lunes, 2 de noviembre de 2015

El conflicto del burlador


Como sabemos, el Don Juan Tenorio de José Zorrilla no es una obra para el día 1 de noviembre sino para el 2. No es para Todos los Santos sino para los Fieles Difuntos. No se comprende del todo si la cambiamos de tradición, aunque a nadie le importan ya estas cosas en una época en la que las tradiciones las llevamos a nuestro molino.

Los difuntos de don Juan le son fieles, a su manera, por supuesto. Entre otras cosas, porque se han llevado las deudas pendientes al más allá: Don Gonzalo lo espera para hacer justicia a la antigua y doña Inés a la moderna. Aquel no admite que nadie pueda cambiar de verdad mientras que doña Inés confía en que la virtud del amor trasforme a don Juan. Zorrilla escribe todo el conflicto a partir de una visión teológica que nada tiene que ver con el mundo barroco, aunque inicialmente pueda parecerlo. Dios accede a la petición de doña Inés para esperar a su amado en su propia tumba convertida así en purgatorio, aunque se muestra un tanto escéptico sobre el final:

y Dios, al ver la ternura
con que te amaba mi afán,
me dijo: "Espera a don Juan
en tu misma sepultura.
Y pues quieres ser tan fiel
a un amor de Satanás,
con don Juan te salvarás,
o te perderás con él.
Por él vela; mas si cruel
te desprecia tu ternura,
y en su torpeza y locura
sigue con bárbaro afán,
llévese tu alma don Juan
de tu misma sepultura".

Curiosa forma de aplicar el libre albedrío pero ciertamente moderna puesto que nos deja el final abierto. En la obra habla aquí Dios en boca de doña Inés, que no lo interpreta sino que lo cita. Doña Inés lo arriesga todo no por su acción sino por la acción de otro y espera que valga la pureza de su amor para hacerlo cambiar. Hasta hace poco parecía ser esta la misión más alta que a la mujer le otorgaba la sociedad.

Ambos representan los dos lados de los fieles difuntos de don Juan que lo esperan en el panteón familiar y a los que cumple visita el burlador en una noche clara de verano a su regreso a Sevilla.

Cada uno tenemos nuestros fieles difuntos. Las cuentas que tienen pendientes con nosotros son, en realidad, las de nuestra propia conciencia. Don Juan, en el fondo, regresa cambiado y con cargo de conciencia aunque su decoro como personaje lo empuja para no reconocerlo hasta casi al final de la obra. El mejor acierto de Zorrilla es expresar cómo le pesa este personaje donjuanesco al mismo Don Juan. Y qué mal se ha llevado casi siempre a la escena porque muchos directores que han montado la obra pasan de puntillas sobre este aspecto tan crucial para comprender lo que ocurre en el drama, es decir, el conflicto interno del personaje protagonista, que no es una marioneta acartonada como suele representarse. Un punto de contrición bastará para salvarlo cuando su alma ya ni siquiera está en su cuerpo. No deberíamos esperar tanto para zanjar los ajustes con nuestra conciencia, pero allá cada uno, que en eso también va el libre albedrío.

3 comentarios:

dafd dijo...

Es verdad. La parte inicial de la obra con lo de las conquistas amorosas y los lances está muy bien. Es divertido. Pero esa parte de la obra en donde el personaje más impetuoso e irreflexivo se vuelca sobre sí mismo y se pone a cavilar sobre él e Inés resulta imperecedera.

lichazul dijo...

buen trabajo y guía de lectura Pedro
besos

São dijo...

Excelente esta abordagem que nos dás, pois realmente e se o meu castelhano não me atraiçoou ao ler-te, JUan é apresentado sempre como quem não se preocupa nada com o sofrimento que vai causando.

Besos, querido amigo