miércoles, 13 de septiembre de 2017

Béjar


Desde el Ventorro Pelayo la ciudad cabalga la loma como si no quisiera mojarse los pies en el Cuerpo de Hombre. Se aúpa para mirar la sierra  y las alturas -la Covatilla, el Calvitero, la Ceja-. Alargada, es aún Castilla pero casi ya Extremadura o ya extremeña y casi castellana. Su pasado fabril y comercial le dio fama: había ricos de Béjar que vivían como dice el refrán pero también obreros que madrugaban y bajaban y subían a diario las cuestas que los llevaban a las fábricas textiles. Béjar es señorita y obrera, orgullosa y sencilla. Y todo se puede resolver bien ante un calderillo. De aquellos tiempos fabriles no queda ya nada: esqueletos de naves industriales en los que resuena el río y una calle mayor vaciada en la que un puñado de comerciantes se empeña en dar color y vida. Debe reinventarse, como buena parte de esta región que se despuebla y para ello no debería mirar muy lejos porque tiene cerca donde agarrarse: el Castañar, su sierra, las callejas y senderos, las peñas. El paisaje y la gente.

Avanza ya la otoñada -apenas ha llovido- y vendrán los calbotes y las nieves y las laderas se cubrirán de gradación de verdes y marrones con rumor de regatos. Ya está llena la sierra de quitameriendas. Y comienzan los frutos de otoño. Béjar cabalga la loma, se recoge hacia el invierno sobre sí misma asombrada de tanta belleza.

7 comentarios:

mojadopapel dijo...

Y tanta decadencia en las calles.

Myriam dijo...

¡Ay!
Porque la foto y la descripción son muuuuuy lindas.

Myriam dijo...

Besos y besos

São dijo...

Não conheço Béjar, mas a tua descrição a tornou real ante meus olhos.

Besos, amigo mio

Doctor Krapp dijo...

No conozco Bejar pero tú me las has hecho atractiva dándole ese sabor antiguo y venerable.

andandos dijo...

Creo que he estado una vez en Béjar, hace ya unos años. Y en Candelario, y en otros pueblos cercanos, coincidiendo con una ola de calor, eso sí lo recuerdo bien. Esa decadencia de la que hablas parece que la siento yo cuando paso, más a menudo, por Belorado. Me compré un cinturón de cuero hace un par de años.

Todos estos nombres eran, en mi juventud, algo parecido a míticos, como Ortigueira o la isla de Man. Con el tiempo he pasado por algunos de ellos. Me gustaría estar en Bares, o en Burgos, cuando cae una de esas nevadas que hacen época. Me conformo con las nieblas, también de época, de aquí. Cada año se repite algo parecido, y nos parece nuevo o casi. Hay nombres que por sí solos evocan ambientes: Cuzcurrita del río Tirón, por ejemplo. Supongo que algo parecido les ocurre a otras personas con el Pirineo de Huesca, que poco a poco también se va desdibujando. Quedan, para nuestra vejez, los recuerdos y los libros o poemas escritos sobre ellos. Si somos capaces de acordarnos.

Un abrazo

Campurriana dijo...

Tierras bellísimas aquéllas.