lunes, 17 de octubre de 2016

La importancia de una coma


El final de Los intereses creados (1907) quiere dejar un mensaje esperanzador. Hay algo que supera cualquier otro interés, el amor. Así se concluye en el aparte final que nos devuelve a la farsa, al juego metateatral en el que se basa toda la estructura estética de la obra. El amor nos dice que no todo es farsa en la farsa, que hay algo divino en nuestra vida que es verdad y es eterno, y no puede acabar cuando la farsa acaba

Esta es la razón del éxito comercial de la obra y del autor, que dejaba ya cualquier beligerancia en serio contra la sociedad burguesa de su época, camino del premio Nobel obtenido en 1922. También es la razón de que haya estado presente de forma constante en los teatros españoles desde su estreno. Los espectadores asisten durante hora y media a la forma en la que el autor destapa una a una -de forma amable pero evidente- todas las conductas hipócritas de la sociedad burguesa. En ella es más importante el tejido de intereses que uno construye que la verdad. La verdad importa poco. Puede trasformarse a conciencia porque el mundo vive solo de apariencias. Incluso de comas. Pero todo termina bien, con un canto al amor y la esperanza.

En el juicio del final de la obra contra Leandro y Crispín, cuando ya ha quedado claro que a todos les interesa por dinero que los jóvenes enamorados se casen y se olviden de sus pretensiones románticas de vivir sin la herencia, la justicia se tuerce con una coma. Un coma. En el procedimiento, basta con cambiarla de sitio: Bastará con puntuar debidamente, dice el Doctor (el juez). Y así, donde se escribió: Y resultando que si no declaró, se pondrá: Y resultando que sí, no declaró. Y donde pone Y resultando que no, debe condenársele se concluye: Y resultando que no debe condenársele. ¡Oh admirable coma! ¡Maravillosa coma!, exclama Crispín. Benavente recurre al chiste de la coma -que corre en anécdotas referidas a varios personajes históricos- para poner en evidencia toda la falsedad social. La justicia, simplemente, no existe, no es más que una maraña de intereses que, de vez en cuando, coincide con el bien general, pero solo eso, coincide, no es norma. Aunque sea a pesar de torcer el procedimiento y perdonar actos innobles -como la misma actuación de los protagonistas o del padre de la novia, Polichinela-. No importa, parece decirnos Benavente con su conclusión amable y esperanzadora, todo por el triunfo del amor.

Pero yo siempre he tenido prevención contra ese cierre en falso de la historia. El engranaje teatral de Los intereses creados es admirable y funciona, pero como en las obras de Lope en las que se debía terminar bien para que la sociedad no se resintiera seriamente, hubiera pasado lo que hubiera pasado, todo parece puesto al servicio de la conservación de una sociedad que se sabe injusta. Con la esperanza de que la bondad humana lo pueda corregir algún día. Demasiada esperanza, me parece.

Eso sí, como se dice al inicio de la obra, todo parecido con la realidad actual, es pura coincidencia. Sobre todo porque ahora ya ni siquiera pensamos que la bondad humana, por sí sola, pueda corregir de forma justa el uso fraudulento de esa coma.

3 comentarios:

Ele Bergón dijo...

En los detalles pequeños, como puede ser una coma, o una tilde, se esconde lo importante

Besos

andandos dijo...

No sé qué decir. Suelo pensar que nuestros abuelos ya pensaban que la sociedad iba a peor, si es que tenían conciencia de "sociedad", que lo dudo. Nuestros padres también pensaban que los tiempos anteriores habían sido mejores, menos en el aspecto material. ¿Nosotros? No sé, vamos buscando algo que nos salve: la literatura, la música, el arte, el consumo... Escucho a nuestros gobernantes en funciones hablar de los bienes materiales, en que habrá empleo y bienestar, y siento que no hablamos de lo mismo.
Creo que me he liado un poco, eso también, y quién no, en estos tiempos.

Un abrazo

impersonem dijo...

Me ha gustado mucho tu análisis.

El patrón social se repite de forma constante. Cambia el atrezo, pero el guión es el mismo... creo.

Es una cuestión de aceptación de roles... creo.

Ahora es como siempre, sólo que lo que sucede en cada plano está más visible... pero da igual... porque nuestro chip no es cosa del azar...

Abrazo