martes, 2 de enero de 2018

La flor de las acacias camino del colegio


A veces me pregunto qué fue de las personas que habitaron las calles, estas calles del barrio. Dónde estarán los compañeros de clase, la dulce hija del dueño del quiosco que me regalaba pipas y me besó en la mejilla debajo de un almendro en flor en aquella primavera de las hormigas voladoras. La flor de las acacias camino del colegio.

10 comentarios:

Campurriana dijo...

Están ahí, Pedro. Siguen ahí.

Mavi dijo...

Creo que sigue viva solo por ti.
un beso
Mavi

Emilio Manuel dijo...

Están ahí, en tu memoria, formando parte de las cosas bonitas.

Abejita de la Vega dijo...

no conocemos ya las calles

impersonem dijo...

Supongo que estarán en sus afanes los que aún anden por esta vida de interrogantes y transiciones... y quienes ya no estén no sabemos... pero la memoria que nos conecta al presente-pasado nos hace pasar por el corazón de nuevo algunas de esas emociones que hicieron más surco en nosotros...

Feliz 2018... os deseo a ti y a los tuyos que lo mejor de lo mejor os acompañe y os rodee siempre... sobre todo salud y bienestar...

Abrazo

Luis Antonio dijo...

Sin duda se hallan en la memoria y en tus afectos...

Ele Bergón dijo...

El tiempo se lo quiso llevar todo, pero no se dio cuenta que nosotros guardamos los recuerdos.

Besos

Edurne dijo...

¡Qué diferente se ve todo en nuestros recuerdos, todo más grande, más importante...!
Pero ahí está todo guardado y bien guardado. Si lo recordamos, todavía existe.
¡Felices recuerdos!
Besos
;)

Myriam dijo...

Hoy, gracias a FB sé de muchos grupos de compañeros de escuela que se reencuentran después de infinad de años de no haberse visto, otros han mantenido la costumbre de encontrarse desde aún antes de la irrupción de las nuevas tecnologías pero ese aroma de las acacias de la infancia que describes o el beso, quedan impregnados en la memoria personal para siempre, marcan una huella a la que siempre se puede regresar.

Besos

andandos dijo...

El lunes que viene he quedado en Zaragoza con una compañera de estudios a la que no veo desde hace más de treinta años. Es posible que me ayude a encontrar empleo allí. Pero hace treinta años que no nos vemos. Más gordos, más viejos, encarando la recta final. ¡Ay, Dios mío! Algo de romanticismo también hay, creo.

Un abrazo