lunes, 9 de mayo de 2016

La gitanilla de Miguel de Cervantes por la compañía de danza flamenca de Carmen Cortés


Estrenado el 3 de julio de 2015 en el Festival de Teatro Clásico de Almagro, no se puede decir que este espectáculo haya tenido mala fortuna dado el número de funciones que desde entonces ha tenido por todo el país. Carmen Cortés afrontó la adaptación a la danza de La gitanilla de Cervantes como un reto necesario de mirada a un clásico de cara al cuarto centenario de su muerte, que se conmemora en el presente año. Acompañada en la dirección escénica de José Maya, la coreografía y la dirección artística es de la propia Carmen Cortés. Yo he visto el montaje el pasado domingo día 8 de mayo en el Teatro Calderón, a pesar de que hace tiempo me prometí no volver a ese teatro en un domingo -por razones obvias- y preferir cualquier otro día de la semana.

En la adaptación de la novela cervantina nos proponen un juego inverso: Preciosa y Andrés recuerdan su historia de amor cuando son mayores. Este juego se objetiviza en la primera parte del espectáculo con un espejo y la alternancia en los papeles de los protagonistas de bailarines mayores y jóvenes. Precisamente en esta parte está lo mejor del espectáculo. Ver bailar a Carmen Cortés como una gitana vieja para dar paso a jóvenes bailarinas que usan otra técnica es asombrosamente certero tanto para entender a Preciosa como para percibir la posición central de Carmen Cortés en la danza española actual. Se construye, así, un personaje de Preciosa con facetas variadas que van desde la jovialidad a la tragedia y el desgarro. Carmen Cortés baila como debe hacerlo al construir ese personaje adecuándolo a sus condiciones y a su significado como bailaora y coreógrafa. Así, nos propone una lectura muy interesante que matiza y dialoga con Cervantes. Como en el cuadro inicial, cuando los bailarines se van girando para ponerse frente al público mientras se escuchan las frases iniciales de la narración de Cervantes, tan duras con los gitanos.

Si el espectáculo hubiera continuado la propuesta inicial de esos excelentes primeros minutos estaríamos hablando de un montaje inolvidable. En general, toda la primera parte -mientras está en escena el espejo- funciona y sorprende. Carmen Cortés no hace concesiones fáciles al espectador. Lleva La gitanilla hacia el baile y el cante flamenco y lo hace dialogar con algunas danzas propias de la escuela bolera y, al aparecer el bailarín Esteban Berlanga en el personaje de Andrés joven, con la danza clásica (que usa eficazmente para indicar la diferencia de estamento social). Todo funciona en esa primera parte (primeros bailarines, cuerpo de baile, propuesta escénica, músicos y cantaores) y me sorprendió mucho la frialdad del público de domingo vallisoletano. Ni la consabida seriedad del público de esta ciudad justificaba su falta de reacción.

No puedo opinar lo mismo de la segunda parte del espectáculo. Hay un momento en el que la fuerza inicial del espectáculo se pierde. Lo que se nos quiere decir es confuso y a veces incomprensible. La mezcla de tipos de danza deja de funcionar como sí lo había hecho en la primera parte: uno no sabe bien a qué viene la jota, por ejemplo; la propuesta de danza contemporánea queda completamente desconectada del resto de lo que ocurre en escena y Esteban Berlanga hace lo que puede cuando hubiera sido más piadoso haberlo dejado en oscuro unos minutos; algunos miembros del cuerpo del baile se pasean sin sentido por el escenario. En un momento, se gira La gitanilla hacia unas Bodas de sangre, lo que no tiene ningún sentido leída la obra de Cervantes y vista la primera parte. El final del espectáculo es confuso y se tiene la impresión de que se termina en ese momento porque en algún momento hay que hacerlo (el montaje dura una hora y quince minutos y se hace largo).

Por otra parte, en la función a la que asistí el sonido falló estrepitosamente, cosa imperdonable en una compañía profesional y en un montaje de este tipo. Desde su malhadada restauración -que lo dejó bonito pero destrozó la acústica-, el Calderón supone un reto para los técnicos de sonido, cosa sabida en toda la profesión. Por eso es más inexplicable lo ocurrido, contando con que era la tercera función dada en este teatro. Los micrófonos de voz fallaron durante todo el espectáculo y en un momento dado -el que contiene gran parte de la filosofía del montaje- se hizo incomprensible el texto. Si el público había estado frío en la primera parte, a partir de ese momento hasta yo desconecté de lo que ocurría en escena durante unos minutos.

En definitiva, una primera parte excepcional de una propuesta original que se pierde en la segunda parte y que necesitaría repensarse con calma y reducir en su duración a menos de una hora.

3 comentarios:

Myriam dijo...

¡Qué pena que la segunda parte no fuera buena como la primera!
y lo del sonido... "sin comentarios".

Me hubiera encantado ver esa primera parte,
ya sabes que sí y por qué.

Besos.

São dijo...

Que pena quando uma excelente ideia se perde assim...

Besos, amigo mio

LA ZARZAMORA dijo...

Me encantaría verla pese a todo.
Estamos preparando la Gitanilla con mis estudiantes también, pero resumida ...

Me encanta esta novela ejemplar y a ellos les está también fascinando..

Bss, Pedro.