viernes, 23 de febrero de 2018

Tim y Max, carpinteros


Tim y Max tienen la mirada limpia y la sonrisa franca de la juventud que mira de frente. Los recogimos en un cruce de carretera a la salida de Salamanca. Nos contaron que llevaban tres horas esperando que un automóvil se detuviera. Hacía mucho frío pero sonreían, no se quejaban y agradecían que hubiéramos parado. Agradecían también el paisaje, disfrutaban de la conversación, todo les parecía hermoso: las ciudades, la gente, las cimas nevadas de la sierra de Gredos y de la sierra de Béjar, las encinas, los castaños y los robles, las experiencias que habían vivido hasta ahora y las que les quedaban por vivir en el futuro. Venían de Oviedo y quieren bajar al Algarve portugués. En España ya no hay costumbre de hacer autostop ni de parar a quien lo hace. Pero Mayca reconoció los trajes que llevaban porque los había visto hace años en Alemania. Son alemanes, carpinteros, y echó el coche al arcén. La miré perplejo. Sólo podemos acercaros a Béjar, les dije. No importa si es en la dirección correcta.

Tim y Max tienen 18 y 20 años y se esfuerzan por mantener una conversación en español. El primero lleva un año y tres meses fuera de su tierra, recorriendo Europa. Son aprendices de carpinteros, ebanistas artesanos. En Alemania conservan una antigua tradición según la cual, tras su etapa de formación deben estar tres años y un día alejados de su lugar al menos 50 quilómetros antes de obtener la condición de maestros carpinteros. La comparten con otros oficios: metal, textil, etc., cada uno identificado con un color en el traje tradicional. El de Tim y Max es negro, de pana, con unos pantalones de campana llenos de bolsillos y cremalleras.

Salen con lo puesto, sus herramientas, un bastón de madera y una muda que cargan en una peculiar mochila. Sin dinero. Y se echan a andar por los caminos para aprender los métodos de trabajo artesanales de otras tierras, otras herramientas y maderas, soluciones ingeniosas y técnicas. Realizan pequeños trabajos, casi a cambio de comida y techo pero nunca pueden estar más de seis meses en el mismo lugar ni más de cuatro sin trabajo. En un pequeño pasaporte almacenan sellos y cartas de recomendación de los lugares en los que trabajan para poder certificar a su regreso el aprovechamiento del viaje. Pueden ser hombres o mujeres jóvenes con la única condición de no estar casados, no tener hijos ni deudas. No son vagabundos: son artesanos con ganas de aprender y conocer cómo se trabaja la madera en otros lugares. Cuando regresen a su tierra, después de obtener la condición de maestros y ser considerados como profesionales de prestigio, no podrán volver a usar su traje ni su bastón como peregrinos. La madera de castaño es muy buena para la construcción y resiste bien la lluvia, dijeron cuando pasamos por la sierra de Béjar.

Tim y Max se habían encontrado por el camino, quizá se separen dentro de unos días o unas semanas y sigan recorriendo estas tierras cada uno por su lado. Al bajar del coche, ya en Extremadura, dejaron que el sol les calentara el rostro y sonreían, felices.

No podíamos bajarlos más. Cuando los dejamos en un área de servicio, después de comer, cruzaron unas palabras con unos sevillanos: Si esperáis hasta mañana os podemos llevar a Sevilla, les ofrecieron. Si estamos aquí mañana podemos ir con vosotros, gracias, respondieron.

Son jóvenes, tienen toda la vida por delante. Vienen de Alemania, uno de los países más industrializados del mundo.

16 comentarios:

Fackel dijo...

Lo que prueba que aun siendo de un país industrializado también pueden y saben conservar oficios. Mucho que aprender de la Mittel Europa, nos queda.

mojadopapel dijo...

Y de lo que significa enfrentarse a recorrer ciudades en pos de una enseñanza y una experiencia única para la vida posterior sin la sobreproteccion de los padres.

Emilio Manuel dijo...

Aquí, en España, estamos perdiendo hasta la vergüenza.

Abejita de la Vega dijo...

Como sacados de un cuento

Myriam dijo...

No conocía está tradición que es muy rica, como dice Mayca, en experiencias y aprendizaje para la vida. Y con respecto a las vestiduras que se razga Emilio por España, non olvidemos que aún así, siendo un pueblo tan culto y tan práctico el alemán, alojó en su seno a una de las peores atrocidades en la historia del Siglo XX. Por eso, todo es relativo.

Abrazos a repartir


La seña Carmen dijo...

Interesante historia. Nadie me había contado nada de esto en las clases de alemán.

Neogeminis Mónica Frau dijo...

Sorprendente experiencia, para ellos como para quienes se crucen en su camino. Desconocía totalmente ese tipo de tradiciones, más si implica tener que sobrevivir dependiendo de la solidaridad ajena. Hoy en día suena demasiado risgoso. Gracias por compartir los detalles de semejante encuentro.
Un abrazo

Paco Cuesta dijo...

Erasmus de la F.P. familiar y sin subvención.
Un abrazo

Doctor Krapp dijo...

Nos suena arcaico y atrabiliario pero cuánta sabiduría hay detrás de todas estas tradiciones que se pierden en la niebla del tiempo.

pancho dijo...

Rinconete y Cortadillo también se echaron al camino vestidos de época con un oficio a medio aprender. Camino de Sevilla en blablacar.

XuanRata dijo...

Más que el de la carpintería, aprenden el oficio de vivir. Este tipo de peregrinación debería ser obligatoria antes de expender cualquier título.
Gracias por la historia, Pedro. Viendoles así vestidos nunca hubiera imaginado la razón. Tenemos que salir más de casa.

Ele Bergón dijo...

Muy interesante y poco o nada conocido, al menos para mí, lo que cuentas en esta entrada.

A veces en los cruces de caminos, nos encontramos grandes sorpresas, dignas de compartirlas.

Besos

andandos dijo...

Una historia muy interesante y peculiar, que no conocía de nada. Respecto a ti, no te preocupes, te esperamos pero descansa, no tengas prisa.

Un abrazo

DORCA´S LIBRARY dijo...

Parecen personas venidas de otra época. Cuando regresen a sus casas, llevarán los bolsillos de sus pantalones llenos de experiencias y encuentros.
Un abrazo.

pasear dijo...

Hola. Los vi haciendo autoestop en Sevilla, pasado el puente del Cachorro, junto a la Torre Sevilla (Torre Pelli)en el inicio de la A92 hacia Huelva. Debió ser el lunes 5 de marzo a eso de las 15.20. Como para no llamar la atención. Ataviados con ese traje y un cartel que ponía Algarve (o Portugal?). Yo iba en moto hacia casa y solo los vi durante unos segundos. Si hubiera ido en coche hacia Huelva los hubiera cogido. Me ha encantado leer tu/su historia. Gracias. Estas son las cosas que molan de la red.

Pedro Ojeda Escudero dijo...

PASEAR.- Qué casualidad. Gracias por venir a dar cuenta aquí de tu encuentro. Es emocionante. Ojalá les vaya bien.