martes, 14 de junio de 2016

Saber dónde están nuestros pies


El cambio es una constante en la historia del ser humano. Lo que sucede es que a veces ese cambio es lento, pequeñas alteraciones en el paisaje, objetos o modas que aparecen en nuestras vidas sin darnos cuenta y se quedan como si siempre hubieran estado aquí. Sucede que casi nunca somos protagonistas de los cambios: de una manera o de otra se nos introducen en nuestra biografía y nos alteran nuestra percepción o la manera en la que nos relacionamos con el mundo. La mayor parte de nosotros, simplemente, nos acomodamos a las novedades y sobrevivimos. A veces sobrevivimos en el significado más exacto de este concepto.

Los cambios que se nos han introducido en nuestras vidas proceden del aceleramiento histórico que vive el mundo desde el siglo XIX. Eran verdad los pronósticos y esta velocidad ha crecido progresivamente, en especial desde la aparición de la tecnología digital en nuestra existencia. Es tan profundo este cambio que en solo una vida hemos podido apreciarlo porque, además, es global y no deja sosiego. Ante él, apocalípticos e integrados.

El gran problema de un cambio tan violento en nuestras vidas es que está, como nunca, en manos de los poderes financieros, que ha conseguido romper con todo sin contrapeso. Tardaremos algunas décadas en conseguir el equilibrio de la balanza, si es que lo conseguimos y el trascurso de la historia no ha roto definitivamente todos los contrapesos para la mayoría de los seres humanos. Lo que está claro es que sin hacer algo estamos en manos del vértigo. Y hacer algo es eso, comenzar por saber dónde están nuestros pies en los centímetros cuadrados de la baldosa que nos ha tocado en suerte. Ser consciente de nuestro propio equilibro cada día, aunque cueste.

10 comentarios:

Rita Turza dijo...

Hay cambios que no te esperas y cambian el paisaje de tu vida tan bruscamente que tienes miedo de perder el equilibrio y no encontrar tus pies sujetos a la misma baldosa de siempre.

Besos.

Abejita de la Vega dijo...

Podemos pisar una mina.

Emilio Manuel dijo...

No tengo muy claro que la revolución digital provoque más cambios que aquellos que trajeron el dominio del fuego por aquellos hombres "primitivos", el invento de la rueda o que decir de la imprenta hace unos "cuantos" años, lo que no te voy a negar es que antes el beneficio era para la comunidad, en tanto que ahora, el mayor beneficio recae sobre unos pocos.

Myriam dijo...

¡Exacto! La centración personal,
el enraizamiento de nuestros pies,
es medio eficiente -sino el único-
contra la vorágine o el vértigo hacia
el que nos quieren empujar.

Esa es La Permanencia en el cambio,
como la rama de bambú que enraíza
firme en la tierra cenagosa, pero
mantiene flexibilidad ante los vendavales.

Besos



Amapola Azzul dijo...

Cueste lo que cueste...
besos.

omar enletrasarte dijo...

ha sido impensado este momento, donde el aprendizaje es a máxima velocidad y si te duermes (camarón, te lleva la corriente)
es hora de almacenar los atributos morales que aprendimos el siglo pasado, tratar de trasmitirlos, y tomar solamente lo útil, lo necesario, y darle valor a lo que realmente vale (que obviamente no es el oro, sino el ser humano, el prójimo)
un abrazo

DORCA´S LIBRARY dijo...

Es un poco como bailar un chotis. Tienes que mantener el ritmo sin caerte y eso en un mínimo espacio.
Un abrazo.

dafd dijo...

"Tardaremos algunas décadas en conseguir el equilibrio de la balanza..."
O, a lo mejor, no. A lo mejor los cambios rompen todos los contrapesos y lo que se nos abre es otra sociedad totalmente distinta. Unos dirán que en este nuevo contexto algunos saldrán beneficiados y otros no, claro (¿habrá que usar los codos, pues, para no ser de estos últimos?). Pero, a lo mejor, no es así, sino peor: una sociedad en la que casi todos saldrán perjudicados, y habrá que empezar desde cero otra vez, como tantas otras a lo largo de la historia, rebañando con lágrimas, poco a poco, lascas de bienestar a los poderosos.

XuanRata dijo...

Cierto, hay una parte de nosotros capaz de adaptarse a los cambios con una rapidez extraordinaria, esa capacidad adaptativa que es un reflejo de nuestro instinto de superviviencia. Pero hay también un fondo resistente, producto unas veces de los miles de años en que las circunstancias permanecieron inalterables, y otras del poso moral y afectivo que aprendimos en nuestra infancia y juventud. Cada generación se desenvuelve como puede en la vorágine, con sus propias armas, con sus propias fortalezas y debilidades. Me cuesta pensar en un posible equilibrio que pueda alcanzar una sociedad determinada porque la sociedad siempre está fragmentada. Luego está el equilibrio personal, pero eso es ya otra historia.

LA ZARZAMORA dijo...

Instinto de supervivencia, dicen que se llama...

Besos, Pedro.