte puede sumar la técnica y la propuesta del mensaje con sentido universal.


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