domingo, 22 de noviembre de 2015

En el centro del laberinto.

Instalación de Soledad Sevilla, Sería la de la noche
en la exposición temporal Nada temas, dice ella (Museo Nacional de Escultura de Valladolid, 
con motivo de la conmemoración del quinto centenario del nacimiento de Teresa de Jesús).
Estos días tienen cierta espesura con densidad violenta, como si algo nos ahogara. Si una cosa deberíamos haber aprendido de los laberintos es que de ellos se sale hacia adentro, nunca hacia afuera. Recuerdo, de niño, en las barracas de feria, una atracción que consistía en un laberinto de cristal cuya estructura se repetía año tras año. Desde el otro lado de los cristales, el público señalaba con el dedo la salida. Algunas veces, a punto de alcanzarla, me daba la vuelta para adentrarme más y entonces descubría que el laberinto, en verdad, estaba hecho para que te encontraras pronto fuera, incluso sin querer salir, porque toda las desviaciones te empujaban a la puerta de salida o te arrastraba el resto de los que se habían adentrado en él y caminaban uno detrás de otro. Es dentro del laberinto, en lo más profundo, en donde están las respuestas. Justo allí donde quien lo construye no quiere que llegues.

8 comentarios:

Emilio Manuel dijo...

Buen símil.

Saludos

Joselu dijo...

Los verdaderos laberintos representan un conflicto diabólico para la mente humana que se siente profundamente confundida y aterrorizada por ese deambular caótico que no se sabe adónde lleva. Más si está el Minotauro dentro buscándote. Alguien llamó a la situación del País Vasco, El laberinto vasco, con su carga ominosa de terrorismo. Durante cuatro décadas estuvimos dentro de ese laberinto sin aparente salida. Cada día, cada semana, el Minotauro atacaba y asesinaba a más y más pobres víctimas. No había salida. Sin embargo, llegó un día en que llegamos a la salida, después de haber deambulado décadas por el horror. No sé si habíamos llegado al interior, a lo más profundo del laberinto, para obtener respuestas. No lo sé. El caso es que un día se hizo la luz y el Minotauro pareció desvanecerse y todos pudieron vivir en paz. Tal vez haya que llegar a una situación extrema para descubrir la salida. No sé si en el laberinto catalán será lo mismo.

Edurne dijo...

Jo, Pedro, esto que has escrito tiene mucha "mamia", o sea, mucha miga... Filosofía pura y dura, pero de la del día a día.
Ando yo en mi propio laberinto y no sé si me olvidé de Ariadna o...

Besos y gracias por la reflexión que nos dejas!
;)

lichazul dijo...

cada quien posee el suyo

besos

Rita Turza dijo...

Tus retratos de interior me fascinan, creo que me veo en ellos y en este concretamente me emociona, en mi segundo poemario todavía en fase de trabajo y de noches de insomio , hay un poema que se llama "Laberinto". Como no creo en las casualidades con tu permiso llevará tu nombre.

Mil gracias Pedro.

Besos.

Abejita de la Vega dijo...

El miedo al Minotauro dificulta la salida.

Luis Antonio dijo...

Yo no encuentro las respuestas desde dentro. Por eso sueño con hallar la salida al agobio e incertidumbre que me embargan...

andandos dijo...

Así pues, si tienes unos ... ¿principios?, la salida es fácil, o más fácil, o al menos coherente.
Me acuerdo de Groucho Marx.

Un abrazo