jueves, 11 de enero de 2018

La escritura como forma de conocerse en La noche que no paró de llover y noticias de nuestras lecturas con anuncio de la próxima.


A los lectores les gustará mucho la forma en la que los personajes indagan en su pasado. Todos, de una forma o de otra, recuerdan. Algunos parecen vivir obsesivamente en ese pasado (personal, familiar, social), otros lo utilizan como forma de establecerse en el presente. Laura Castañón mide bien los tiempos en la forma en la que da cuenta de los acontecimientos principales. Incluso aquellos que motivan el suspense -no solo el que desde el principio observamos en los párrafos en cursiva en el que se declara un asesinato que se resolverá casi al final de la novela-. La narración nos conducirá hacia los núcleos de las tramas y la forma en la que estas, que parecen no juntarse, se cruzan poco a poco hasta ir trenzando una historia principal con las ramificaciones que proceden del hecho de que cada uno de los personajes tiene su propia circunstancia. Como sucede en la vida.

En La noche que no paró de llover observamos dos estrategias de indagación en ese pasado: la conversación -amistosa, familiar o profesional en la terapia de Valeria-, en la que se inserta también el uso del monólogo interior, y la escritura. En la novela hay varios personajes que escriben para conocerse.

Emma redacta un diario -como muchos que había iniciado y abandonado- que quiere que sea el testimonio de la convivencia con Laia en su casa de Gijón, que llama intencionadamente, "nuestra casa de Richmond". Ese testimonio se convierte pronto en la indagación en sus propios temores, inseguridades y promesas futuras. Termina usando el diario como terapia personal que le permite superarse e incluso disciplinarse, cosa que le parecía imposible. Por el diario pasan todas sus incertidumbres sobre la vida en común con Laia pero también su relación de dependencia con su madre, un personaje al que teme y del que depende en gran medida y en el que terminará encontrando un inesperado aliado.

Feli y Guille quieren escribir (acuden a un taller de escritura en el que se conocen) y proyectan un libro común con la historia de una maestra de Nozaleda desaparecida o asesinada en la guerra civil. Este proyecto de escritura y sus labores previas de investigación terminará uniéndolos. También ayudándolos a superar sus miedos o, al menos a expresarlos, a partir del compromiso político con la memoria histórica. Por otra parte, la historia de la maestra cruzará sus vidas con el pasado de Valeria.

Finalmente, Valeria Santaclara, que también había escrito diarios y correspondencia abundantemente en su pasado, fijará por escrito sus recuerdos cuando no puede continuar la terapia presencial con Laia a causa de la baja de esta. Esta escritura, realizada con el mismo tono de la conversación en la consulta, es el núcleo de la historia y lo que conecta La noche que no paró de llover con Dejar las cosas en sus días. En ella, la escritura consigue el objetivo que se había propuesto puesto que desencadena los recuerdos más fácilmente y abre la puerta que le permite el conocimiento de su personalidad y una cierta expiación que le enfrenta a su propio sentimiento de culpa pero también, sin sospecharlo, al de su hermana fallecida.

En esta segunda novela de la tetralogía planteada por Laura Castañón y que se iniciara con Dejar las cosas en sus días se profundiza en ese descubrimiento del pasado complejo que a veces nos atenaza y nos impide seguir avanzando. A individuos, familias y sociedades. Veremos por qué caminos nos lleva la tercera novela, cuya publicación no tardará.


Noticias de nuestras lecturas

Paco Cuesta analiza la evolución del personaje de Valeria Santaclara de forma iluminadora. No te  lo pierdas, es una de las claves de la novela.

Agustín Merino, en el blog de su hermana, nos da una nueva muestra de su creatividad artística a partir de la lectura de La noche que no paró de llover.



Cuarenta y dos sorbitos lleva publicados Pancho sobre esta novela de Torrente Ballester que nos ocupó hace tiempo en el club. Y qué sorbos tan bien aprovechados. Aquí, además de Miguel Poveda podemos comenzar con un espiritista y comprender una de las cualidades de La saga / fuga de J.B.: la descripción de pequeños gestos que definen una situación y un personaje.

Encuentro de los lectores del pasado martes

Con Leandro Pérez el pasado martes día 9 de enero,
 en la Sala Polisón del Teatro Principal de Burgos
(fotografía de nuestro reportero Boni Sanz).

Con su entrada, Mª Ángeles Merino me ahorra el trabajo de resumir el encuentro del pasado martes con los lectores. Finalmente, no pudo acudir Laura Castañón por la amenaza del temporal que tenemos estos días. Ha prometido viajar a Burgos en cuanto sea posible organizar otro acto. Leandro Pérez, que jugaba en casa, sí acudió y supo defender el fuerte para hablar de La sirena de Gibraltar pero también de su forma de entender la escritura y otras muchas cosas. El acto duró más de una hora y resultó más que agradable para todos. Quiero agradecer al mucho público que acudió a la Sala Polisón a pesar de que la tarde se presentaba muy desagradable. Me sorprendió gratamente ver que la literatura convoca a las personas cuando el acto se organiza con cariño. También quiero agradecer la buena cobertura que dio al acto la prensa local, especialmente Diario de Burgos y Correo de Burgos.`

Anuncio de la lectura de Pedro Páramo de Juan Rulfo



Comenzamos la lectura de un clásico de la literatura en español, Pedro Páramo del mexicano Juan Rulfo (1917-1986). Solo dos libros bastaron al autor para situarlo entre los grandes escritores hispanoamericanos: El llano en llamas en 1953 (colección de diecisiete cuentos aparecidos con anterioridad en publicaciones periódicas) y Pedro Páramo en 1955. Seguidamente, escribió su segunda novela, El gallo de oro, que no se publicaría hasta 1980. Recibió el Premio Nacional de Literatura de México en 1970 y el Premio Príncipe de Asturias de las Letras en 1983.

El año pasado se cumplían cien años desde el nacimiento del autor, así que este próximo mes de mayo se cierran las celebraciones de su centenario. No basta con la efeméride. De vez en cuando hay que volver a Pedro Páramo y, aparte de disfrutar de su lectura, comprender las raíces de la poderosa narrativa hispanoamericana de la segunda mitad del siglo XX (La hojarasca se publicó en el mismo año, La ciudad y los perros en 1963; anteriores son Miguel Ángel Asturias y Manuel Mújica Laínez).

Espero que esta relectura os parezca interesante a los que ya hayáis leído la novela y la disfrutéis por primera vez aquellos que siempre la habéis tenido como pendiente.

Recojo en estas noticias las entradas que hasta el miércoles han publicado los blogs amigos.
Entrada del Club de lectura cada jueves, en este blog, aunque en las últimas semanas no haya podido cumplir esta promesa por diferentes cuestiones que espero se vayan remansando en las próximas.
Información sobre el presente curso en el club en este enlace.

5 comentarios:

pancho dijo...

Una estructura compleja, pero todo perfectamente ordenado, en ningún momento se da la impresión de que haya caos narrativo.El lector no se encuentra perdido si dejamos a un lado los capítulos de los sueños que como tales no se pueden clasificar con los mismos esquemas que los recuerdos o las realidades.
El personaje de Laia no escribe, pero se cree en un escalón cultural más alto que el resto de los mortales a su alrededor. Es un personaje un poco antipático; sin embargo, su diván es el eje de la novela, lo más valioso desde el punto de vista narrativo y de la materia a narrar. Un personaje en estado de sitio, de buena esperanza frustrada.
Cuarenta y dos sorbos de algo de poca graduación. Tantos de alta tensión tumbarían a cualquiera.
Y Pedro Páramo, esa novelilla, el diminutivo sólo por el formato, sí que tiene condensación e intensidad. Para leer y releer con calma varias veces.
Un abrazo.

Myriam dijo...

Estoy leyendo Pedro Páramo y me está gustando mucho.
No lo había leído antes, pero lo tenía en mi lista
de pendientes así que me alegro que lo hayas traído al Club.

Un beso

Abejita de la Vega dijo...

Un saludo de parte de mi hermano que quiso participar en la lectura de "La noche que no paró de llover".

Hablar, escribir, pintar...nos permiten conocer y conocernos, reconciliarnos con nosotros mismos y con nuestra vida. Todos tenemos un sobre que no nos atrevemos a abrir, no sólo Valeria. Y, a nivel colectivo, como nación, lo mismo. Es bueno que las obras literarias se ocupen de la reconciliación individual y colectiva. Hay tantos sobres todavía.

Estoy completando la crónica de la reunión con Leandro Pérez, en el Principal. Dio de si la escasa hora y media. Un refugio cálido en una tarde de perros.

Pedro Páramo de Juan Rulfo, la poesía de la desolación. Como decía el niño de "El sexto sentido": en ocasiones veo muertos.

Un abrazo, Pedro.

andandos dijo...

Bueno, vamos a por ella.

Un abrazo

Paco Cuesta dijo...

Se lee con la paz de la vida diaria, eso sí, con acelerón final.