jueves, 17 de mayo de 2018

El punto de partida de Los refugios de la memoria de José Luis Cancho y noticias de nuestras lecturas.


Hay varias formas posibles de abordar Los refugios de la memoria de José Luis Cancho. Algunos lectores buscarán en estas páginas el testimonio vital de aquel joven estudiante que en la mañana del 18 de enero de 1974 cayó desde el tercer piso de la comisaría de policía de Valladolid. Su caso es recordado aún porque conmocionó a la sociedad española -al menos a la que discrepaba de la dictadura franquista pero a muchos que no se contaban en ese lado no les pasó desapercibido lo que podía significar interna y externamente- a pesar del control que la censura ejercía sobre los medios de comunicación. El propio autor ha vivido con las consecuencias de esa fama y los efectos que tuvo su caso en la vida universitaria y en el activismo opositor de entonces. Suele ocurrir que muchas personas exigen del protagonista de un caso así que se quede detenido en el tiempo: como si estuviera condenado a caer repetidamente por aquella ventana. Cancho dedica cinco páginas al suceso que lo lanzara a una fama no buscada. Y de esas cinco páginas llama la atención la profundidad de las reflexiones expresadas a partir de las preguntas, no retóricas sino que entran en el terreno de la exploración de la memoria y de los hechos: la interrogación como forma de adentrarse más y más en la memoria y en el pensamiento, preguntas que quizá se haya hecho muchas veces el autor. De las cinco páginas, dos las dedica a un policía cuya declaración sobre los hechos coincidía con la suya en muchos aspectos y se pregunta quién fue y qué fue de él.

Parece obvio que ese puede ser el punto de partida de un relato autobiográfico. Pero no lo es, en absoluto, la manera en la que lo trabaja el autor. A partir de ahí comienza un intenso relato cuya reflexión principal es el paso del tiempo y la manera de contarlo. Predomina la elipsis, que da un atractivo especial al texto puesto que no en vano Cancho lo denomina autorretrato fragmentario. El autor, en efecto, se detiene en aquello que le importa hoy: la mencionada reflexión sobre el paso del tiempo, la manera en la que ha llegado a ser el que es y su declarada relación con la escritura. No solo con las novelas que ha escrito sino con el mismo proceso de la escritura:

He hablado del poder de la ficción, de la influencia que ejerce en nuestra percepción de la realidad, de cómo puede llegar a imponerse sobre esta.

En ese proceso -que es a la vez el del escritor y el de la persona- se llega a una cierta desnudez, incluso en el lenguaje (A medida que envejezco mi lengua se empobrece), también en un cierto distanciamiento de sí mismo que le permite la reflexión directa sobre su pasado. El estilo de este libro, contenido y poético y siempre exacto, lo refleja.

En un texto como este es inevitable que los que lo lean con profundidad se interroguen sobre sí mismos: su compromiso, su vida, su forma de entender las cosas. Aquellos que buscan solo el testimonio de un activista político que da cuenta de su lucha contra el franquismo pronto perderán el interés puesto que ese no es el texto que ha escrito José Luis Cancho. Sale ganando el lector que busca más allá, que sabe apreciar el relato del tiempo que pasa y los efectos que causa. Además, claro, está el propio interés por la escritura de Cancho, autor de novelas como El viajero junto al mar (1999), Grietas (2001), Indicios (2004) y Lento proceso (2013). De todo ello hablaremos en las próximas entradas de los jueves.


Noticias de nuestras lecturas

Mª del Carmen Ugarte se adentra por las páginas del libro de José Luis Cancho deteniéndose en algunas de las claves más importantes del mismo: lo autobiográfico y la experiencia literaria; la memoria individual y colectiva. No os perdáis este comentario para comprender el libro.

Mª Ángeles Merino escribe una extraordinaria entrada introductoria a la lectura de la obra de Cancho. En ella están sus recuerdos y las claves para abordar este trabajo de la memoria.

Recojo en estas noticias las entradas que hasta el miércoles han publicado los blogs amigos.
Entrada del Club de lectura cada jueves, en este blog, aunque en las últimas semanas no haya podido cumplir esta promesa por diferentes cuestiones que espero se vayan remansando en las próximas.
Información sobre el presente curso en el club en este enlace.





Desde hace unos años colaboro de forma asidua con la Feria del libro de Burgos. La presente edición se inaugura este viernes 18 y se clausura el 27 de mayo. El sábado 19 participo presentando los últimos Premios de la Crítica de Castilla y León. Estará presente José Luis Cancho, autor de Los refugios de la memoria y sobre esta obra y otras muchas cosas hablaremos con él. El acto tendrá lugar a las 13:00 hs. en la Sala Polisón del Teatro Principal. Entrada libre hasta completar el aforo.

2 comentarios:

Abejita de la Vega dijo...

El tiempo pasa y el mar de la memoria devuelve algunos fragmentos. Con lo que devuelve la pleamar, José Luis Cancho reconstruye literariamente una autobiografía que no puede ser sino fragmentaria, mucho más allá de la historia del estudiante que cayó por la ventana.

Una vida nómada y de soledad, en busca de sí mismo y de la palabra más atinada.

Será un placer escuchar a José Luis Cancho en la presentación de su libro, en la Feria del Libro.

Un abrazo, Pedro.

pancho dijo...

El encaje del fondo y la forma hace atractivo al lector esta autobiografía. La manera de contar el paso del tiempo, cómo alguien mató el tiempo que le tocó vivir, es lo que te hace mostrar satisfacción por llegar a esta lectura.
Hoy que todo pasa tan deprisa, tanto que a las nuevas generaciones de adolescentes lo del 15M les parece prehistórico, ni saben lo que fue la ETA, leer un relato de algo que vivimos es recordar tiempos mejores porque éramos más jóvenes, pero mucho más inciertos por el futuro que nos esperaba. Dicho a toro pasado,de los más prósperos y mejores para más gente de toda la historia de España.
Personajes como el autor que se dejaron pelos en la gatera en la lucha contra la dictadura son dignos de admiración. No como otros que aparecieron en tropel de un día para otro para tomar el mando cuando todo estaba más o menos encauzado por el camino democrático.
Franco murió en la cama, pero había una generación de jóvenes que ya no estaban dispuestos a vivir sin libertades y eso fue una fuerza que actuó de contrafuerte para llegar a acuerdos impensables sólo unos años antes, como redacción de la Constitución de 1978, Pactos de la Moncloa o las conversaciones para la entrada en la UE.
Todo esto suena muy viejo en la modernidad, como a nosotros nos sonaban antiguas las batallas de la guerra civil y de la postguerra, es lo que tiene hacerse viejo, hay cortes generacionales profundos y no me estoy refiriendo a los chalés en la zona norte de Madrid. O sí, hay pocos que se resistan al aburguesamiento con la llegada de la edad. Pero los hay.