jueves, 13 de octubre de 2016

Retrato descarnado de la sociedad española de los últimos años en Queremos que vuelvan y noticias de nuestras lecturas.


Desde el título de su novela, Santamarina nos propone un retrato descarnado de la sociedad española contemporánea. En un programa de televisión que trata como espectáculo -bajo la falsa apariencia del interés social- la desaparición de los jóvenes Bruno y Mario el 14 de agosto de 2012, la madre de uno de ellos grita, en mitad de un ataque de ansiedad, Queremos que vuelvan, queremos que vuelvan. El director y presentador del programa coge al vuelo la oportunidad de la escena: la frase le había parecido tan genial que había decidido que deberían incorporarla como título de los siguientes programas especiales. Esta banalización del dolor, la rápida forma en la que todo se convierte en espectáculo y producto para vender y obtener posiciones en la lucha despediada por la audiencia sin ningún escrúpulo moral, es la forma en la que entramos en este retrato de la sociedad española.

El primer caso notable en el que esto ocurriera en la televisión española se dio en enero de 1993 con la violación y asesinato de tres adolescentes de catorce a quince años en Alcàsser. Se suele fijar en ese momento el nacimiento de la telebasura en España. La emisión del programa De tú a tú, de Antena 3, cuyas caras visibles eran Nieves Herrero y Olga Viza, supuso el detonante de un tipo de televisión en el que la audiencia mandaba por encima de cualquier otra consideración. Ya conocemos el desarrollo de estos programas y el gusto de los espectadores por ellos. Aquellos hechos fueron tratados por Antonio Muñoz Molina en Plenilunio, novela publicada en 1997, en la que se introducía en la mente criminal. Esta obra contenía la primera clara condena moral en la literatura española de esta forma de hacer televisión. Ahora esto ya no es solo una forma de hacer televisión sino una manera de entender la sociedad española, la privacidad y la mercantilización del sufrimiento al tratarlo como mero espectáculo televisivo. Se genera empatía emocional en la audiencia y a partir de ahí se retuercen los argumentos para mantener su interés durante el tiempo suficiente para que el producto sea muy rentable económicante. Llegará un momento en el que ya no importe es o no verdad o está sustentado con hechos. El crecimiento en espiral es necesario para esa locura.

De esta manera -que es claramente una declaración de intenciones-, Santamarina nos sumerge en la historia. Por eso el investigador del caso, quien va desentrañando los sucesos, es un periodista y no un detective, Javier Redondo, aunque conserve algunos de los aspectos que suelen tener muchos de los detectives de la narración negra (vida personal desastrosa, una cierta desorientación personal, etc.).

Poco a poco, la historia nos va componiendo un mundo en el que el orden aparente en el que nos movemos está contaminado: políticos, personas de las altas finanzas, policías, comunicadores... todos, participan de un sistema corrupto en el que establecen juegos de poder y de satisfacción de todo tipo de deseos. Nada les detiene, salvo la excesiva publicidad y el escándalo público. Pero esto también pueden redirigirlo hacia sus propios intereses.

Como en las novelas canónicas del género, existe una lucha de individuos concretos frente a ese poder inmoral y corrupto. La narración es una forma de ponoer de manifiesto una verdad de las sociedades modernas que suele estar oculta bajo la apariencia de democracia y las leyes que nos rigen, en inicio iguales para todos. La relaciones de poder son tan desproporcionadas que, desde el principio, sabemos que acaerrá dificultades y consecuencias severas para esos personajes, fáciles víctimas de las tramas que de verdad controlan la sociedad. Al lector le queda la esperanza de que, al menos, son capaces de luchar y establecer una red de protección con otros indiduos como ellos, aunque no triunfen o no lo hagan del todo. En el fondo, bajo la aparente sencillez de la trama de cualquier novela negra hallamos elementos propios de la tragedia griega. Un individuo que lucha contra su destino en la casi absoluta soledad. Pero aquí no suele haber un deus ex machina, condición dramática del individuo moderno.

La mejor definición de la calidad de una novela negra es que, cuando el lector cierra sus páginas, lo que le han contado no le parezca verosímil sino verídico. Y esto sucede con esta novela de Santamarina: así es la España en la que hemos vivido.

El próximo jueves comentaré la figura del narrador y la estructura de la narración.

En octubre leeremos la novela negra Queremos que vuelvan, primera obra del novelista burgalés Miguel Ángel Santamarina. Con una narración ágil y un argumento ambientado en la España de nuestros días, aborda algunos de los temas que han protagonizado nuestra España reciente. Podéis encontrarla en la librería Luz y Vida de Burgos (también en otras de esta ciudad) y a través de Amazón, que la sirve en pocos días, en este enlace. También allí está disponible en libro electrónico de inmediata descarga. Más información en la página del autor. Como recordarán los lectores habituales de La Acequia, tuve la fortuna de ser quien la presentara en Burgos. Al final de la lectura, el autor tendrá un encuentro con los lectores del club, abierto también al público general. Informaré del lugar y la hora en su momento.

Noticias de nuestras lecturas

Mª Ángeles Merino arranca su comentario de la novela de Santamarina presentándonos minuciosamente al autor y con la sensación -que yo también tuve- de que desde las primeras páginas estamos en terreno conocido...



Gelu continúa con el comentario de la novela de Cadalso y presta atención a uno de los puntos claves de su filosofía: el conflicto entre las normas sociales y la libertad del individuo. No os lo perdáis.

Recojo en estas noticias las entradas que hasta el miércoles han publicado los blogs amigos. El listado de lecturas del presente curso, en este enlace.

3 comentarios:

Abejita de la Vega dijo...

Como si todo lo hubiéramos visto ya. Volvemos a revivir el caso real de las niñas de Alcáser en el ficticio de Bruno y Mario. Y ahora coincide la lectura de esta novela con el de Diana Quer. El esquema se repite: mercantilización del dolor y búsqueda de trapos sucios de la pobre chica desaparecida y de su familia. No faltan locutores como Lisandro.
Una España negra con negros periodistas, negros políticos, negrísimos banqueros...jueces, policías, mafiosos del este y del oeste...Nos preguntamos si la España real puede serlo tanto. Si puede ocurrir algo semejante a lo que ocurre en la novela. La esperanza está en el periodista Javier.
Un abrazo para ti, Pedro.Y otro para Miguel Ángel Santamarina.

pancho dijo...

Hay cadenas enteras de televisión dedicadas full time a crear empatías y rechazos viscerales, son profesionales del cotilleo, del chapoteo en los instintos más primarios del ser humano. Ahora mismo y desde hace más de una década son las estrellas del cotarro televisivo, también tiene su mérito saberlo hacer, meterse en esa burbuja de perversión, y durar y durar con esa cara dura como si lo único que importara fueran unos índices de audiencia que les permite vivir como millonarios.
¿Y si esa realidad artificial fuera parte de la solución? La controversia se enreda y la guerra se libra en la redes sociales como una locura colectiva en la que todo el mundo interviene. Mientras la guerra sea virtual, no se llega a las manos físicas porque uno puede estar en la bruma espesa de Castroforte del Baralla y otro en Tombuctú, distancias poco salvables para una persona normal.
La lucha del hombre contra su destino es un tema universal desde que los humanos sintieron inquietud por expresar sus sentimientos ante la realidad y los sueños de eternidad.

andandos dijo...

Creo que lo que más me gusta es el tema, tan actual, y que se lee fácilmente.

Un abrazo