jueves, 12 de noviembre de 2015

El prodigioso arranque narrativo de El mudejarillo de José Jiménez Lozano y noticias de nuestras lecturas.


El arranque de El mudejarillo de Jiménez Lozano es todo un prodigio. No se nos dice quién narra ni quiénes son los protagonistas. Se habla, sobre todo, de una situación. El tiempo narrativo se acelera a lo largo de este primer capítulo (La visita). Primero, de forma angustiosa para el lector: una enumeración descriptiva que no deja pausa, en la que se nos narra la entrada de un Visitador enviado por el obispo de Ávila a un pueblo cuyo nombre ignoramos aún. Después, con la reproducción de las palabras de este Visitador pertenecientes a un diálogo del que no se nos ofrece las otras partes, las que puedan expresar los interlocutores: son órdenes tajantes, breves, por las que manda despojar a la iglesia del pueblo de todo lo que tiene por medio de la venta o el empeño. Incluso el cáliz o un libro en griego que lleva en su propio bolsillo. Estas órdenes son interrumpidas con otras dirigidas a los nobles, hidalgos y clérigos allí presentes:

-Hago a vuestras mercedes cargo de esta pobreza.

Después del vértigo, el Visitador emprende rápido regreso a Arévalo y le asaltan las dudas sobre su acción:

-¿Y luego? ¿Y luego, cuando se lo hayan comido?

Quizá al lector se le haya pasado -por el tiempo narrativo, por la intensa y veloz descripción de personajes y situaciones- la clave para comprender este arranque de la novela. Es una frase muy corta con la que termina el primer párrafo, que dialoga con la inmediatamente anterior, en la que se describía a los pobres que asistían a los hechos para centrarse finalmente en sus hijos pequeños:

Cabezas llenas de greñas casi todas; bocas desdentadas y negras que reían, mientras los niños asidos de las manos de las personas adultas o a sus ropas miraban con pasmo y seriedad. O hambre.

Ese O hambre es la clave de todo este primer capítulo. La hambruna que afecta al pueblo, que pronto sabremos que se llama Fontiveros, y la reacción del Visitador. Para resolver el problema se venden todos los objetos valiosos de la iglesia y se responsabiliza de la situación a los nobeles, hidalgos y clérigos. Una acción del todo moral y ejemplarizante.

El ritmo veloz se ha ajustado a la necesidad de solucionar ese problema. Y pronto comprenderemos que uno de esos niños, el que sostiene una mujer llamada Catalina, que ya no tiene leche para amamantarlo, será el foco de toda la narración posterior, y que pasará a la historia como San Juan de la Cruz. Pero eso lo comprenderemos cuando ya el ritmo narrativo y lo que se nos describe -y el cómo- nos haya atrapado.

Este fragmento es un excelente arranque para toda la novela y resume buena parte de las mejores características narrativas de Jiménez Lozano. Y también de su perspectiva ideológica y moral a la hora de narrar: la descripción de una situación en la que son víctimas las personas más desfavorecidas y ante la que solo cabe acometer medidas a la altura de la coherencia de los principios. La espiritualidad cristiana buscada por Jiménez Lozano en esta obra, en la que tanto se hablará desde dentro de la necesidad de una reforma institucional de la Iglesia a partir de una reforma de la vivencia de cada individuo, se ajusta a esa acción enérgica del Visitador que despierta la conmoción y tristeza entre los nobles, hidalgos y clérigos, que llegaron a morir del pesar de su conciencia.



Noticias de nuestras lecturas

Paco Cuesta contextualiza la biografía de Juan de la Cruz como forma de comenzar la lectura. Nos ayuda, por lo tanto, a comprender perfectamente alguno de los rasgos de su personalidad.

Luz del Olmo relata la afanosa búsqueda de El mudejarillo hasta que al fin puede abrir las páginas del libro y disfrutar del arranque de esa deliciosa prosa póetica de Jiménez Lozano...

Mª Ángeles Merino se atreve a enfrentarse con un personaje principal y ya no con un secundario: sabréis cómo en su entrada, tras el relato de cómo descubrió hace años este texto y al autor.


Pancho continúa con la lectura de las Novelas ejemplares para hilvanar un juego intertextual más que recomendable a partir de la reflexión inicial sobre cómo nos acostumbramos a nuestras cadenas.

Recojo en estas noticias las entradas que hayáis publicado hasta el miércoles anterior. Si me he olvidado de alguna, os agradezco que me lo comuniquéis.

5 comentarios:

Gelu dijo...

Buenas tardes, profesor Ojeda:

Creí que me sería fácil encontrar ‘El mudejarillo’, y no ha sido así. Espero tenerlo, leerlo y poder hacer un comentario antes del fin del tiempo estipulado.
Mientras, iré leyendo sus entradas y las aportaciones de los compañeros.

Abrazos

Abejita de la Vega dijo...

El brillo de la seda y del oro frente a las bocas oscuras del hambre. El olor del incienso frente al olor de la miseria. El Visitador del obispo con su véndase y su indignación que se focaliza en una viuda pobrísima con un mamoncillo insatisfecho en los brazos, y dos niños más agarrados a sus faldas. Ese niño de pecho que va a ser San Juan de la Cruz, nada menos. Un arranque prodigioso que nos lleva a preguntarnos cómo se puede escribir tan bien.

Esta vez no me fijé en un secundario, es verdad. Me atreví con el protagonista y, Jiménez Lozano me perdone, le soñé en su lecho de muerte para volver a vivir aquel día de "La visita" en que una vara de plata apartó a su madre y un desconocido le hizo un repelús en el pelo. ¡Era un bebé!

El mudejarillo nos cautivará.

Besos, Pedro.

pancho dijo...

Entre libreros que te dicen que te tienen el libro tal día y otros que te dicen que lo piden y no acaban de tenerlo se pasa el tiempo y la casa sin barrer.
La búsqueda del narrador de un relato desde el principio es algo que nos has enseñado desde estas paginas.
El comienzo de la novela tiene que ser realmente un prodigio para estar a la altura de este análisis que nos regalas. Qué mala es el hambre y la miseria, sacan a la luz lo más oscuro de la naturaleza humana. El hambre es el hecho más revolucionario.
Tendré que mirar lo de intertextual, je, je. Al escribir las entradas en la pantalla, paso a limpio unas notas escritas a mano en un cuaderno de cuando leo el relato. Después lo repaso e intento dejarlo lo más legible y entendible posible. A veces te gusta lo que escribes y otras no tanto, pero eso supongo que le pasa a todo el mundo, no siempre se tiene una buena tarde.
Como este mudejarillo de sitios bien conocidos se resiste, seguiremos con El coloquio de los perros, que tiene mucho que comentar.

andandos dijo...

De Jiménez Lozano creo que he leído "El grano de maíz rojo", y algo de poesía, pero no lo conozco muy bien. Ese arranque que nos haces notar lo notaba yo pero no sabía cómo decirlo, tú sí. Creo que los temas que toca y la manera de hacerlo no son muy habituales en la mayor parte de las novelas que he leído, por eso me atrae, porque me parece diferente, y su manera de escribir, su lenguaje, también es diferente. En fin, vamos leyendo y disfrutando.

Un abrazo

Paco Cuesta dijo...

La segunda de las preguntas que resaltas me parece toda una premonición válida hoy. ¿Y luego?