lunes, 16 de mayo de 2016

Cervantina, de Ron Lalá. No dejen de verla


He aquí un espectáculo ejemplar en todo. El reto de la compañía Ron Lalá tras el merecido éxito de En un lugar del Quijote (2013) era difícil. Estrenada el pasado 14 de enero en el Teatro de la Comedia de Madrid, Cevantina. Versiones y diversiones sobre textos de Cervantes no solo iguala aquella obra sino que la supera. Yo he podido verla el pasado sábado 14 de mayo en el Teatro Calderón de Valladolid.

Bajo la dirección de Yayo Cáceres, este espectáculo musical nos propone un divertido, inteligente y crítico acercamiento a la figura y la obra de Cervantes, capaz de convencer y entretener tanto al mejor de los cervantistas como al público que jamás ha leído nada del mejor autor español de todos los tiempos ni está dispuesto a perder un minuto en ello (se juega en varios momentos con esta situación como agudo y ácido chiste).

No es un viaje al pasado sino hacer de Cervantes un clásico de nuestro tiempo y por eso la obra está llena de guiños actuales que encajan, a la perfección, con el pensamiento y los textos cervantinos. No sé cuántos de los espectadores se habrán visto impulsados a consultar las obras de Cervantes después de asistir a esta representación, pero sí que supongo que habrán tenido la impresión de que sus obras no son las aburridas páginas de un clásico de lectura obligatoria en los centros de enseñanza.

El espectáculo se propone como la evidencia de un virus, la cervantina: Si usted padece los síntomas (ataques de risa inteligente, lucidez lúcida, ironía aguda y defensa de la libertad) podría estar contagiado; sentimos comunicarle que no hay vacuna, así que póngase cómodo para viajar al mundo de Cervantes (texto extraído del folleto). Esos son los hilos conductores del montaje: risa inteligente, lucidez aguda y defensa de la libertad. Se construye con un elemento recurrente, la presencia de la Musa, un personaje divertidamente siniestro, que se aparece cada cierto tiempo a Miguel de Cervantes para contribuir a su condición de escritor y fama póstuma a cambio de dolor, sacrificios y renuncias (su manquedad, la imposibilidad de una vida confortable y familiar, el problema constante de la falta de dinero). A partir de ahí se escenifican textos extraídos de los prólogos cervantinos, Don Quijote, El celoso extremeño y El viejo celoso, El coloquio de los perros, El hospital de los podridos (entremés atribuido a Cervantes), El licenciado Vidriera, El retablo de las maravillas, La Galatea, La gitanilla, Persiles y Sigismunda, Rinconete y Cortadillo y Viaje del Parnaso. Uno de los efectos de esta obra es poner en evidencia algo ya sabido: Cervantes era un hombre de teatro y tanto sus versos como su prosa contienen un potencial escénico por la plasticidad de sus argumentos, la caracterización de sus personajes y el uso de la lengua.

Especialmente sugerente me ha parecido el acercamiento a los textos en los que Cervantes habla de sí mismo (los prólogos y el Viaje del Parnaso). Los más divertidos para el público han sido los minutos dedicados a El hospital de los podridos (muy bien traído a las circunstancias actuales al contar con la colaboración de los espectadores que deben declarar con qué cosas se sienten podridos), Rinconete y Cortadillo y La gitanilla.

Todo el espectáculo tiene un ritmo adecuado -su hora y media se hace corta-, en el que alterna la música con la declamación y predomina el humor pero sin dejar nunca la crítica a la situación actual -referencias a la corrupción política, el 21 % de IVA, el escaso aprecio de los gobernantes y la sociedad española a la cultura, etc.-. Los elementos escenográficos y el tratamiento de la luz son funcionales y adecuados para las mutaciones continuas -la forma de construir el Guadalquivir con un barreño con ruedas es un chiste brillante. como el tratamiento del trono de Monipodio-, el vestuario perfecto a partir del negro básico, la música original, divertida y bien interpretada. Nada falla en este engranaje perfecto a medias entre lo juglaresco y Monty Python, con el que Ron Lalá consolida una forma propia que ojalá nos dé muchas más satisfacciones en el futuro. Todos los actores resultan acertados individualmente y como conjunto.

El público, que llenaba el Teatro Calderón, se lo pasó bien, colaboró con los actores y los recompensó con merecidos aplausos, puesto en pie.

Vayan a verla. Se divertirán de forma inteligente y comprenderán por qué hay que leer a Cervantes no como clásico sino como contemporáneo. Sobre todo ahora, que parece que la literatura de verdad, la que enseña a pensar por cuenta propia, no cabe en los programas educativos de ningún nivel de enseñanza.

3 comentarios:

Bertha dijo...

Muchas gracias por dejar estos enlaces, pero si, que es de agradecer los que pensáis en facilitarnos el acercamiento a este ilustre escritor.Estoy segura que si años atrás se hubiera hecho tanto en simplificar o mejor dicho en acercar a los estudiantes a esta Obra: hoy en día no tendría el rechazo que muchos lectores aun sienten para leerla.

Un saludo

Myriam dijo...

¡¡Cómo he disfrutado tu reseña!!

Y cómo quisiera que esta obra llegara aquí,
tendría el salón abarrotado: una y una y otra vez.

Besos

Abejita de la Vega dijo...

Se nos abre el apetito quijotesco.